Paseando desde
el centro de Copenhague llegué andando a la Ciudad Libre de Christiania en una
media hora, con un frío y una lluvia considerable. La verdad es que me
decepcionó un poco. Me esperaba otra cosa. Me encontré con algo que me pareció
bastante decadente. La idea original de su creación me atrajo
por lo atractivo de su utopía y por curiosidad. Tenía mil preguntas: ¿cómo puede
existir esto en la Unión Europea? ¿Cómo lo permite el gobierno danés?... Y me fui
con más duda aún.
Christiania
empezó a funcionar en 1971 cuando unos okupas derribaron la valla de unos
terrenos militares abandonados. La razón original fue que querían un sitio
donde pudieran jugar sus hijos. A esta primera okupación, se le unió el movimiento político y cultural provo, una contracultura que atacaba las
estructuras sociales del Estado y que, a diferencia de los hippies, no lo hacía
de forma impulsiva, sino también de forma consciente y racional, despertando a
la sociedad con preguntas y sentido del humor.
Así, los provo
promueven la okupación ilegal de este terreno para hacer una comuna y crear espacios culturales. Yo no sé cómo, pero el gobierno se lo permitió. Y, en
1989, lanzó la Ley de Christiania, transfiriéndole parte de la supervisión del
área de la municipalidad de Copenhague al estado danés, y aceptando conservar
el asentamiento supeditado a una futura legalización y normalización.
Después de
varios altercados e intentos de evacuación, en 2012 los okupas aceptaron
comprar a precios muy bajos estos terrenos para convertirlos en legales y
propios, pero supeditados a la comuna creada, por lo que no pueden venderse de
manera individual.
Actualmente se
trata de un barrio autogobernado e independiente. De hecho, cuando entras en
Christiania, lo primero que te encuentras es con el letrero “Está saliendo de la
Unión Europea”. Aquí las drogas blancas se permiten, no así los coches. Y cada
uno puede hacer lo que le dé la gana (en teoría).
Los antisistema,
que viven del sistema
“Entre los
residentes de Christiania hay músicos, pintores, obreros, profesores de
universidad y algún médico. La mayoría paga sus impuestos como cualquier
ciudadano, y un 40% recibe algún tipo de ayuda del Estado, en una curiosa
contradicción con sus críticas al sistema.
Cobran el
paro, las pensiones, los niños (como en el resto del país) reciben cada tres
meses 300 euros para ropa, y los universitarios un salario de 750 euros al mes.
Al mismo tiempo gozan de ciertos privilegios (entre otros, no pagan impuestos
de bienes inmuebles ni recogida de basura).” (El país)
Sus casas,
aunque sean comunales, penden de hipotecas solicitadas a los bancos, por lo que
también pagan intereses al estado capitalista…
Hoy, la droga
impera en Christiania. El espíritu original de este movimiento no está tan
claro y, lo que empezó siendo una comuna utópica, acabó convirtiéndose en un
negocio para los narcotraficantes.
En 2014, la policía
danesa cifraba en 150 millones lo que mueve allí la marihuana cada año.
Redadas, altercados violentos con la policía, tiroteos…, incluso simpatizantes
con el Estado Islámico vivían allí. Todo esto hizo que sus propios habitantes,
los originarios y los que vinieron más tarde que comparten sus ideales, se
reunieran y condenaran el alto índice de criminalidad que tenían. Hicieron incluso
un llamamiento a los visitantes para que no compraran cannabis allí, por el
bien de Christiania.
Cómo es la visita a
Christiania
Nada más pasar
el arco de Christiania, la ciudad cambia completamente. En una pared tienen
pintado su mapa en el que se ve cómo está organizado el territorio. Alrededor
de un bonito lago se van situando las casas de sus habitantes, cada una
construida y decorada como le viene en gana. El asfalto se va mezclando con los
tramos adoquinados y con los caminos de tierra.
La primera
calle con la que te vas a encontrar es la famosa Pusher Street, la Calle del
Traficante. Aquí es donde se vende droga y donde no se pueden hacer fotos. Ni lo
intentes. En cuanto entres en la calle, varios “Christianios” vendrán a pedirte
amablemente que no hagas fotos. Si insististes, ese “amablemente” se convertirá
en gritos. Están muy organizados y vigilan a todos los visitantes que pasean
por allí.
Cerca de la
entrada principal verás puestecillos de merchandising de Christiania, como
camisetas, banderas, chapas, postales… con su símbolo “oficial”: la bandera
roja, con tres círculos amarillos.
También
encontrarás puestos de artesanía hecha allí y todos los instrumentos que
quieras para fumar cannabis. A mí me dijeron que tampoco hiciera fotos de
ningún puesto de venta.
En mitad de la
plaza hay varios restaurantes. Yo no pasé. No sé yo las medidas higiénicas alimentarias
que tienen acordadas en común los habitantes de este lugar…
Al final de la
calle está el mercado central. Una gran nave llena de tiendas en las que puedes
encontrar de todo, no sólo objetos relacionados con Chrisitania. Sobre todo, lo
que más vi fueron herramientas y bazares. Y muchas Christiania bikes, unas bicis
artesanales, que tienen un cajón delante para llevar a los niños. Las construyen
ellos mismos y las venden allí.
Entre sus servicios
también tienen salas de exposiciones, una guardería, tiendas y lugares para
conciertos. Gente como Bob Dylan, Green Day o Eric Clapton, han actuado en su
plaza. Incluso tienen su propio sistema de correo y un sistema de venta de
acciones por si quieres ayudarles con los intereses de los bancos a los que
pidieron las hipotecas para comprar sus casas. Antiguamente tenían hasta su
propia moneda. Pero ya no es necesaria. Ah, aceptan tarjeta de crédito en todos
lados.
Personalmente,
no me gustó mucho la visita. Además de verme intimidada por tanta vigilancia alrededor
de Pusher Street, que parecía yo una delincuente, había mucha basura por los
rincones y todo estaba como en decadencia. Casas medio caídas, palés arrumbados
en cualquier sitio, paredes pintarrajeadas sin sentido, jardines sin cuidar…y
muchas contradicciones.
Visto el
lugar, sólo te queda volver a Copenhague atravesando el arco que indica “You
are now entering the EU”.
Algunas fotos de Christiania
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