Después de la
extraña noche que había pasado durmiendo en un Love Hotel en Busan, cogí un
avión de Jeju Air que había contratado a través de su página web y que me costó
96.400 Won. Conseguí una oferta para ir en Premium por el mismo precio, pero la
diferencia tampoco fue tanta. Tan sólo que pude entrar antes al avión.
En una hora, llegué al Aeropuerto Internacional de Jeju . Allí tuve que esperar
dando vueltas, hasta que fuera la hora de recogida del coche que había
alquilado, porque era muy temprano.
El coche lo
reservé a través de la web de AVIS y me salió por 196$, tres días y con seguro
incluido. Conducir en Jeju es bastante seguro. Sólo es liosa la parte que está
más cercana al aeropuerto y a Jeju City, el resto es muy tranquila. Aquí dejo información sobre qué tienes que hacer cuando alquiles un coche en Jeju.
Después de
practicar un poco con el GPS coreano, que no es igual que los nuestros, me fui
directamente al hostal que había contratado. Había elegido la ciudad de
Seogwipo para alojarme, en la parte sur de la isla, porque estaba cercana a
muchos sitios turísticos, era barata y se escapaba del barullo de Jeju City y
de los mamotréticos resorts de Jungmun Complex.
Bajando la
calle del hotel llegué al puerto de Seogwipo. Desde el Puente de Chilsipnigyo se
pueden ver un montón de peces voladores dando saltos.
En el
aparcamiento del puerto había varias tiendas de comida y de souvenirs y estaban
montando un escenario para hacer un espectáculo de música coreana por la noche.
Justo al lado del parking, está la entrada de Cheonjiyeon. El ticket cuesta 2.000
W y, antes de entrar, hay un área de descanso preciosa, con un montón de
sombras, un puesto de helados y snacks, máquinas expendedoras y baños.
Una vez
dentro, el camino transcurre entre árboles, siguiendo el curso de un río y
atravesando unos bonitos puentes.
Los famosos dolharubang,
los abuelos de Jeju, custodian la entrada. Son las estatuas más famosas de la
isla y representan a los dioses de la fertilidad y de la protección. Se solían
poner a la entrada de los pueblos para proteger a la gente de los demonios.
Están esculpidos en roca volcánica y su nombre significa abuelo de piedra en el
dialecto de Jeju.
Siguiendo recto,
pronto se llega a la famosa cascada de Cheonjiyeon. Su nombre significa La
cascada que une el cielo con la tierra. El agua del río Sombancheon cae sobre
una poza y continúa su camino hasta un estanque artificial. Aunque el agua
siempre cae en un área en particular, dependiendo de la cantidad de lluvia
reciente, el agua puede extenderse. En la parte inferior de la cascada se
construyó este estanque artificial de 20 metros de profundidad. Dos pequeñas
presas ayudan a mantener el agua a un nivel específico.
Saliendo del
complejo de la cascada, de vuelta al parking, continué andando por unas escaleras
que aparecieron justo al lado del edificio de los restaurantes, a mano
izquierda.
Estas escaleras
me llevaron a un pequeño templo y acababan en la carretera. Seguí andando por
la acera cuesta arriba. El camino estaba lleno de miradores, pequeños parkings
y hoteles escondidos en medio de la naturaleza. Los miradores estaban
conectados a través de pequeños senderos que llevaban a playas, bajando la
montaña, y a pequeñas cafeterías-chiringuito.
Desde la
mayoría de ellos, había vistas preciosas de Oedolgae, una impresionante roca
que se eleva 20 metros en medio del mar.
El calor y la
humedad eran abrasadores. Durante mi camino de vuelta a Seogwipo, me paré en un
conbini a refrescarme y a comer algo rápido. Unos noodles que sabían a risquetos y que me estaba aficionando a ellos:
Bajé de nuevo
las escaleras y, en vez de desviarme, seguí recto hasta llegar andando a la
otra cascada famosa del pueblo: la de Jeongban. Su forma es mundialmente famosa
por ser la única cascada cuyo caudal cae directamente al mar. Después de bajar
los escalones hasta el acantilado, puedes bañarte debajo de ella, o simplemente
mojarte los pies para refrescarte en verano. Su precio es de 2.000 W.
La tarde la pasé
durmiendo en el hostal, porque llevaba levantada desde las 4’30 de la mañana y estaba
reventada.
Al anochecer
fui en coche a Jungmun Resort. Dejé el coche donde pude, no había muchas
opciones y paseé por el lugar sin mucho entusiasmo. Hoteles enormes y lujosos,
museos extraños y restaurantes caros. Nada del otro mundo.
Me volví a
Seogwipo, porque allí no tenía mucho que hacer. Quería buscar algún sitio allí
para cenar y lo encontré pronto. La calle en la que acababa la de mi hotel
estaba llena de restaurantes de barbacoas. La calle estaba abarrotada de gente
y salía un olorcillo increíble de las terrazas. Allí acabé la noche, con una enorme
barbacoa de cerdo negro (la gran especialidad de Jeju), que viene acompañada de
un montón de platitos con salsas, ensaladas, arroz… Al mejor estilo coreano. Acabaría
repitiendo.
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