Los glaciares Franz Josef y Fox están separados por tan sólo 23 km. Éste tiene una longitud de 13’5 km y un desnivel de casi 3.000m. Su nombre se debe a la visita del primer turista en 1872, el primer ministro Sir William Fox. El pueblo está a escasos minutos del aparcamiento y tiene 300 habitantes, pero poco que ofrecer al turista, tan sólo resort de montaña y un camping.
Mi siguiente parada sería para ver el Glaciar Fox. Desde el aparcamiento hasta el inicio del glaciar hay 50 minutos. El camino empieza llano, aunque con muchas piedras, para luego empezar el ascenso. El tramo es mucho más largo que el de Franz Josef y estaba mucho más visitado. De hecho, mucha gente abandonaba las cuestas empinadas y no llegaba al final.
Por el camino se atraviesan arroyos y cascadas. Algunos sitios son peligrosos y hay carteles de prohibido pararse, pero cuando la pendiente no acaba… es casi inevitable.
Hay que llegar arriba. Yo tuve la suerte de ir en un día claro y las vallas estaban bastante cercanas al glaciar, por lo que las vistas fueron increíbles. De un azul precioso, el glaciar te deja boquiabierto.
Y vuelta camino abajo hacia el coche, porque me esperaba un largo trayecto hacia Te Anau. Una de las jornadas más largas de conducción del viaje, atravesando el Estrecho de Haast.