Justo atravesando el puente donde está el edificio de la cerveza Asahi y el Sky Tree, llegué en poco tiempo a Ryogoku. Aquí el tiempo se detiene. Todas las calles tranquilas, hasta las principales. Los rascacielos dan paso a pequeñas casitas y edificios tradicionales donde pequeñas vasijas con pececillos improvisan diminutos acuarios en plena calle.
Llegué tan temprano a Ryogoku
para poder entrar en el Museo Fukagawa
Edo. En este barrio está también el
gran museo Edo-Tokyo, pero me habían comentado que, pese a ser muy grande, estaba más orientado a los japoneses. Así que decidí darle una oportunidad a éste. No es muy grande, pero es muy interesante. Los voluntarios que lo
han montado han conseguido recrear a escala real una pequeña aldea Edo. Y lo
mejor es que lo puedes tocar todo. Puedes meterte en las casas, disfrutar del
tacto del tatami en los pies, ver los altares, los tenderetes de comida… Además, los guías voluntarios son
increíblemente buenos, hablan un montón de idiomas y me sorprendió que una de
ellas sabía español (además de inglés, francés, alemán y un poco de chino). Me estuvo explicando cómo habían montado el museo y me acompañó por todo el
recorrido mostrándome cómo se organizaba la aldea de aquella época y para qué
servía cada cosa. Realmente lo recomiendo. Con la visita guiada el tour dura
una hora.
1-3-28 Shirakawa, Koto-Ku.
9.30-17.00. Cerrado el segundo y el cuarto lunes del mes. Línea Toei Oedo o Hanzomon a
Kiyosumi-Shirakawa, salida A3. Precio: 300¥
Saliendo del museo paseé un poco por el barrio asombrándome con las tiendas de ropa enorme. Son dignas de
ver.
Como empezó a lloviznar, lluvia
pegajosa típica de agosto, me di prisa para encontrar mi próxima
parada: el Museo Nacional de Sumo:
Ryogoku Kokugikan. Me costó encontrarlo, pero al final, una joven que
sabía inglés porque había estudiado en EEUU me llevó justo a la puerta. El
museo no es gran cosa, pero es curioso. Puedes observar las fotos de los
ganadores de los torneos, considerados dioses, medallas, trofeos… La sala es
pequeñita. En unos quince minutos lo puedes ver todo.
Aquí se celebran los basho (torneos de sumo) de quince días en enero, mayo y septiembre. Cuando hay torneos de sumo en el estadio, sólo
pueden ver el museo los que tengan entrada para los combates. La entrada al museo es gratuta.
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