Después de vivir el
timo de los monjes, visitamos la Casa de Lei Lutai, perfectamente conservada.
También visitamos otros templos, donde no nos timaron. Ya, cada vez que veíamos a un monje salíamos escopeteaos.
Y acabamos recorriendo
un poco de la muralla, para disfrutar de las vistas de los tejados
tradicionales. Son tan bonitos que te trasladan a otra época.
Para terminar, cuando anocheció pudimos disfrutar de un festival que estaban haciendo en la puerta de la muralla, fuera del casco histórico, en la zona nueva. Parecía un concurso de talentos y estaban retrasmitiéndolo por la tele. Lo más llamativo fue un concurso de baterías. El ejército lo estaba supervisando todo. Fue curioso.
Cuando nos cansamos de
estar de pie, volvimos a nuestro albergue mientras disfrutábamos del Pingyao de
noche, todo iluminado. Si es bonito de día, de noche es precioso.