Tras haber mirado el día anterior varias agencias para negociar el precio de las excursiones, reservé una con CITS para hacer bambú rafting y disfrutar del paisaje natural de Guilin. No salió muy caro.
Había quedado en el
hostal a las 10, pero eran las 10’30 y no venía nadie a buscarme. El recepcionista
me hizo el favor de llamar a CITS para ver si habían tenido algún problema. Lo solucionaron al instante y en poco tiempo estaba allí el autobús. Esta vez
íbamos bastantes occidentales y la guía daba las explicaciones en chino y en
inglés.
Durante todo el trayecto nos contaba lo que íbamos a hacer cuando llegáramos a la zona del río y que la excursión no era tan buena, porque íbamos a ir en una barca cuatro personas y no eran de bambú auténtico; pero que si contratábamos la de por la tarde (que nos hacían un precio especial) pues que podríamos disfrutar de un romántico paseo en parejas en una barca de bambú auténtico, podríamos ver la pesca con cormoranes y montarnos en búfalos de agua, water buffaloes. La estrategia era bastante buena y casi todos picamos.
Cuando paró el autobús
llegamos a un sitio chabolero, con un montón de chinos pidiendo. La guía
insistió en que fuéramos a los aseos, pero ningún occidental se atrevió a
entrar del olor tan nauseabundo que salía de ellos.
Nos llevaron a la
orilla del río y allí nos montaron en una barca. Tenía razón la guía: de bambú
nada, de pwc cutres. El paisaje se lo están cargando con tanto turismo y con
los motores de estas barcas. Nos recomendaron que no metiéramos los pies ni en
esta zona, ni en Guilin, por la contaminación que tenía el agua. Una pena.
Tras más de una hora
disfrutando del paisaje, nos devolvieron al autobús. Y aquí nos separaron: quienes quisieran
ir a Yangshuo en un bus y quienes hubieran pagado por la excursión de por la
tarde, a otro, y se quedaban sin ver Yangshuo (de esto no nos había avisado
nadie). Bueno, luego hablé con unos españoles que me dijeron cuánto les
había decepcionado Yangshuo por lo turística y cara que se había puesto y que
no merecía la pena; pero en su momento me cabreé bastante.
Siguiente oferta de la
guía: si queréis comer, que sé que ya tenéis hambre por la hora, tened en
cuenta que en la zona a la que vamos no hay ningún sitio para comer, pero yo os
hago una oferta por tan sólo 10 yuanes. La tía se lo curraba, todo el autobús
pagó.
Lo que no nos dijo era
dónde era la comida. Nos metieron en otro poblado de chabolas auténticas, con
más mierda imposible. Era la casa particular de una familia. Tuvimos que
atravesar el salón, donde vendían bebidas y polos al lado de la cuna de un bebé
y el parquecito de otro, y había niños semidesnudos rebozándose en la mierda
del suelo. Después llegamos a la cocina, inimaginable la de mugre que podía
haber, y nos sentaron en un patio que parecía un desván. Los occidentales nos
mirábamos con unas caras… La comida era un plato de fideos de arroz hechos con
la receta local (recordemos que el perro aquí es un manjar). No preguntamos qué
llevaba. Nos comimos lo que pudimos porque estábamos desmayados y nos fuimos
corriendo huyendo de las moscas. (Los fideos acabarían en el wáter del hotel,
cuando llegué por la tarde. Los poté todos del asco acumulado que llevaba).
Después de comer nos
dieron un tour por las chabolas, que afirmaban que eran de un antiguo poblado
de pescadores. Bueno, mierda a mansalva, y niñas meando y cagando en mitad de
la calle. ¿No queríamos turismo rural? Pues toma.
Allí nos montaron en
unas barcas de bambú auténtico, de dos en dos, con tu sombrilla y todo. Han montado
un esperpento en mitad del río. Ni disfrutas del paisaje y la tranquilidad, ni
nada. Y es que, en medio del río hay unas rampas a motor para que te tiren con
la barquita y te hagan la fotito, como si fuera un parque temático, y luego tu
barca se para (quieras o no) en la orilla donde hay televisiones para que las
veas y te las impriman por 10 yuanes. Los motores de las rampas inundan todo de
ruido, así que de tranquilidad, nada.
Tras las fotitos, la
barca nos lleva a que veamos la pesca con cormoranes. Una engañifa total. En el
pasado sería así, pero hoy consiste en un chino que le tira los peces al río a
los pájaros para que se los traiga, así que ni pesca ni ná. Si los peces están
muertos y son siempre los mismos…
Y, por último, nos
llevan a ver los wáter buffaloes y nos dejan hacernos una foto con ellos. Más mansos,
imposible.
Después de toda esta
pantomima, nos devuelven al hotel.
Y tras potar los
fideos, acabé dando una vuelta por el centro y viendo la marcha que había. Gente por
todas partes, lucecitas, señoras mayores bailando con música a toda pastilla en
la orilla del río… Bueno, no es lo que esperaba de Guilin, paraíso rural,
pero, en fin…
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