Justo al bajar en la
estación, apareció una señora muy dispuesta que me explicó que era voluntaria
de la escuela de idiomas y que me orientaba en inglés. En inglés de
Cuenca… Mi idea era ir al hotel a
dejar las mochilas, aunque el check in lo tenía a las 14'00. Pero la mujer se
puso tan pesada que sin darme cuenta ya estaba con los billetes en la mano
y montada en el autobús (que no importaba, que se lo pagase a la salida). Total, en unos diez minutos o así, llegué.
La caminata se realiza por un camino rodeado
de bosque con árboles altísimos y, si tienes suerte, puedes ver ardillas
voladoras. Las señalizaciones son buenas, así que recomiendo hacer la visita
andando, aunque hay un parking en la entrada.
Subiendo, subiendo,
llegué a la entrada, una cabaña donde hay taquillas y aseos. Dentro, había fotos de los monos, impresionan las de invierno: los monos tan a gusto en
su piscina mientras está todo nevado. También hay una tienda de recuerdos y un
esqueleto de un mono. Es bastante pequeñita.
A la salida hay un caminito
que está lleno de monos que salen a tu encuentro. No hay que mirarles a los ojos, porque se lo
toman como amenaza. Pero realmente no hacen nada, aunque tienen fama de
agresivos.
La vuelta la hice andando, que tampoco había tanta distancia.
Paseé entre unas casitas del Japón tradicional. Me encantó salir del
ajetreo de Tokyo.
Yudanaka Onsen está a pocos
minutos de Yudanaka. Este pueblo termal está lleno de onsen sólo para los
habitantes del pueblo. Hay uno público, pero no estaba abierto a esas horas. Era
muy bonito ver en mitad de las calles fuentes y manantiales preparados para que
la gente meta los pies en las aguas termales achicharrantes.
Tras hacer hora hasta las 14'00 para el check in conseguí llegar al hotel súper cansada.
Con mapas así, como para encontrar el hotel... :(
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