Japón - Día 4: Por Ryogoku, el barrio del sumo (Tokyo)


Justo atravesando el puente donde está el edificio de la cerveza Asahi y el Sky Tree, llegué en poco tiempo a Ryogoku. Aquí el tiempo se detiene. Todas las calles tranquilas, hasta las principales. Los rascacielos dan paso a pequeñas casitas y edificios tradicionales donde pequeñas vasijas con pececillos improvisan diminutos acuarios en plena calle.

Ryogoku es famoso por el sumo. Las mejores escuelas del deporte tradicional se encuentran en este barrio. El problema es que están tan escondidas que a simple vista no se reconocen. Los restaurantes ofrecen su plato típico, el Chanko Nabe, el plato del que se alimentan los jugadores de sumo: es un guiso cocido con una mezcla de marisco, carne, verdura y pescados variados. Un plato que sirve para ganar peso rápidamente, una fuente de calorías impresionante. Hipercalórico.

Llegué tan temprano a Ryogoku para poder entrar en el Museo Fukagawa Edo. En este barrio está también el gran museo Edo-Tokyo, pero me habían comentado que, pese a ser muy grande, estaba más orientado a los japoneses. Así que decidí darle una oportunidad a éste. No es muy grande, pero es muy interesante. Los voluntarios que lo han montado han conseguido recrear a escala real una pequeña aldea Edo. Y lo mejor es que lo puedes tocar todo. Puedes meterte en las casas, disfrutar del tacto del tatami en los pies, ver los altares, los tenderetes de comida…  Además, los guías voluntarios son increíblemente buenos, hablan un montón de idiomas y me sorprendió que una de ellas sabía español (además de inglés, francés, alemán y un poco de chino). Me estuvo explicando cómo habían montado el museo y me acompañó por todo el recorrido mostrándome cómo se organizaba la aldea de aquella época y para qué servía cada cosa. Realmente lo recomiendo. Con la visita guiada el tour dura una hora.





1-3-28 Shirakawa, Koto-Ku. 9.30-17.00. Cerrado el segundo y el cuarto lunes del mes. Línea Toei Oedo o Hanzomon a Kiyosumi-Shirakawa, salida A3. Precio: 300¥


Saliendo del museo paseé un poco por el barrio asombrándome con las tiendas de ropa enorme. Son dignas de ver.


Como empezó a lloviznar, lluvia pegajosa típica de agosto, me di prisa para encontrar mi próxima parada: el Museo Nacional de Sumo: Ryogoku Kokugikan. Me costó encontrarlo, pero al final, una joven que sabía inglés porque había estudiado en EEUU me llevó justo a la puerta. El museo no es gran cosa, pero es curioso. Puedes observar las fotos de los ganadores de los torneos, considerados dioses, medallas, trofeos… La sala es pequeñita. En unos quince minutos lo puedes ver todo.


Aquí se celebran los basho (torneos de sumo) de quince días en enero, mayo y septiembre. Cuando hay torneos de sumo en el estadio, sólo pueden ver el museo los que tengan entrada para los combates. La entrada al museo es gratuta.





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