Japón: Día 4: Kyushu – Visitando el pueblecito japonés de Aso



Después de despedirme del maravilloso pueblo tradicional Kurokawa Onsen dándome un último paseo en yukata por sus calles, el chófer del ryokan en el que me alojaba me llevó en furgoneta a la parada de autobús en la que se cogen los autobuses que llevan a Aso City.

En unos 50 minutos llegué a Aso. El autobús paró justo delante de la estación de tren, donde está la taquilla de la terminal de autobuses. Allí hay unos aseos gratuitos y muchos folletos de información turística. Al otro lado están las taquillas en las que dejar el equipaje. Y, depende del tamaño, así cuestan.


Me dirigí con la mochila a mi hostal y la dejé allí. Después de la buena experiencia que había tenido en el ryokan, el trato recibido en este lugar me impactó aún más. 😢

Tras dejar la mochila allí, volví de nuevo a la estación para visitar el mercado de productores que hay al lado: Michi no Eki. Nada más entrar, me di de bruces con el mostrador de la oficina de turismo, que está justo dentro de la tienda. Allí pedí mapas, información sobre el estado de la carretera para ir al cráter de Aso y del acceso a la Garganta de Takachiho. La chica que me atendió sabía hablar perfectamente inglés.

Después me di una vuelta por el mercado. Todos los productos que hay allí son de proximidad y es normal encontrarte la pegatina de Kumamon por todos lados. Kumamon es la mascota oficial de la prefectura de Kumamoto. Es una de las mascotas más queridas de Japón. Tanto, que en 2011 ganó el concurso de mascotas regionales Yuru-Chara. Buena parte de su éxito se debe a que la prefectura de Kumamoto no cobra derechos de autor por utilizar su imagen, pues entienden que cualquier presencia del personaje es una promoción indirecta. Las empresas deben rellenar una solicitud para obtener el permiso, y si el producto tiene una mínima relación con la región se les concede de forma automática. Hoy puedes encontrar cualquier tipo de merchandising con la forma de Kumamon.


Lo más famoso que tiene la zona de Aso son los productos lácteos, y los relacionados con la ternera roja y el caballo. Así que acabé comprando algo de leche (mucha de la que vendían estaba sin pasteurizar) y bollos rellenos de carne de caballo. Los precios eran bastante más altos que en los supermercados, pero los productos eran de economía local y pequeños productores, y merecían la pena.

Comí sentada en un banco frente a la estación. Las vistas del volcán impresionan a cualquiera. Y es que el pueblo no tiene mucho que ver, pero el paisaje es increíble.


Después de comer, seguí recto andando por la calle del hostal. Allí no había nada, ni nadie. Estaba sola en mitad de la acera. Siempre estuve así en los dos días que pasé en Aso. No vi a nadie por la calle. Las casas… no se sabía si estaban habitadas o no, si eran comerciales o no. Intrigante todo. 


A la derecha me encontré con el pequeño Templo Saigandenji. El área que se puede ver en el pueblo de Aso, forma parte del Templo Enryakuji del Monte Hiei. La leyenda cuenta que lo fundó Saiei, quien elaboró una estatua enorme de la Diosa de la Misericordia y la colocó dentro de una cueva, al oeste del cráter del volcán. Hoy el paseo alrededor de su estanque y las escaleras que llevan a unas ruinas en su cima, llenarán tu espíritu de paz y tranquilidad.



Volví para comerme un dulce en la pastelería Nakamura, una joyita que me encontré y que hace sus pasteles con productos locales. Acabé comprándome una bolsa con varios para el día siguiente. Y emprendí mi camino hacia el Templo Aso. Salí de la ciudad cruzando el puente, caminé al lado de la carretera viendo un enorme centro comercial, un karaoke con un cementerio justo al lado y mucho tráfico.

Pronto llegué a una zona más calmada, llena de casas y mansiones espectaculares y con jardines japoneses tradicionales preciosos. Seguía sin haber nadie por la calle. Llegó un momento en el que sólo veía máquinas expendedoras de bebida en mitad de la nada y ya está.





Se acabaron las casas y seguí caminando entre arrozales hasta que llegué al Templo de Aso. Su puerta de dos pisos se construyó al final del periodo Edo y tiene una altura de 18 metros. Está dedicado a los dioses de la agricultura y su origen se remonta a la época del primer emperador Jinmu. Esto lo hace ser uno de los templos más antiguos de Japón. Durante el terremoto de 2016, este templo, con más de 2.300 años de historia, fue duramente dañado. 



Hoy siguen llevándose a cabo tareas de reconstrucción, aunque se estima que tardarán en completarse unos diez años. Para contribuir a su restauración es bueno comprar algún amuleto o souvenir allí. Yo acabé comprando omamoris, omikujis y recuerdos como éste:


El camino de vuelta lo hice por calles con casas. En el camino me encontré un supermercado lleno de ofertas y llené mi mochililla con chucherías que me acabaría trayendo a España. Al llegar al centro comercial, visité una enorme librería y volví caminando al hostal.

Por la noche cené en el Coffee Plaza East, un restaurante muy barato que estaba en frente del Lawson . Sus precios eran increíblemente bajos, si los comparaba con los de la zona. Además, me fue muy difícil encontrar otro tipo de restaurantes en Aso (accesibles para ir a pie).


Japón: Opinión del hotel Aso Base Backpackers Kumamoto



Este hostal se encuentra a unos cinco minutos en línea recta desde la estación de tren de Aso. Detrás hay una pastelería y está a poca distancia andando de un conbini Lawson y de un restaurante. Por lo demás, poca cosa hay que hacer por la zona.

En la planta baja está la recepción, la cocina, un aseo y la sala de estar. Los dormitorios, habitaciones y cuarto de baño compartido se encuentran arriba. El precio es caro, para lo que ofrece. La habitación en la que estuve era tan pequeña, que casi no cabía mi equipaje, y las literas fueron incomodísimas y duras. Te hincabas todas las tablas en la espalda. Por ese precio, me he alojado en hoteles con desayuno bufé sencillito. 




La verdad es que tengo sentimientos muy encontrados con respecto a este alojamiento. Es un backpackers, pero el ambiente que allí respiré no tenía nada que ver con un alojamiento dedicado a este tipo de viajeros. Prácticamente no se podía hacer nada. El dueño estaba a la que saltaba vigilándolo todo con mala cara, como si todo le molestara. De tal modo que, cuando la gente estaba en la salita comiendo y hablando tranquilamente (sin alborotar, que quede claro, y a una hora más que normal), llegaba él y cortaba el rollo con tanta vigilancia, y la gente se acababa yendo a su habitación rápido. Con tanta obsesión... como cuadrando exactamente a la altura a la que habías colocado una cuchara que acababas de lavar, o haciendo como que no podía escuchar la música de jazz o de piano que había sonando a todas horas. No quiero generalizar y seguro que hay mucha gente que se lo ha pasado de puta madre aquí, pero yo sólo cuento mi experiencia. No tengo ningún otro objetivo. 

Cuando no estaba él, estaba una mujer que se dedicaba a ir con un trapo detrás de ti limpiando todo lo que habías tocado. Estaba esperando a que salieras del WC para limpiarlo, a que te lavaras las manos para ir corriendo con la bayeta a limpiar el lavabo, a que salieras de la ducha para meter la cabeza y observar si te habías dejado alguna gota… Es increíble. Todos los que estábamos allí alojados nos mirábamos con unas caras…

Cuando no estaban ninguno de los dos, sentías su presencia. Porque, nada más bajar las escaleras, notabas como las cámaras de seguridad que hay por todos lados se iban girando y siguiéndote. Llegaba a ser maniático. Si no se fían de los clientes, o les incomoda su presencia, que no pongan un hostal. Es como si estuvieran todo el rato esperando que los alojados fueran a hacer algo malo.


Bueno, ya lo anuncian en su web...

De hecho, se fían tan poco de los clientes, que ha sido el único alojamiento de todos los que he estado en Japón en mi vida, en los que he tenido que pagar una señal por adelantado meses antes de mi visita. Y si veis las normas, también son curiosas. Por ejemplo, que si vas con niños menores de 10 años se deben alojar en una habitación privada (hasta ahí normal), pero que sean de la edad que sean, van a contar como adultos a la hora de pagar. Las toallas las alquilan a 100 yenes (algo normal en algunos hostales).

La hora del check in es excesivamente tarde: las 16’00. ¡Si en Japón casi es ya de noche a esa hora! Yo llegué en el primer autobús de Kurokawa Onsen, fui allí a dejar la mochila y me encontré todo solo. Había un cartel que decía donde tenías que meter tu equipaje y dejarlo allí. En ese momento me sorprendió que no hubiera vigilancia ninguna para dejar las cosas allí, pero es que aún no sabía de la existencia de tanta camarica. Seguramente, el dueño ya sabía de sobra que había entrado y lo que estaba haciendo.

A las 16:00, harta ya de dar vueltas por un pueblo que se ve en media hora, llegué al hostal. Entré y coloqué mis zapatos en una salita que tienen justo antes de la puerta principal. El sitio es muy pequeño y todo apestaba a pies de un modo increíble. De hecho, las veces que la gente se tenía que volver a calzar, corrían a coger sus zapatos y salían descalzos a la puerta a ponérselos.

Con las chanclas entré a recepción y ahí la tuve con el dueño. Me pidió que pagara ya el resto que me quedaba por pagar de la habitación. Exigiéndomelo, como si yo no quisiera habérselo pagado antes. Yo tan sólo había entrado y lo había saludado.

Le dije que sí y saqué la tarjeta de crédito. Me contestó que no aceptaban ninguna tarjeta para pagar. Le dije que había elegido expresamente ese alojamiento y no otro semejante en la ciudad, porque en las condiciones de booking.com ponía que sí. Me dijo que eso no era cierto, que me lo estaba inventando. Le enseñé mi reserva en japonés y en inglés, y ahí estaba:


Me dijo con muchísima antipatía que era cierto, pero que se habría confundido al escribirlo. Enfadada ya con tanta soberbia le contesté que no tenía dinero en efectivo para pagar y me respondió que fuera a un cajero a sacarlo. Y que, si no pagaba por adelantado, que no me daba la habitación y que perdía la señal. Le dije que no quería sacar dinero del cajero porque mi banco me cobraba mucha comisión y me respondió intentando reírse que ése no era su problema.

Asqueada del mal trato recibido, me fui y busqué en internet otro lugar para alojarme. Todo completo. Decepcionada, saqué dinero y le pagué. Me dijo cuál era mi habitación y ni siquiera me ayudó con el equipaje. Iba cargada y parecía que estaba disfrutando de verme con tanto bártulo subir las estrechas escaleras.

Al llegar a la habitación, me enseñó cómo funcionaba el aire acondicionado y me insistió en que lo tenía que poner en modo eco, que si no, gastaba mucho. Es más, a la media hora o así, vino a la habitación a ver si tenía algún problema y si todo era de mi agrado (según él). Pero nadie me quita de la cabeza que viniera para vigilar que el aire estaba en modo eco, porque antes de irse, cogió el mando y miró los botones.

En medio del pasillo están los lavabos, al lado están las duchas y detrás están los WC. Intimidad no tienes ninguna, porque estás en medio del pasillo. Pero, bueno, así te podrán vigilar mejor.

Esto es el pasillo del piso de arriba, las puertas de en frente son las de las habitaciones.

Pasé dos días allí súper agobiada de tanta vigilancia y desconfianza. Lo único bueno que puedo decir del sitio, es que estaba limpio y era tranquilo. ¿Lo elegiría otra vez para alojarme? Ni de coña.

Precio por dos noches: ¥12.000 (93€ aprox.) 

   ASO BASE BACKPACKERS   
Kurokawa1498, Aso, 869-2225, Japón
⿊川1498, 阿蘇市
Teléfono: +81 967 34 0408

Japón: Cómo llegar desde Kurokawa Onsen a Aso Station



Desde la parada de autobuses de Kurokawa Onsen, que está en la acera de en frente de donde se encuentra la parada de Kumamoto y Fukuoka, en el mismo sentido que la gasolinera, salen los autobuses que se dirigen a Aso Station

Hay dos autobuses diarios: uno a las 10:35 y otro a las 16:25. Son Kyushu Odan Bus, de la línea Kumamoto ➨ Beppu. 

Su precio es de 1200 yenes. Te recomiendo que te pongas en contacto con tu alojamiento en Kurokawa Onsen (a ser posible en japonés) para pedirles el favor de que llamen por teléfono a la compañía y te reserven el ticket con antelación. A mí me lo hizo el personal de Yumerindo Ryokan cuando llegué. Me lo aconsejaron porque este autobús se llenaba con facilidad (como así fue). 


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Japón: 11 cosas que ver y que hacer en Kurokawa Onsen - Kyushu



Kurokawa Onsen es un pequeño pueblecito termal en mitad de las montañas de Kumamoto, en la isla japonesa de Kyushu. Su principal atractivo son los onsen que hay repartidos por los ryokan de la zona, que ofrecen baños en aguas naturales a más de 40º, ricas en sulfuro y sodio, lo que hacen que sean extremadamente buenas para aliviar dolores y enfermedades como la hipertensión, la diabetes y el reumatismo. Hay varios tipos de baños: interiores, exteriores (rotenburo), semi-exteriores, en cuevas…

Pero Kurokawa Onsen es mucho más que ir de baño en baño. El pueblecito es precioso para disfrutar de la naturaleza y de cómo la arquitectura tradicional japonesa queda inmersa en ella. 

Qué hacer en Kurowaka Onsen

1. Probar distintos tipos de baños: en la oficina de turismo puedes comprar el Onsen-Hopping Pass, un pase que cuesta 1300 yenes y que te permite acceder a tres rotenburo a elegir de los veinte hoteles adheridos a la promoción. El pase consiste en un colgante de madera que después te puedes quedar de souvenir.


2. Disfrutar de la estancia en un ryokan: los ryokan son los hoteles tradicionales japoneses. Habitaciones tan amplias que parecen pisos, suelos de tatami, mesitas pequeñas, atención personalizada, futones para dormir en el suelo… Todo lo que te esperas típicamente del Japón antiguo, en un precioso alojamiento.


3. Probar el típico desayuno Kaiseki: la cocina Kaiseki se caracteriza por contener muchos platos pequeñitos en el que el detalle está cuidado al extremo para que visualmente la presentación sea perfecta. Los ingredientes que se utilizan son de temporada y de proximidad. Todo natural. Quizá un poco sorprendente para los paladares occidentales, pero si te gusta el pescado y probar cosas nuevas, no lo dudes.

booking.es

4. Pasear en yukata por sus calles: los ryokan ofrecen a sus clientes un yukata y unas chanclas seeta que pueden usar durante su estancia en el hotel y, también, para pasear por el pueblo. Las calles son preciosas y la tranquilidad junto al río lo inunda todo.


5. Comer los dulces típicos en su pastelería tradicional: el aroma que sale de la Patisserie Roku inunda el centro de Kurokawa Onsen. Su especialidad: Shuukuriimu (シュウクリーム), un bollo relleno de crema que puedes comprar recién hecho en su horno. Su precio son 220 yenes y merece mucho la pena.


6. Rezar en su templo: en Shimokawabata Dori hay un pequeño templo llamado Jizodon  (黒川地蔵尊). En él muchos visitantes cuelgan sus Onsen-Hopping Pass a modo de ema, para pedir buena suerte.


7. Hacerse una limpieza de cara en sus calles: una de las cosas más curiosas que te puedes encontrar en la calle es esta especie de caja en la que metes la cara para que te dé un baño de vapor. Totalmente recomendable.


8. Comer en un restaurante tradicional: Kurokawa Onsen está lleno de restaurantes de cocina tradicional en los que podrás disfrutar de los ingredientes de Kumamoto.


9. Darse un calentito baño de pies: hay baños de pies en varios lugares del pueblecito, para relajarte más aún.


10. Subir hasta Lovers Hill: existen tres rutas distintas que llevan a esta preciosa colina (Hitotsu-ya, Maruba y Warabi Nobori). Están todas señalizadas y se puede coger un mapa especializado en senderismo en la oficina de turismo. A esta espectacular colina también se la conoce como Hiranodai Plateau Viewing Point y desde allí se pueden ver los cinco picos de Aso (Nehanzo) que parecen un Buda acostado.

11. Reservar un baño privado: si te da pudor bañarte desnudo rodeado de japoneses también desnudos, en varios hoteles existe la posibilidad de reservar un baño sólo para ti y tu familia.


¿Por qué las aguas de Kurokawa Onsen son tan buenas?

En Kurokawa Onsen existen ocho tipos distintos de aguas termales:

💧 Tanjyunsen: con un PH 3-6 son recomendables para cualquier tipo de piel y alivian la fatiga y el insomnio.

💧 Tanjyunsen arukari-sei: un poco alcalinas y con un PH 7’5-8’5, se recomiendan para la limpieza de la piel.

💧 Aguas sulfurosas: con un olor característico y emanando nubes de vapor, son buenas para el acné y los problemas derivados de éste.

💧 Aguas con ácido carbónico: refrescantes, ayudan a aliviar las quemaduras y a curar las cicatrices.

💧 Aguas con cloruro de sodio y aguas con sulfatos: estos manantiales salinos ayudan a mantener el calor del cuerpo y la humedad.

💧 Aguas ferruginosas: buenas para tratar la anemia, los eccemas y el reumatismo.

💧 Aguas acídicas: con un PH 2-3 sirve como agentes antibacterianos y son buenas para tratar el pie de atleta y ciertas enfermedades cutáneas, aunque generalmente no son recomendables para las pieles sensibles.

Japón: Día 3: Kyushu – Intentando comer en Kurokawa Onsen, paraíso termal japonés



Cogí el autobús hacia Kurokawa Onsen en la Terminal de Autobuses de Hakata, Fukuoka. El billete lo había comprado tres días antes allí mismo y, menos mal, porque el autobús iba lleno de gente.

En menos de tres horas llegué a este pueblo termal de una belleza inimaginable. De hecho, está considerado como uno de los pueblos más bonitos de Japón.




Para llegar desde la parada de autobús hasta el hotel que había reservado bastaba con bajar una cuesta. Entré en el Ryokan Yumerindo y esperé en el descansillo hasta que vino alguien a atenderme. Pues es tradición que, si no te han dado permiso para entrar, no entres tú por tu cuenta. Te tienen que saludar e invitar.

Estuve esperando un rato y al poco tiempo vino una anciana a saludarme. Me quité los zapatos, me puse unas chanclas para clientes y entré en la recepción. Como mi habitación aún no estaba lista por ser demasiado temprano, le pedí permiso para dejar mi equipaje. La mujer no sabía inglés, pero se quedó muy aliviada cuando me defendí un poco con mi japonés andaluz. Tanto, que me dio un upgrade y acabé alojándome en una habitación enorme y con baño privado (la que yo había reservado era mucho más pequeña y con baño compartido). Además, me gestionó la reserva de billete para el autobús para Aso al día siguiente.

Me despedí de ella y me fui a recorrer el pueblo. El río termal, con agua a más de 40º, lo atraviesa dejando un paisaje con niebla proveniente del vapor que emana. Las calles parecen sacadas de una antigua película japonesa.






Paseé por ellas hasta llegar a una tienda de la que salía un rico aroma a dulce. Se trataba de la Pastelería Roku, un local donde elaboran los dulces artesanalmente y donde me compré una de las especialidades del pueblo: los Shuukuriimu (シュウクリーム).


Después de descansar un poco en uno de los baños de pies, llegó la hora de almorzar y me dirigí al restaurante que estaba al lado del templo, すみよし食堂. La experiencia fue malísima. Entré y una mujer se asomó desde la cocina, pero pasó de mí y se volvió para dentro. De vez en cuando se asomaba y volvía a esconderse. Después de ignorarme allí durante diez minutos, decidí sentarme en la barra. Entonces salió muy enfadada y dijo airada “Otra extranjera que no se molesta ni en aprender japonés”. Le respondí que sí, que hablaba japonés y que quería comer allí. Los otros clientes se volvieron y se empezaron a reír de la dueña. Así que me soltó que estaba todo lleno. Me volví y sólo había una mesa ocupada y tres clientes en la barra. Le dije que no me importaba esperar en la barra y me dijo que no, que si no tenía reserva que me fuera. Increíble. Los demás clientes le pusieron muy mala cara a la dueña.

Segundo intento, fui a otro restaurante cercano en el que estaban haciendo cosas a la barbacoa. Iba a entrar cuando el camarero me vio desde la ventana, puso mala cara, y me hizo la señal de la equis con los brazos: el no rotundo japonés.

Ya me veía yo comprándome un bol de fideos y haciéndomelos en la habitación, o hinchándome a dulces en la pastelería.  Pero, al final, acabé en un ryokan bastante alejado del centro, al que llegué caminando subiendo una gran cuesta. Entré en el pasillo y escuché la voz de una anciana gritar desde dentro “Irasshaimase”. Le respondí en japonés que si estaba abierto y que si podía comer allí. La anciana me gritó que sí, que entrara. Supongo que porque me estaba gritando desde dentro y no me estaba viendo.

Cuando me vio… se quedó pasmada. Me dijo en japonés que lo sentía, que ella no hablaba nada extranjero. Le sonreí y amablemente le dije que estaba disculpada y que le agradecía mucho que me hubiera dejado entrar en su restaurante y le hice un montón de reverencias. Vi su cara de vergüenza y me invitó a sentarme. A partir de ahí todo fue excepcional. Me dijo que se iba a esforzar todo lo que pudiera en hacerme un buen plato para que me gustase, al igual que yo me había esforzado en aprender su idioma. Me recomendó sus platos y comí muy, muy bien.




Después de comer fui a mi hotel y la anciana de la recepción se alegró mucho de verme. Me dijo que me había dado una habitación mucho mejor y que la acompañase para que me la enseñara. La habitación era preciosa y mi equipaje ya estaba allí esperándome. Descansé, me tomé un té verde y volví a recepción para alquilar un vestido-toalla para poder bañarme en los baños termales mixtos. Los baños de mujeres son solo para mujeres y a ellos se entra desnuda. Pero los baños familiares son mixtos y allí los hombres deben ir desnudos y las mujeres tienen que ir con este atuendo.

Disfruté de los dos tipos de rotenburo, descansé otro poco y me fui a dar una vuelta al pueblo por la noche, con mi yukata puesto. El hotel deja a los clientes esta especie de kimono de verano para que se vistan con él durante su estancia y estén cómodos. También había un bolso de regalo preparado para que metas las toallas en él y vayas a los baños, o te lo lleves a la calle cuando vayas a comprar recuerdos.

Cuando iba a salir, llamaron a la puerta. Eran dos ancianos del hotel que venían a hacer la cama. Me sorprendió, pero así fue. Apartaron la mesa y las sillas, sacaron el futón del armario, lo armaron y me mulleron la almohada y todo.

El pueblo de noche cobraba un aspecto único. Todo iluminado, estaba precioso. Visité su pequeño templo, compré algo de comida en una tienda de omiyages que estaba abierta a esas horas y varios souvenirs y me fui al hotel a cenar. 




La cocina Kaiseki no es mi fuerte, por eso no la reservé en el hotel. Y como no tenía más ganas de investigar más locales para cenar, acabé comiendo en la habitación lo que me había comprado.

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