Después de asombrarme con lo bien que estaba el hotel, a pesar de la entrada, me di un paseo visitando los lugares más famosos de la ciudad. Es una ciudad pequeña, de unos 125.000 habitantes, que es muy asequible para recorrerla andando. No obstante, si te cansas, puedes subirte a los cientos de tuk tuk o motos que te atosigarán por el camino. Cuestan 1$ por la ciudad y 2$ si es de noche.
Si no te sales de la zona turística, Siem Reap
es una delicia para el viajero. Parece que está estructurada pensando
únicamente en los turistas: hoteles de lujo (lujísimo), restaurantes
occidentales por doquier, tiendas para todos los bolsillos, suntuosos spas…
Aunque esto no te dará una imagen verdadera de cómo es la ciudad.
Tan sólo apartándote un poquito del territorio
marcado, te encontrarás con aceras a medio hacer, caminos de tierra, basura
y más basura, chabolas… Merece la pena salir un poco de ese espejismo que han querido poner para darte cuenta de que en este país el salario medio ronda
los 50$ al mes.
La verdad es que se han hecho verdaderos esfuerzos
por combatir la pobreza en la ciudad y ya no hay niños pidiendo por la calle y
por Angkor son muy raros de ver. Se está impulsando la inscripción de los
menores en escuelas elementales y de formación profesional. El turismo se ve
como el futuro y la gran mayoría de la gente en Siem Reap sabe hablar inglés
(no escribirlo, ni leerlo).
Mi primer día en Camboya lo disfruté recorriendo la ciudad y viendo el gran circo camboyano.
El alma del centro es la famosa Pub Street, allí
hay un montón de restaurantes y bares con alma occidental, que también incluyen
unos pocos platos jeremeres y clases de cocina tradicional. El reclamo, sin
duda: la cerveza a 1$ y la Happy Hour. Es parte más de este espejismo.
Después crucé el cochambroso río por uno de sus
bonitos puentes para encontrarme con una gran sorpresa: ¡Mi añorado Yoshinoya!
Estaba en Kings Road, un centro comercial sólo de restaurantes, pequeñito y
acogedor, justo en frente del río y no había mucha gente. Así que acabé comiendo allí para recordar mis tiempos por Japón y para aprovechar su
wifi.
Después de comer en Yoshinoya, crucé otra vez el río para llegar a una avenida con unas farolas
preciosas, bancos junto al río y estatuas.
Allí visite el Wat más famoso de Siem Reap: Wat Preah Prom Rath. Un complejo de 1915, gratuito, algo raro y sin mucha gente.
Allí visite el Wat más famoso de Siem Reap: Wat Preah Prom Rath. Un complejo de 1915, gratuito, algo raro y sin mucha gente.
Saliendo del templo, continuamos por la avenida del
canal hasta los Jardines de la independencia y la residencia real. La residencia
no tiene mucho interés, es un bonito edificio, pero no está abierto al público
y casi pasa desapercibida. Una gran casa colonial en la que solía vivir el
anterior rey de Camboya durante sus visitas a la ciudad. Pese a no ser tan
impresionante como un palacio, sí que es importante para los camboyanos. En esta
casa se reunieron el Rey Sihanouk con el General Lon Nol para planear la
Cruzada Real por la Independencia de Francia, en los años cincuenta.
En frente, hay unos jardines abiertos al público y
gratuitos. Un lugar privilegiado donde descansar un rato. Delante de los jardines
se alza el famoso Hotel Central (The Raffles Hotel), construido en 1929, fue el
primer hotel de lujo de Camboya. Cuenta con una fabulosa piscina de 35m (la más
grande de la ciudad). En él se han alojado personalidades de la talla de
Charles de Gaulle o Michelle Obama. Por la noche es más famoso aún por las
actuaciones de bailes Apsara que realizan a 12$ más o menos.
En un lateral de los jardines, encontramos el Templo Phomcheck Phomchom, un templo vecinal, no muy turístico. En él había un
montón de músicos tocando, monjes y visitantes haciendo donaciones y rezando.
Lo más impactante de los jardines, de todos modos,
es la gran concentración de murciélagos de la fruta que duermen en las ramas de
sus impresionantes árboles. Al anochecer, estos murciélagos gigantes salen de
los árboles para dirigirse hacia Angkor. Son tantos que estuve mirando al
cielo durante 20 minutos, lo juro, porque la
migración era impresionante. Al principio no sabía lo que eran, pero parecían
murciélagos gigantes. Y, asombrosamente, así fue.
Tras quedarme impactada con estos gigantes
nocturnos, continué mi paseo por la misma avenida, que es la que lleva
a Angkor. Pasado el hotel, se acaba la acera y hay que andar otro rato por el
arcén hasta llegar al Museo de Angkor.
Dada la hora que era y el precio excesivo de la entrada, obvié la visita. Preguntando a los guardias, llegué, por fin, a mi ansiado destino: el circo Phare. Un imprescindible espectáculo de 5 estrellas con el que acabé mi primera noche en Siem Reap.
Dada la hora que era y el precio excesivo de la entrada, obvié la visita. Preguntando a los guardias, llegué, por fin, a mi ansiado destino: el circo Phare. Un imprescindible espectáculo de 5 estrellas con el que acabé mi primera noche en Siem Reap.