El segundo día en Ho Chi Minh lo dediqué a visitar los túneles de Cu Chi. El día anterior había hecho la reserva en una de las decenas de agencias de viaje que hay en la zona mochilera de Pham Ngu Lao, muy cerca de Ben Tanh Market.
Allí fui a una que estaba bastante recomendada
en varios foros de viajeros. Se llama Gnocc Mai y está en el número 169, en
frente de un gran parque. Me costó 168.000 dong por persona, más 110.000 dong
de la entrada.
Después de un enorme desayuno en el elegante
restaurante del Rex Hotel fui andando hasta la agencia, a unos 20 minutos. La
salida era a las 8’00, pero acabamos saliendo a las 9’30. El resto del tiempo estuvimos
sentados todo el grupo en la puerta mientras venían turistas de otras agencias y los
reclutaban allí. Los guías iban repartiéndose a los viajeros y era muuuy
aburrido. Nos pidieron el ticket mil veces y, una vez en el minibús, tuvimos
que hacer un tour por Ho Chi Minh recogiendo a más gente de otras agencias y
hoteles. Por lo visto esto pasa en la mayoría de las excursiones en este país.
Nuestro guía fue Jimmy Bro, un tipo joven, muy
simpático y que hablaba inglés bastante bien. Nos dio a todos una botella de
agua y nos fue dando unas cuantas explicaciones sobre lo que íbamos a ver.
Nuestra primera parada fue en una Rest Room, lo que
viene siendo una tienda en mitad de la carretera. Allí nos enseñaron cómo se
hacían cuadros artesanalmente y otras piezas. Los servicios estaban bastante
limpios y había un restaurante y una tienda de snacks a precios asequibles,
aunque un poco más caros que en la ciudad.
Una hora después de haber salido de Saigón, y
luchando contra un tráfico de locura, por fin llegamos a Cu Chi.
Un poco de historia
Los túneles fueron construidos en la década de 1940
y a lo largo de 25 años. El Vietminh hizo los primeros túneles durante la
guerra contra los franceses y su objetivo era el de comunicar los pueblos de la
zona y evitar los barridos por parte del ejército francés. En 1960
se realizaron un montón de galerías más y todo pasó a estar controlado por el
Vietcong. Una extensa área rural que
llegó a extenderse hasta la frontera con Camboya. Tan sólo en Cu Chi District
hay más de 250 km de túneles excavados. Las galerías se dividían en tres
niveles:
- Primer nivel: construido a tres metros bajo la superficie, era muy vulnerable a las bombas de los aviones, aunque soportaban el peso de un tanque de 50 toneladas y bombas ligeras.
- Segundo nivel: a seis metro bajo tierra. Era conocido como el nivel del área de seguridad. Sus túneles eran tan estrechos y de tan difícil acceso que eran muy difíciles de detectar por los americanos. Además, contaban con una gran cantidad de trampas con pinchos envenenados para herir al enemigo.
- Tercer nivel: a diez metros de profundidad. Este nivel nunca fue descubierto por los americanos. En él se recuperaban los heridos y las tropas descansaban antes de realizar una nueva ofensiva.
Sus entradas estaban totalmente camufladas con
uniformes americanos para que los perros no las olieran y se aprovechaban los
hormigueros para realizar complejos sistemas de ventilación independiente, de
modo que si eran descubiertos y los enemigos introducían bombas o gases en
ellos, tan sólo quedaba afectada un área concreta de un túnel, sellándose inmediatamente.
Lo más curioso es que los americanos eligieron Cu
Chi, sin conocer aún la existencia de la compleja red de túneles que albergaba,
para instalar su principal base militar debido a su posición estratégica. Los americanos
no tenían ni idea de por dónde aparecían sus enemigos. Se convirtió en la mayor
amenaza ligada al Vietcong.
Cómo es la Visita a los Túneles de Cu Chi
Después de salir del parking de autobuses entramos
en un bunker donde nos pusieron un documental muy antiguo sobre la historia de
los túneles. En él ensalzaban el Comunismo y las heroicas acciones realizadas
por hombres, mujeres, niños y ancianos. Muy propagandístico.
Después atravesamos el precioso bosque para llegar
al complejo de los túneles. Allí se enseñan escenas de la vida diaria a través
de paneles explicativos, maquetas y maniquíes (talleres, comedores, escuelas,
cómo hacían para abastecerlos de agua potable, los sistemas de ventilación…).
Pasear por la jungla es toda una experiencia, sobre
todo si lo haces por encima de los cráteres que formaron las bombas
americanas lanzadas desde sus bombarderos B-52.
Dejando atrás los cráteres llegamos a la zona de
las trampas. Aquí Jimmy Bro nos hizo una demostración de las herramientas que
utilizaban para herir a los americanos. Realmente no querían matarlos: “Un
muerto se olvida, pero un herido no. El cojo, el manco, el ciego… estarán allí
para contarlo y desmotivar a las tropas.” Para ello reciclaban todo lo que los
americanos dejaban por allí, hasta los restos de las bombas eran fundidas para
reutilizar sus materiales. Todas las trampas
tienen en común que utilizan el peso del enemigo para auto-impalarse.
El siguiente destino son los
túneles propiamente dichos. Existen tres túneles que se pueden visitar: de 5 m, de
15 m y de 25 m. Nosotros sólo recorrimos el primero y ya nos pareció claustrofóbico.
Hay que ir agachado, con un calor y una humedad impresionante, y sin luz. Cuando sales, parece que te acabas de duchar. Y
que conste que está ensanchado para que puedan hacer el tonto los turistas.
También quedan libres unos cuantos
metros de galería original para los más atrevidos. En este caso, hay que ir
arrastrándose por la tierra literalmente. Y si estás muy gordo, no cabes.
Después de visitar diversos
talleres donde se confeccionaban ropas, trampas y armas, acabamos en el
comedor. Allí nos enseñaron cómo era una cocina original y nos dieron té y
mandioca cocida al vapor (lo más comido durante la guerra).
Nuestra visita acabó en la tienda
de souvenirs y campo de tiro. Allí había restos de armamento usado en la
guerra, incluso lanzamisiles. Los que quisieron (muy pocos, la verdad) tuvieron
la oportunidad de disparar munición real con un AK-47, arma usada por el
Vietcong, o la ametralladora M-16, utilizada por los americanos. Se paga por
bala, así que éstas se disparan de una en una para evitar las ráfagas
automáticas y quedarte sin munición en unos pocos segundos. El ruido es
ensordecedor y, la verdad, yo no le veo ningún morbo en querer disparar un arma
por el hecho de que ha sido usada para matar a gente en la guerra (es que así
lo anunciaba el guía con orgullo, animando a la gente…).
La visita es un poco a lo parque
temático, pero merece la pena para conocer un poco más sobre el ingenio de
estas gentes y las miserias de la guerra. Los túneles siguen siendo tan
importantes para el país que obtener un mapa destallado de ellos es casi
imposible por razones de seguridad nacional. Hoy día algo absurdo, con las
imágenes por satélite.
Había planeada otra visita a otra
Rest Room (tienda encubierta) de bonsáis. Pero, como nadie había comprado nada
en la del principio, Jimmy Bro la obvió y pudimos llegar a Ho Chi Minh más temprano.
El autobús nos dejó en Ben Tanh Market. Así que aproveché para hacer unas
compras, visitar el parque y cenar un buen pho.