Este día lo dediqué entero a ver todos los monumentos de Pingyao. Uno de los últimos templos al que fui fue el Templo de Confucio, a las afueras de la zona amurallada, donde ya sí está permitido el tráfico.
El templo es precioso
y estaba lleno de mochileros españoles. Cuando estuve frente al altar mayor
se me acercó un monje que estaba cantando en una esquina. El monje me dio
tres varitas de incienso para que las quemara y rezara con él. Me enseñó
la ceremonia y las reverencias y me sentó en una mesita.
Allí me hizo abrir un
librito al azar, me enseñó con ejemplos que podían tocar cosas buenas y cosas
malas. Estaba perfectamente escrito en inglés. Lo abrí y me tocó el símbolo de
talento. Hasta ahí
bien, todos contentos.
Pero, de repente, saca
un libro de cuentas y me pide dinero. No me dejaba irme. Decía que me había
leído el futuro y que debía pagar para que se cumpliera. Le dio todo lo que había en la cartera (unos 50
yuanes, porque lo demás estaba escondido para que no me lo robaran). Enfadado, me volvió a enseñar el libro de cuentas: había una columna donde ponías tu nombre
y otra donde ponías la cantidad y afirmó que lo mínimo eran 100 yuanes.
Le volví a enseñar
la cartera: estaba vacía. No hay más. Con mala cara, me dio un boli. Lo apunté.
Pero… no me dejaba levantarme.
Por fin me dejó ir…
pero el monje me vino a decir:
“No pagas, no talento”
A ver… que los dioses
me amparen. Jajaja
1 comentarios :
comentariosNo te preocupes, tu ya tienes talento de sobra, no hay que ser avaricias como el monje.
ReplyLo siento por el pobre Juan Antonio, seguro que el chino solo le dio al final media suerte. xD