Han montado todo un
complejo turístico alrededor de este sitio. Lo tradicional es comprar
huevos hervidos en agua caliente natural. Son huevos negros que los han cocido
en las aguas sulfurosas. Muy buena pinta no tienen y tampoco parecen muy
saludables. Aun así, la gente los compra como rosquillas y hay cáscaras negras
por todo el camino. La leyenda dice que cada huevo prolonga la vida durante
siete años más, pero no es aconsejable comer muchos. Normal, están malísimos.
Me comí uno por hacer la gracia, pero… puaj.
La visita dura poco.Consiste en subir las escaleritas mientras
observas las erupciones y el agua hasta que ya no puedes soportar más el olor.
No obstante, hay que reconocer que es precioso. En la parte cercana a la
estación hay tiendas de recuerdos y puestos de comida que no son nada caros.
Desde allí, tendrás que volver a armarte de paciencia en la cola para coger de
nuevo el teleférico. Hacia Togendai,
en la segunda parada. En la cabina me encontré con un japonés mayor muy
simpático que sólo sabía decir en español gracias, buenos días, jamón y
Barcelona. Me reí mucho.
Otras entradas que te pueden interesar: