Por la mañana
temprano desayuné en el hostal y me fui en coche hasta Seongsan Port, donde se encuentra la terminal en
la que se coge el ferry para ir a la isla de Udo.
Delante de la
terminal de ferries hay un aparcamiento cubierto y otro al aire libre. Hay que
pagar de todos modos y se paga por el día entero, cuando salgas del parking. Creo
que me costó unos 5.000W.
En la terminal
hay una cafetería, una oficina de turismo y aseos. Para comprar los tickets es
necesario presentar el pasaporte y unos papeles que se rellenan allí mismo. Con
el ticket en la mano, me fui al puerto y me subí al barco, que ya estaba allí. Había
llegado justo a la hora de salida.
Me sorprendió
mucho que dentro no hubiera asientos. Había una sala con aire acondicionado,
que estaba cubierta de tatamis para que la gente se quitara los zapatos y se
sentara en el suelo. Fuera hacía mucho calor y si te apoyabas en las barandillas,
se te pegaba la pintura y se manchaba todo lo que apoyaras allí.
En unos 15
minutos llegamos al Puerto de Cheonjin. Allí me bajé
y me dispuse a recorrer la isla. Mi idea era hacer el Udo Olle, un camino que
recorre la isla y que tiene dos vertientes: una de 16 km y otro de 11 km. Me
fue imposible. Hacía demasiado calor, demasiada humedad y no había ni una
puñetera sombra.
Tan sólo llegué
a una primera playa en la que había gente haciendo snorkel y barbacoas. El azul
del mar era precioso y descansé un poco allí, metiendo los pies en el agua. La
playa era muy poco profunda y podías andar mucho sin apenas mojarte las
rodillas.
Como no paraba
de ver motos y triciclos eléctricos dando vueltas por allí, volví al puerto e
intenté alquilar uno. También me fue imposible. Probé en todos los puestos y
todos me decían lo mismo. Si en el Carnet Internacional de Conducir no pone el sello
expresamente en el hueco de motos, no se te alquila. Aunque sean motos eléctricas
y pequeñas. Nada.
Mi última
esperanza era comprar el ticket para el autobús turístico (5.000 W). Este ticket
sirve para todo el día y te puedes bajar y subir las veces que quieras. Hay
varios autobuses que dan vueltas por la isla y van haciendo paradas en los
puntos más turísticos. Allí te bajas, ves lo que tengas que ver y esperas en la
parada a que llegue el próximo. Hay cuatro paradas desde la que puedes caminar para
ver las atracciones turísticas más interesantes:
Udobong Peak
Geommeolle
Beach and Dongangyeonggul Cave
Hagosudong
Beach and
Seobinbaeksa
Beach.
Al principio
la idea me contentó. Pero luego, no. Al montarme al inicio de línea, todo fue
normal. Mi primera parada la hice cerca de la base del pico más alto de la isla:
Udobong. Cerca de la parada de autobús había un camino lleno de puestos de
bebidas, helados y souvenirs. Y unos aseos. Acabé comprándome una botella de
zumo de mandarina con forma de un abuelo de Jeju, un dolharubang. Me salió
bastante cara la botellita, el equivalente a 3€. Pero mereció la pena. Estaba buenísima.
Más adelante
el camino se transformaba en un sendero en el que había caballos y que se
bifurcaba, uno iba al faro y otro iba al pico del Udobong. No había mucha
distancia. Así que, comencé a subir. Pero estaba todo húmedo y embarrado, por
lo que se escurría mucho. Eso sí, las vistas eran una pasada, con Jeju en
frente.
De vuelta a la
parada, cogí el autobús y llegué a la zona de Geommeolle (Keomeole) Beach. Allí
había muchísima gente. Unas escaleras llevaban hasta una
playa de arena negra rodeada por rocosos acantilados. Es el lugar donde se
alquilan motos de agua y botes para llegar a la Cueva de Dog-An-Gyeong-Gul, en la
que vivía una enorme ballena, según una leyenda local. Se puede entrar a la
cueva cuando está la marea baja.
En la parte de
arriba hay heladerías en las que venden los famosos helados de cacahuete de Udo,
fruto que se cultiva allí.
Aquí ya estaba
harta de autobús. Los autobuses turísticos pasan cada media hora por cada
parada. La gente se arremolinaba en torno a ella y se desesperaba porque no venían.
Todos esperando debajo de un sol tórrido. Cuando el autobús llegaba, la gente
se mataba por subir porque no quería quedarse sin hueco y tener que estar esperando
bajo el sol durante otra media hora.
Pero allí no
había orden ninguno. Las abuelas chinas empujaban por doquier (si estás acostumbrados
a este tipo de turistas, me entenderás), daban codazos y gritos y acababan
siempre las primeras y cogiendo sitio para todos los que iban con ellas. El
autobús no dejaba de meter a gente de pie, hasta que ya no cabía nadie más. Apretando
todo lo que podía. Niños sentados en el suelo, gente empujándote… Es que ni en
las curvas, ni en los baches, tenías miedo de caerte. Ibas tan apretado, que
era imposible. Sólo quería salir de allí.
El resto de las
excursiones fueron así. Acabé del autobús turístico hasta las narices. Y recordé
para futuros viajes que siempre que vaya a comprar el Permiso Internacional de Conducir , tengo que pedir que me pongan el puñetero sellito también en el hueco
de los ciclomotores.
Me fui de Udo
con un sabor agridulce y antes de tiempo, porque yo esperaba echar muchas más
horas allí. Pero en ese plan, no. En el coche, me fui a lo que veía desde el
pico de Udobong: el cono volcánico de Seongsan Ilchulbong.
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