Después de
llegar de ver el Oryukdo Skywalk y de descansar en el hotel, fui a buscar un
sitio para cenar en la cercana Chinatown. Está justo en frente de Busan
Station. Su origen se remonta a 1884, cuando Busan comenzó a desarrollar
relaciones comerciales con Shanghai y una pequeña comunidad china se estableció
aquí, construyéndose una escuela china, casas residenciales y un consulado.
En las paredes
a veces aparecen pinturas de personajes chinos famosos, como el novelista
Samguk Ji.
A pesar de que
la calle principal se llama Shanghai Street, yo me quedé algo decepcionada,
pues lo que más encontré fue un montón de restaurantes rusos. Los rusos que viven aquí son procedentes de
Koryo-Saram, un territorio que se encontraba en la frontera de Corea con Rusia
y que era controlado por la dinastía Gojoseon. Las reminiscencias de esto
hicieron que existieran muchas personas de origen coreano viviendo en la zona
de Vladivostok. Sin embargo, en la época de Stalin, se vieron como peligrosas y
las señalaron como potenciales aliados del enemigo Japón, por lo que los
obligaron a salir de allí y muchos acabaron en Corea.
Por la noche, la
zona toda iluminada, da un poco de miedo, parece más bien un barrio rojo.
Siguiendo toda
la calle hacia delante, pronto llegué a los alrededores de Gulkje Market y a la
zona de BIFF Square. Su nombre procede del Busan
International Film Festival y hoy se ha convertido en una gran atracción
turística. La zona va desde Buyeong Theater en Nampo-dong, hasta
Chungmu-dong y está dividida en Star Street y Festival Street. En el suelo se
encuentran las huellas de estrellas de cine coreanas.
Por
la noche hay muchísima gente paseando y comiendo en sus puestos callejeros. Lo más
típico es comerse un Ssiat hotteok en uno de ellos y es que, desde que el
cantante coreano Lee Seung-gi se pasó por aquí a por uno… su popularidad creció
como la espuma. Esta especialidad consiste en una tortita coreana hecha de
trigo, agua, leche, azúcar y levadura. Dentro se rellena con frutos secos y otros
ingredientes.
Aunque cuando yo fui, lo que estaban triunfando eran estos bocadillos de gofres. La cola para pedir era inmensa.
Lo
que más me llamó la atención fueron los puestos de videntes a lo largo de la
calle.
Otra de las cosas llamativas (no sólo aquí, sino en toda Corea), es la manía de tirar la basura al suelo, en cualquier sitio, haciendo montones. No lo entenderé nunca.
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