Camboya: Día 3 - Qué ver en Siem Reap en un día


Después de asombrarme con lo bien que estaba el hotel, a pesar de la entrada, me di un paseo visitando los lugares más famosos de la ciudad. Es una ciudad pequeña, de unos 125.000 habitantes, que es muy asequible para recorrerla andando. No obstante, si te cansas, puedes subirte a los cientos de tuk tuk o motos que te atosigarán por el camino. Cuestan 1$ por la ciudad y 2$ si es de noche.

Si no te sales de la zona turística, Siem Reap es una delicia para el viajero. Parece que está estructurada pensando únicamente en los turistas: hoteles de lujo (lujísimo), restaurantes occidentales por doquier, tiendas para todos los bolsillos, suntuosos spas… Aunque esto no te dará una imagen verdadera de cómo es la ciudad.



Tan sólo apartándote un poquito del territorio marcado, te encontrarás con aceras a medio hacer, caminos de tierra, basura y más basura, chabolas… Merece la pena salir un poco de ese espejismo que han querido poner para darte cuenta de que en este país el salario medio ronda los 50$ al mes.

La verdad es que se han hecho verdaderos esfuerzos por combatir la pobreza en la ciudad y ya no hay niños pidiendo por la calle y por Angkor son muy raros de ver. Se está impulsando la inscripción de los menores en escuelas elementales y de formación profesional. El turismo se ve como el futuro y la gran mayoría de la gente en Siem Reap sabe hablar inglés (no escribirlo, ni leerlo).

Mi primer día en Camboya lo disfruté recorriendo la ciudad y viendo el gran circo camboyano.

El alma del centro es la famosa Pub Street, allí hay un montón de restaurantes y bares con alma occidental, que también incluyen unos pocos platos jeremeres y clases de cocina tradicional. El reclamo, sin duda: la cerveza a 1$ y la Happy Hour. Es parte más de este espejismo.




Después crucé el cochambroso río por uno de sus bonitos puentes para encontrarme con una gran sorpresa: ¡Mi añorado Yoshinoya! Estaba en Kings Road, un centro comercial sólo de restaurantes, pequeñito y acogedor, justo en frente del río y no había mucha gente. Así que acabé comiendo allí para recordar mis tiempos por Japón y para aprovechar su wifi.


Después de comer en Yoshinoya, crucé otra vez el río para llegar a una avenida con unas farolas preciosas, bancos junto al río y estatuas. 




Allí visite el Wat más famoso de Siem Reap: Wat  Preah Prom Rath. Un complejo de 1915, gratuito, algo raro y sin mucha gente.








Saliendo del templo, continuamos por la avenida del canal hasta los Jardines de la independencia y la residencia real. La residencia no tiene mucho interés, es un bonito edificio, pero no está abierto al público y casi pasa desapercibida. Una gran casa colonial en la que solía vivir el anterior rey de Camboya durante sus visitas a la ciudad. Pese a no ser tan impresionante como un palacio, sí que es importante para los camboyanos. En esta casa se reunieron el Rey Sihanouk con el General Lon Nol para planear la Cruzada Real por la Independencia de Francia, en los años cincuenta.



En frente, hay unos jardines abiertos al público y gratuitos. Un lugar privilegiado donde descansar un rato. Delante de los jardines se alza el famoso Hotel Central (The Raffles Hotel), construido en 1929, fue el primer hotel de lujo de Camboya. Cuenta con una fabulosa piscina de 35m (la más grande de la ciudad). En él se han alojado personalidades de la talla de Charles de Gaulle o Michelle Obama. Por la noche es más famoso aún por las actuaciones de bailes Apsara que realizan a 12$ más o menos.

En un lateral de los jardines, encontramos el Templo Phomcheck Phomchom, un templo vecinal, no muy turístico. En él había un montón de músicos tocando, monjes y visitantes haciendo donaciones y rezando.




Lo más impactante de los jardines, de todos modos, es la gran concentración de murciélagos de la fruta que duermen en las ramas de sus impresionantes árboles. Al anochecer, estos murciélagos gigantes salen de los árboles para dirigirse hacia Angkor. Son tantos que estuve mirando al cielo durante 20 minutos, lo juro, porque la migración era impresionante. Al principio no sabía lo que eran, pero parecían murciélagos gigantes. Y, asombrosamente, así fue.


Tras quedarme impactada con estos gigantes nocturnos, continué mi paseo por la misma avenida, que es la que lleva a Angkor. Pasado el hotel, se acaba la acera y hay que andar otro rato por el arcén hasta llegar al Museo de Angkor


Dada la hora que era y el precio excesivo de la entrada, obvié la visita. Preguntando a los guardias, llegué, por fin, a mi ansiado destino: el circo Phare. Un imprescindible espectáculo de 5 estrellas con el que acabé mi primera noche en Siem Reap. 







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