Japón - Día 4: De compras por Akihabara (Tokyo)


Con premura, ese día fui hacia Akihabara, el barrio paradigmático de Tokyo. Ya en la estación de tren todo me llamaba la atención: dibujitos manga por todos lados, ambiente friki, otakus, carteles, pantallas gigantes, música… Akihabara es un sinfín de tiendas de varios pisos, la mayoría de ellas sin ascensor y con escaleras estrechísimas, donde ver libros, libros y más libros, y figuritas de anime. Los japoneses que me encontré aquí no son como los que estaba yo acostumbrada a ver. La paciencia y la amabilidad que les caracteriza aquí se olvida. Todo el mundo va andando rápido, chocándose contigo, nadie se disculpa. Y los adolescentes, con el pavo a cuestas, están demasiado absortos en sus lecturas como para darse cuenta de que están molestando en el pasillo.



Akihabara empezó siendo igual que la Electric Street de Shinjuku, pero poco a poco la electrónica ha dado paso al manga. Los vendedores, al igual que en Shinjuku, salen a la calle a gritar por los megáfonos como si fueran tómbolas, pero mucho más estrafalarios y divertidos. Su ciudad electrónica se llama Denki-Gai. Las tarjetas de crédito se aceptan en prácticamente todos los establecimientos.






Las grandes cadenas de comida también están aquí. Así que aproveché para comer en un Yosinoya, barato y rico. Después entré en varios centros comerciales, como el edificio de Sega, el famoso Don Quixote, el Tokyo Anime Center o el    Yodobashi Camera, el centro electrónico más grande el mundo. Las Maids aparecen en cada esquina para ofrecer publicidad de sus cafés. La verdad es que tenía curiosidad por ir a uno, pero al final me dio cosa, porque muchos de ellos sólo permiten el paso a hombres. No entenderé nunca la costumbre de estos cafés, pero bueno…




Al final acabé entrando en un karaoke, muy chulo y barato. Las salas estaban tematizadas y con la entrada venían incluidas dos bebidas. 👉 Más información. 


Subí en el ascensor y me metí en una sala chulísima, llena de aparatos, una tele enorme, micros, tablets… Me trajeron la bebida, la carta no era cara. Y allí estuve haciendo el pavo durante 45 minutos. Cuando quedaban 5 minutos, el teléfono empezó a sonar. No sabía qué hacer. Abrí la puerta y le dije a un empleado: el teléfono está sonando. Me miró con cara de  “pues cógelo”.  Lo cogí, y me dijeron como pudieron que tenía 5 minutos para recoger las cosas y pagar en recepción.

Allí el karaoke se vive y lo que realmente se alquila es la sala. Luego cada uno se puede llevar lo que quiera. La gente iba con bolsas llenas de bebida y comida, plan botellón. 

También vi el Café Moco y el Café de los vampiros.



Es uno de los pocos sitios donde encontré una tienda de souvenirs para extranjeros. Hasta ese momento me había sido muy difícil encontrar recuerdos donde pusiera lo típico, el nombre la ciudad, algún monumento… Por suerte, muy cerca del edificio de Sega encontré uno con buenos precios, que vendían souvenirs de todo tipo.

Saliendo un poco del bullicio del anime busqué la Catedral de Nicholai. Una catedral ortodoxa rusa. No pega mucho con el resto del barrio y no te la esperas cuando aparece ante tus ojos. Está junto a la estación de Ochanomizu. Su nombre se debe a un misionero ruso que extendió la religión ortodoxa por Japón. Una rareza que merece la pena visitar.


Desde allí mismo cogí el transporte hacia Ueno, aún me esperaban mis dos kilometritos para llegar al hotel. 

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