Corea: Día 11 – Subiendo a la montaña más alta de Corea, Hallasan de Jeju



El día había amanecido muy nublado, así que tuve que cambiar de planes. Mi idea inicial era subir a la montaña más alta de Corea del Sur siguiendo el Gwaneumsa Trail, un sendero de 8’7 Km que llevaba a la cima. Se lo comenté a los dueños del hostal y me dijeron que podía estar cerrado. Que no me arriesgara y que subiera por el sendero del Seongpanak Trail, que casi siempre estaba abierto.

Les hice caso y subí por una carretera muy pintoresca hasta la base. Allí había un amplio parking gratuito, un conbini, unos aseos y las taquillas. Pero, sorprendentemente, la entrada era gratuita.

Me dispuse a iniciar el ascenso, pero en la entrada me avisaron de que, si no estaba en Jindallaebat Checkpoint antes de las 13’00 h, que no me iban a dejar subir a la cima y que me harían dar media vuelta. Miré mi reloj y empecé a caminar.

El paisaje era impresionante. No parecía estar en Jeju. Ya me había acostumbrado al sol, a las playas, a la arena… Nada de eso. Bosque muy frondoso y humedad a tope. No he sudado más en mi vida. Se suponía que a lo largo del sendero había dos fuentes, pero no las encontré. Y la gente a la que le preguntaba, tampoco. Menos mal que llevaba bastante agua.


El inicio fue bastante llevadero, un paseo. Pronto llegué a Sokbat, una zona de descanso con baño. Un ascazo. Los aseos estaban realmente sucios y olían fatal.

El resto del camino no fue tan llevadero. Algunos tramos tenían pasarelas y escaleras de madera, y otros estaban llenos de piedras escurridizas que te hacían los tobillos polvo.

A las 12’00 llegué a Jindallaebat, había conseguido estar en el checkpoint una hora antes de que lo cerraran. Perfecto. Me senté un poco en el área de descanso, pero no me atreví a ir al servicio. Total, con tanto sudar, no hacía ni falta.

Desde allí el camino se fue complicando cada vez más por culpa de las piedras mojadas, hasta que por fin llegué a las pasarelas que llegaban a la cima.


En la cima se encuentra el lago Baeknok, pero es muy difícil verlo porque casi siempre está cubierto por la niebla. En mi caso, también fue así.


Después de comer allí mismo, empecé mi descenso. Cuando llegué a la entrada, un señor me dijo que fuera a la taquilla señalándome una especie de diploma que había conseguido. Fui y me dijeron que, si había logrado ir hasta el pico, que podían venderme un certificado con mi nombre por 1.000W. Les dije que sí y me insistieron en que, si no les enseñaba una foto de mi hazaña para que pudieran comprobarlo, no me lo podían dar. Menos mal que tenía. Aquí tienes  más información sobre la manera más sencilla de subir a la cima del Hallasan.


Desde allí, volví al hotel. Me duché, descansé un poco y me fui al aeropuerto para devolver el coche. Mi vuelo salía por la mañana muy temprano y no estaba abierta la oficina.

Lo entregué y cogí el Airport Limousine Bus 600, que me llevó a Seogwipo en una hora y media. Llegué con tiempo suficiente para darme una vuelta por el pueblo, visitar su mercado, cenar y ver por última vez su puente iluminado.



Quedé con la dueña del hostal en que me reservaría un taxi para la mañana siguiente a las 5’00. En el aeropuerto cogería el avión que me llevaría a Fukuoka, en el país vecino.

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Corea: Día 10 – Visitando Seongsan Ilchulbong, el tubo de lava de Manjanggul y Seongeup Folk Village



Después de mi visita agridulce por la isla de Udo, me dirigí al cono volcánico de Seongsan Ilchulbong. Está a muy poca distancia de Seongsan Port y tiene un gran aparcamiento en su base.

Uno de los monumentos naturales más impresionantes de Jeju es este monte en forma de cono que está unido a la tierra formando una curiosa península. El ascenso no es fácil, pues hay que salvar sus 90 metros de altura en muy poco recorrido. Su origen es fruto de una enorme erupción volcánica ocurrida hace miles de años. Arriba no esperes encontrar el cráter de un volcán. Lo que hay es una gran extensión de tierra toda cubierta de hierba y desde las que hay unas bonitas vistas al mar. Precio: 2.000 W.


Tras la visita, me dirigí hacia el túnel de lava más visitado de la isla y uno de los más delgados del mundo: el de Manjanggul. Me fue muy difícil encontrar aparcamiento allí por la cantidad de turistas que había. En sus alrededores hay un restaurante y muchas zonas verdes para descansar.


Después de comprar la entrada y de bajar las escaleras, me adentré en un impresionante pasillo subterráneo de 1 km de largo. La cueva entera mide más de ocho.


Estalactitas, estalagmitas, la columna de lava más grande del mundo (7’6 m)… Es impresionante pasear por allí. En su interior vive una gran colonia de murciélagos (la más grande de Corea) y un tipo de araña endémica de Jeju.




Hacía frío, como para llevar una camiseta fina de manga larga y una humedad del 99’9%. Precio: 2.000 W.


Mi última parada del día fue el Seongeup Folk Village, un poblado tradicional que está rodeado por una gran muralla y que su interior muestra la arquitectura tradicional de sus antiguos habitantes. 



Casas hechas con roca volcánica y paja, templos, una escuela confucionista, antiguas oficinas gubernamentales, un enorme árbol de más de mil años (zelcoba), talleres de tintado…  La entrada es gratuita.





De vuelta al hotel, volví a cenar barbacoa 😋

Corea: Día 10 – Recorriendo la isla de Udo, una visita agridulce



Por la mañana temprano desayuné en el hostal y me fui en coche hasta Seongsan Port, donde se encuentra la terminal en la que se coge el ferry para ir a la isla de Udo.

Delante de la terminal de ferries hay un aparcamiento cubierto y otro al aire libre. Hay que pagar de todos modos y se paga por el día entero, cuando salgas del parking. Creo que me costó unos 5.000W.

En la terminal hay una cafetería, una oficina de turismo y aseos. Para comprar los tickets es necesario presentar el pasaporte y unos papeles que se rellenan allí mismo. Con el ticket en la mano, me fui al puerto y me subí al barco, que ya estaba allí. Había llegado justo a la hora de salida.


Me sorprendió mucho que dentro no hubiera asientos. Había una sala con aire acondicionado, que estaba cubierta de tatamis para que la gente se quitara los zapatos y se sentara en el suelo. Fuera hacía mucho calor y si te apoyabas en las barandillas, se te pegaba la pintura y se manchaba todo lo que apoyaras allí.


En unos 15 minutos llegamos al Puerto de Cheonjin. Allí me bajé y me dispuse a recorrer la isla. Mi idea era hacer el Udo Olle, un camino que recorre la isla y que tiene dos vertientes: una de 16 km y otro de 11 km. Me fue imposible. Hacía demasiado calor, demasiada humedad y no había ni una puñetera sombra.

Tan sólo llegué a una primera playa en la que había gente haciendo snorkel y barbacoas. El azul del mar era precioso y descansé un poco allí, metiendo los pies en el agua. La playa era muy poco profunda y podías andar mucho sin apenas mojarte las rodillas.


Como no paraba de ver motos y triciclos eléctricos dando vueltas por allí, volví al puerto e intenté alquilar uno. También me fue imposible. Probé en todos los puestos y todos me decían lo mismo. Si en el Carnet Internacional de Conducir no pone el sello expresamente en el hueco de motos, no se te alquila. Aunque sean motos eléctricas y pequeñas. Nada.

Mi última esperanza era comprar el ticket para el autobús turístico (5.000 W). Este ticket sirve para todo el día y te puedes bajar y subir las veces que quieras. Hay varios autobuses que dan vueltas por la isla y van haciendo paradas en los puntos más turísticos. Allí te bajas, ves lo que tengas que ver y esperas en la parada a que llegue el próximo. Hay cuatro paradas desde la que puedes caminar para ver las atracciones turísticas más interesantes:

Udobong Peak
Geommeolle Beach and Dongangyeonggul Cave
Hagosudong Beach and
Seobinbaeksa Beach.

Al principio la idea me contentó. Pero luego, no. Al montarme al inicio de línea, todo fue normal. Mi primera parada la hice cerca de la base del pico más alto de la isla: Udobong. Cerca de la parada de autobús había un camino lleno de puestos de bebidas, helados y souvenirs. Y unos aseos. Acabé comprándome una botella de zumo de mandarina con forma de un abuelo de Jeju, un dolharubang. Me salió bastante cara la botellita, el equivalente a 3€. Pero mereció la pena. Estaba buenísima.

Más adelante el camino se transformaba en un sendero en el que había caballos y que se bifurcaba, uno iba al faro y otro iba al pico del Udobong. No había mucha distancia. Así que, comencé a subir. Pero estaba todo húmedo y embarrado, por lo que se escurría mucho. Eso sí, las vistas eran una pasada, con Jeju en frente.  





De vuelta a la parada, cogí el autobús y llegué a la zona de Geommeolle (Keomeole) Beach. Allí había muchísima gente. Unas escaleras llevaban hasta una playa de arena negra rodeada por rocosos acantilados. Es el lugar donde se alquilan motos de agua y botes para llegar a la Cueva de Dog-An-Gyeong-Gul, en la que vivía una enorme ballena, según una leyenda local. Se puede entrar a la cueva cuando está la marea baja.




En la parte de arriba hay heladerías en las que venden los famosos helados de cacahuete de Udo, fruto que se cultiva allí.

Aquí ya estaba harta de autobús. Los autobuses turísticos pasan cada media hora por cada parada. La gente se arremolinaba en torno a ella y se desesperaba porque no venían. Todos esperando debajo de un sol tórrido. Cuando el autobús llegaba, la gente se mataba por subir porque no quería quedarse sin hueco y tener que estar esperando bajo el sol durante otra media hora.


Pero allí no había orden ninguno. Las abuelas chinas empujaban por doquier (si estás acostumbrados a este tipo de turistas, me entenderás), daban codazos y gritos y acababan siempre las primeras y cogiendo sitio para todos los que iban con ellas. El autobús no dejaba de meter a gente de pie, hasta que ya no cabía nadie más. Apretando todo lo que podía. Niños sentados en el suelo, gente empujándote… Es que ni en las curvas, ni en los baches, tenías miedo de caerte. Ibas tan apretado, que era imposible. Sólo quería salir de allí.

El resto de las excursiones fueron así. Acabé del autobús turístico hasta las narices. Y recordé para futuros viajes que siempre que vaya a comprar el Permiso Internacional de Conducir , tengo que pedir que me pongan el puñetero sellito también en el hueco de los ciclomotores.

Me fui de Udo con un sabor agridulce y antes de tiempo, porque yo esperaba echar muchas más horas allí. Pero en ese plan, no. En el coche, me fui a lo que veía desde el pico de Udobong: el cono volcánico de Seongsan Ilchulbong.  


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Corea: Día 9 – Mi primer día visitando la isla de Jeju



Después de la extraña noche que había pasado durmiendo en un Love Hotel en Busan, cogí un avión de Jeju Air que había contratado a través de su página web y que me costó 96.400 Won. Conseguí una oferta para ir en Premium por el mismo precio, pero la diferencia tampoco fue tanta. Tan sólo que pude entrar antes al avión.

En una hora, llegué al Aeropuerto Internacional de Jeju . Allí tuve que esperar dando vueltas, hasta que fuera la hora de recogida del coche que había alquilado, porque era muy temprano.

El coche lo reservé a través de la web de AVIS y me salió por 196$, tres días y con seguro incluido. Conducir en Jeju es bastante seguro. Sólo es liosa la parte que está más cercana al aeropuerto y a Jeju City, el resto es muy tranquila. Aquí dejo información sobre qué tienes que hacer cuando alquiles un coche en Jeju. 

Después de practicar un poco con el GPS coreano, que no es igual que los nuestros, me fui directamente al hostal que había contratado. Había elegido la ciudad de Seogwipo para alojarme, en la parte sur de la isla, porque estaba cercana a muchos sitios turísticos, era barata y se escapaba del barullo de Jeju City y de los mamotréticos resorts de Jungmun Complex.

Bajando la calle del hotel llegué al puerto de Seogwipo. Desde el Puente de Chilsipnigyo se pueden ver un montón de peces voladores dando saltos.


En el aparcamiento del puerto había varias tiendas de comida y de souvenirs y estaban montando un escenario para hacer un espectáculo de música coreana por la noche. 


Justo al lado del parking, está la entrada de Cheonjiyeon. El ticket cuesta 2.000 W y, antes de entrar, hay un área de descanso preciosa, con un montón de sombras, un puesto de helados y snacks, máquinas expendedoras y baños.

Una vez dentro, el camino transcurre entre árboles, siguiendo el curso de un río y atravesando unos bonitos puentes.

Los famosos dolharubang, los abuelos de Jeju, custodian la entrada. Son las estatuas más famosas de la isla y representan a los dioses de la fertilidad y de la protección. Se solían poner a la entrada de los pueblos para proteger a la gente de los demonios. Están esculpidos en roca volcánica y su nombre significa abuelo de piedra en el dialecto de Jeju.


Siguiendo recto, pronto se llega a la famosa cascada de Cheonjiyeon. Su nombre significa La cascada que une el cielo con la tierra. El agua del río Sombancheon cae sobre una poza y continúa su camino hasta un estanque artificial. Aunque el agua siempre cae en un área en particular, dependiendo de la cantidad de lluvia reciente, el agua puede extenderse. En la parte inferior de la cascada se construyó este estanque artificial de 20 metros de profundidad. Dos pequeñas presas ayudan a mantener el agua a un nivel específico.


Saliendo del complejo de la cascada, de vuelta al parking, continué andando por unas escaleras que aparecieron justo al lado del edificio de los restaurantes, a mano izquierda.

Estas escaleras me llevaron a un pequeño templo y acababan en la carretera. Seguí andando por la acera cuesta arriba. El camino estaba lleno de miradores, pequeños parkings y hoteles escondidos en medio de la naturaleza. Los miradores estaban conectados a través de pequeños senderos que llevaban a playas, bajando la montaña, y a pequeñas cafeterías-chiringuito.


Desde la mayoría de ellos, había vistas preciosas de Oedolgae, una impresionante roca que se eleva 20 metros en medio del mar.


El calor y la humedad eran abrasadores. Durante mi camino de vuelta a Seogwipo, me paré en un conbini a refrescarme y a comer algo rápido. Unos noodles que sabían a risquetos y que me estaba aficionando a ellos:


Bajé de nuevo las escaleras y, en vez de desviarme, seguí recto hasta llegar andando a la otra cascada famosa del pueblo: la de Jeongban. Su forma es mundialmente famosa por ser la única cascada cuyo caudal cae directamente al mar. Después de bajar los escalones hasta el acantilado, puedes bañarte debajo de ella, o simplemente mojarte los pies para refrescarte en verano. Su precio es de 2.000 W.



La tarde la pasé durmiendo en el hostal, porque llevaba levantada desde las 4’30 de la mañana y estaba reventada.

Al anochecer fui en coche a Jungmun Resort. Dejé el coche donde pude, no había muchas opciones y paseé por el lugar sin mucho entusiasmo. Hoteles enormes y lujosos, museos extraños y restaurantes caros. Nada del otro mundo.


Me volví a Seogwipo, porque allí no tenía mucho que hacer. Quería buscar algún sitio allí para cenar y lo encontré pronto. La calle en la que acababa la de mi hotel estaba llena de restaurantes de barbacoas. La calle estaba abarrotada de gente y salía un olorcillo increíble de las terrazas. Allí acabé la noche, con una enorme barbacoa de cerdo negro (la gran especialidad de Jeju), que viene acompañada de un montón de platitos con salsas, ensaladas, arroz… Al mejor estilo coreano. Acabaría repitiendo.




Corea: 12 imprescindibles que hacer y que ver en la isla de Jeju



La isla de Jeju, al sur de Corea, cuenta con tres nombramientos de la UNESCO: Geoparque Global, Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad. Además de salir elegida como una de las siete maravillas naturales del mundo moderno. Su belleza es enorme, aunque suele estar olvidada en los itinerarios de viajeros que visitan Corea del Sur. No así para los locales. Jeju es un destino famoso entre los recién casados y las parejitas, que suelen hospedarse en alguno de los resorts de Jungmun.

Aunque la isla cuenta con una amplia red de autobuses, yo te recomiendo que alquiles un choche para visitar todo lo que puedas y aproveches más el tiempo. Además, conducir aquí es súper sencillo y sale rentable. Pasa de los mamotréticos hoteles de Jungmun y alójate en Seogwipo, una ciudad en el sur de Jeju, que está bastante cerca de muchas atracciones turísticas. En tu visita a Corea, ¡no puede faltar Jeju!

Qué hacer en Jeju

1. Pasear hasta la cascada de Cheonjiyeon: un camino lleno de naturaleza, frente al puerto de Seogwipo, te llevará hasta esta cascada, cuyo nombre significa La que une el cielo con la tierra.  El agua del río Sombancheon cae sobre una poza y continúa su camino hasta un estanque artificial. Precio: 2.000 W.


2. Ver cómo llegar al mar la cascada de Jeongban: su forma es mundialmente famosa por ser la única cascada cuyo caudal cae directamente al mar. También se encuentra en Seogwipo. Precio: 2.000 W.


3. Comer cerdo negro a la barbacoa: una de las carnes más famosas y exclusivas de Corea es la del cerdo negro de Jeju. Se sirve en barbacoas acompañado de otros muchos platos de verdura y salsas. 


4. Comprar mandarinas: Desde el siglo XIII se tiene conocimiento de que las naranjas y las mandarinas dominan la isla de Jeju. En estos escritos hay registros de las medidas que estaba tomando el gobierno de aquella época para organizar y promover las plantaciones de gyul, un tipo de mandarinas. Tal era su fama que inmensas cajas eran mandadas a la familia real dos veces al año. Hoy se pueden encontrar principalmente dos tipos de fruto, que venden también en zumo: mandarinas (kamgyul) y naranjas gigantes (hallabong).


5. Subir hasta Seongsan Ilchulbong: uno de los monumentos naturales más impresionantes de Jeju es este monte en forma de cono que está unido a la tierra formando una curiosa península. El ascenso no es fácil, pues hay que salvar sus 90 metros de altura. Su origen es fruto de una enorme erupción volcánica ocurrida hace miles de años. Precio: 2.000 W.


6. Hacerse fotos con los dolharubang, los abuelos de Jeju: las estatuas más famosas de Jeju representan a los dioses de la fertilidad y de la protección en la isla. Se solían poner a la entrada de los pueblos para proteger a la gente de los demonios. Están esculpidos en roca volcánica y su nombre significa abuelo de piedra en el dialecto de Jeju.


7. Disfrutar de las vistas de Oedolgae: al sur de la isla, cerca de Seogwipo, hay un montón de miradores gratuitos desde los que poder admirar esta impresionante roca que se eleva 20 metros en medio del mar.


8. Ascender a Hallasan, el pico más alto de Corea del Sur: este volcán, ubicado en el centro de la isla, ofrece las rutas de senderismo más espectaculares de Jeju. Aquí el paisaje se transforma y pasamos, de la calidez de la playa, a la humedad e incluso frío en su pico en pleno verano. Desde la base hasta la cumbre hay pocos kilómetros, pero mucho desnivel. Se puede ir y volver en el mismo día, pero hay que tener en cuenta que las condiciones atmosféricas pueden cambiar en cualquier momento, por lo que hay que ir preparado. Si consigues hacer el recorrido, podrás adquirir un título de tu hazaña (previa comprobación de la misma, enseñando una foto en la que aparezcas tú mismo posando junto a la piedra de la cima).


9. Aprender sobre la cultura de Jeju en Seongeup Folk Village: este poblado tradicional está rodeado por una gran muralla y su interior muestra la arquitectura tradicional de sus antiguos habitantes. Casas hechas con roca volcánica y paja, templos, una escuela confucionista, antiguas oficinas gubernamentales, un enorme árbol de más de mil años (zelcoba), talleres de tintado… Seongeup lo tiene todo para disfrutar de un agradable paseo mientras te rodeas de la antigua cultura isleña. Gratis.


10. Atravesar el Túnel de lava de Manjanggul: existen varias cuevas y túneles en Jeju, pero el más espectacular y visitado de la isla es el de Manjanggul. Y es que se puede pasear por su interior durante 1 km, pero con un 99’99% de humedad. Precio: 2.000 W.


11. Visitar la Isla de Udo y comerse un helado de cacahuete: a 3’5 km de la costa de Jeju, a Udo se puede acceder en poco tiempo usando uno de los muchos ferries que salen desde Seongsan Port. Udo es conocida por ser como Jeju, pero en miniatura. Tiene una forma similar, pero mide sólo 6 km², contando con una ruta de senderismo que la recorre a lo largo de 16 km con maravillosas vistas del mar y de Seongsan Ilchulbong.


12. Entrar a algún museo raro: Jeju es el paraíso para los amantes de los museos estrafalarios. Los hay de todos los tipos. Su especialidad son los eróticos, que suelen ser de visita obligada para los coreanos durante su luna de miel en la isla, como Love Land o The Museum of Sex & Health. Pero también puedes visitar el de ositos de peluche, el de Hello Kitty, el de Da Vinci… La oferta es enorme.


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