Está muy bien decorado y las camareras van con yukatas. El espectáculo de teppanyaki mola, pero algo flojo, porque dura poco. Para éste hay que reservar antes.
Siempre está lleno. No es caro y la comida está bastante buena: sobre todo los postres. Al traerte la cuenta te dan la típica toalla caliente, un platito con fruta y un chupito. Sake... qué recuerdos.
Comienza una nueva etapa. Echaré de menos la playita y el curry y los nachos del guiri. Sobre todo a mi grupo de trabajo. ¡Seguid trabajando así de bien!