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Argentina: Día 19 - Visita a Colonia del Sacramento desde Buenos Aires



Desde Buenos Aires me fui a la Terminal de Puerto Madero para coger el barco hasta Colonia del Sacramento. La Terminal es bastante grande y tiene cafeterías y un restaurante, pero a precio mucho más alto que fuera. Tenlo en cuenta si quieres comer allí.

Reservé mi billete por internet con dos meses de antelación. Aunque era temporada baja, la demanda es altísima y hay que hacerlo con tiempo. Mi reserva la hice con Seacat Colonia, la mejor opción que vi para viajar barato y rápido al país vecino. 

Pasé el control de pasaportes y el barco me llevó en una hora al puerto de Colonia. Esta terminal es mucho más pequeña, pero tiene un wifi gratis súper rápido.

Eran poco más de las 9’00 y me dispuse a recorrer el centro de la ciudad. Tenía poco tiempo, porque mi barco de regreso salía a las 17’00 y debía estar en el puerto antes para pasar el control de pasaportes de nuevo. En esas horas, sí que da tiempo a llevarte más o menos una impresión del pueblo.

Mi plan era alquilar un carrito de golf o un buggy para moverme por allí. Me lo recomendaron en el hotel y me hizo gracia. Pero, como llovía a raudales, ese día ya no me pareció tan buena idea. En el centro histórico había varias empresas dedicadas a este negocio, pero hoy no tenían clientela.


Colonia del Sacramento fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995. Uno de los mayores atractivos turísticos que tiene es su centro histórico, en el que se encuentran las construcciones más antiguas, galerías de arte y artesanos.

En pugna continua entre Portugal y España, reinos a los que fue perteneciendo sucesivamente a lo largo de los años, las calles empedradas del casco antiguo y sus edificios muestran la fusión de los estilos portugués, español y poscolonial.




Su centro ocupa una pequeña península sobre el Río de la Plata y, aunque no hay grandes monumentos en él, lo más interesante es pasear por sus tranquilas calles.





Para entrar en él fui a la calle de Manuel Lobo, fundador de Colonia, y atravesé el Portón de Campo. Esta era la antigua Puerta de la Ciudadela, aunque lo que se ve ahora es una reconstrucción realizada en 1968 cuando se quiso poner en valor el casco histórico. Durante el trabajo se utilizaron algunas piedras originales.


Al sur de la muralla está el Bastión de San Miguel y al norte el Bastión del Carmen, hoy convertido en teatro.

Atravesando el Portón, a la izquierda, me encontré con la calle más fotografiada de la ciudad: la Calle de los Suspiros. En ella las casas, construidas en la primera mitad del siglo XVIII, tienen paredes de piedra, techos de teja y suelos de cerámica, y está señalizada con un azulejo de estilo portugués. Dicen que su nombre se debe a los burdeles que había en ella.


Al fondo, llegando ya a la Plaza Mayor, se ve el Faro de 1857, a cuyos pies están los restos del Convento de San Francisco. Aquí se encuentran las ruinas más antiguas de Uruguay, que datan de 1696. Su interior es bastante austero.


El otro edificio alto que se observa es el de la Basílica del Santísimo Sacramento. La iglesia actual es del siglo XIX, pero se construyó sobre las ruinas de la iglesia más antigua de Uruguay.




La otra plaza importante del centro histórico es la de Manuel Lobo, en la que hay retos arqueológicos de los siglos XVII y XVIII. El edificio más famoso de la zona fue la lujosa Casa del Gobernador. Desgraciadamente, el primer virrey español del Río de la Plata, Cevallos, se encargó de su expolio.


Paseando entre tiendas de souvenirs y talleres artesanos, bajé por una calle hasta el Muelle Viejo, el acceso fluvial al barrio histórico. Un coqueto paseo entablado me ofreció unas vistas preciosas del Río de la Plata.

  

Como era temprano y estaba lloviendo menos, dejé atrás la parte antigua y me dirigí hacia la rambla. Mi idea era dar un paseo de una horilla hasta el cartel de Colonia de Sacramento y comer por allí.



Muy mala idea. Las vistas del paseo no merecen mucho la pena. Hay veces que es sólo un camino junto a la carretera desde el que no se ve nada. Tampoco había negocios. Absolutamente nada para comer. Llegué al cartel, me di media vuelta y empezó a diluviar como si no hubiera mañana.

Intenté coger un autobús que pasaba por allí. Pero iba lleno y encima no tenía pesos argentinos, porque la tarjeta me la habían aceptado en todos lados.


Eché otra hora de camino en volver a la ciudad. Con esa lluvia se me quitaron las ganas de ir al Real de San Carlos. No se podía ni abrir el paraguas del temporal que hacía.

Llegué a la Avenida del General Flores y entré a comer en el Restaurante El Mercosur porque me gustó su aviso en pro de las plantas.


En la tele estaban hablando del temporal y la camarera me avisó de que era probable que mi barco no saliera en hora por el viento.

La comida estuvo deliciosa (un famoso chivito uruguayo) y me salió mucho más barato que una calle más adelante, en el barrio histórico (donde los precios me parecieron bastante caros). La camarera fue muy amable y me tuvo allí refugiada hasta que paró un poco el viento y me fui al puerto.



En el puerto me dijeron que como el barco salía en una hora, tenían buenas previsiones para entonces y salió cuando estaba previsto. Llegué a Buenos Aires a las 18’30.

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Argentina: Día 18 - Visitando Montevideo desde Buenos Aires



Con dos meses de antelación reservé mi billete para viajar desde Buenos Aires hasta Montevideo. Aunque era temporada baja, la demanda es altísima y hay que hacerlo con tiempo. Mi reserva la hice con Seacat Colonia, la mejor opción que vi para viajar barato y rápido al país vecino. 

El barco salía a las 8’14 desde Puerto Madero. La Terminal es bastante grande y tiene cafeterías y un restaurante, pero a precio mucho más alto que fuera. Tenlo en cuenta si quieres comer allí.

Esta compañía es la low cost de la empresa Buquebus y en temporada baja puede que te toque un barco suyo, que están más nuevos. En mi caso, así ocurrió. Pasé el control de pasaportes y me monté en él. Los asientos no estaban numerados, por eso había gente haciendo cola muy pronto, como en los aviones. Aún así, me hice con un buen sitio. El barco era muy grande y cómodo. Dentro tenía tiendas, una casa de cambio y un restaurante caro.


Para viajar barato a Montevideo, este servicio te deja en el Puerto de Colonia del Sacramento. Allí pasas el control de pasaportes de nuevo y te montas directamente en un autobús de Buquebus que te lleva a Montevideo en tres horas. En total, tardas unas cuatro horas en llegar desde Buenos Aires.

Una vez en Montevideo, el autobús te deja en la Estación de Tres Cruces. Una estación muy grande, con muchas tienda y restaurantes.


Mi idea era bajar andando por la céntrica Avenida 18 de Julio hasta llegar a la zona más representativa de la capital: la Ciudad Vieja. Tardé alrededor de una hora en hacer este recorrido, el cual acabé en la Rambla. Comí en la Ciudad Vieja y me volví a la estación de autobuses para coger el autobús a las 17’30. Si vas a venir a Montevideo a pasar sólo un día de excursión, el itinerario que hice yo es realista y te llevas una bonita impresión del lugar.

Al salir de la estación, me encontré con monumentos como el Palacio Legislativo y Obelisco a los Constituyentes antes de enlazar con la Avenida.




La Avenida 18 de Julio es la arteria principal de Montevideo. Su nombre conmemora la fecha en la que se juró la Constitución de 1830. Está llena de tiendas y de edificios simbólicos y sorprendentes, como esta pequeña casa:


La calle estaba rebosando de gente, pero pocos turistas. Sí que me pareció algo insegura, pero fue sólo una impresión.

En la parte derecha de la calle, me topé con la Plaza de los Treinta y Tres Orientales (que nada tiene que ver con los asiáticos). Su nombre honra al batallón que logró recuperar la independencia del territorio que hoy es Uruguay.


Seguí caminando y vi un letrero que me llamó la atención. La lectura de caracoles es algo común en Uruguay y está a la altura del tarot.


En la calle de en frente apareció una gran sucesión de monumentos y edificios significativos, como la Intendencia de Montevideo, sede del Museo de Historia del Arte, y la Fuente de los Candados.





La gran avenida desemboca en la Plaza Independencia en cuya esquina sobresale el Palacio Salvo, el edificio más emblemático de Montevideo, obra del arquitecto Mario Palanti, el mismo que diseñó el Palacio Barolo de Buenos Aires. Con sus 100 metros y 27 plantas, fue la torre más alta de Latinoamérica junto con su gemelo porteño. De estilo art decó ecléctico se construyó para albergar un hotel, con un ala dedicada a oficinas. Actualmente cuenta con comercios en la planta baja y con oficinas y viviendas en las plantas superiores. 


Llegué a la Plaza una hora después de haber salido de la estación de autobuses. Allí atravesé la Puerta de la Ciudadela, que antiguamente daba acceso a una gran fortaleza militar española, y entré en la Ciudad Vieja.


El centro histórico comienza con la calle peatonal Sarandí, continúa por la Plaza Matriz y termina en la Rambla. Es una calle muy pintoresca, llena de galería de arte, tiendas, edificios emblemáticos, puestos de souvenirs y pintores. Sus farolas también eran originales.



Un poco más adelante vi la hermosa catedral de Montevideo, presidiendo la Plaza Constitución. Una pequeña y acogedora placita.


Mi paseo terminó en la parte sur de la Rambla, un gran paseo de 24 km que bordea la costa del Río de la Plata. Caminé un rato por él y volví a la Ciudad Vieja a comer. En la calla Sarandí había un chico dando propaganda de un restaurante cercano. Como me gustó el menú y el precio, le dije que me indicara la ubicación y me acompañó hasta la puerta. El sitio se llamaba Restaurante Rincón Café, un lugar con una decoración muy particular. El servicio fue muy lento y no se enteraban mucho, pero la comida estuvo espectacular y fueron amables. Mereció la pena. Además, me invitaron al vino.


Después de comer, volví a recorrer la Avenida 18 de Julio hacia arriba para llegar a la estación de autobuses. Me paré en alguna tienda que otra, pero los precios me parecieron más caros que los argentinos y más parecidos a los de mi tierra. Así que compré sólo unos cuantos souvenirs y me fui al autobús.



En información de Buquebus me dijeron en qué andén paraba. Me subí y estuve un rato aprovechando el wifi gratis hasta que me quedé dormida. Cuando llegamos al Puerto de Colonia de Sacramento ya era de noche. Atravesé el control de fronteras y me monté en el barco para volver a Buenos Aires.


Habían sido muy pocas horas en la capital del país vecino, pero habían estado aprovechadas.