Comprando en los Mercadillos de Angkor (timándonos)


En la entrada de los templos siempre hay puestecitos en los que encontrar los mismos souvenirs que en la ciudad, pero a un precio mayor. El regateo es indispensable y, si no les parece bien lo que ofreces, no te lo venden y te dan la espalda.

El problema principal es cómo llaman al público. Por ejemplo, en un puestecillo de pinturas una mujer sale a tu paso voceando “¡Pinturas a un dólar! ¡Pinturas a un dólar!” Al escuchar esto, el inocente viajero se interesa por el puesto y lo que vende. Allí hay pinturas preciosas que la mujer te intenta colocar. Cuando ya estás sacando el dinero, te dice el precio real: 10 dólares.


¿Cóoooomo? ¡¿No eran a un dólar…?!

Entonces la mujer dice que no, que esas son mejores (todas las que hay en el puesto) y que valen más, que la que vale un dólar es una pequeñita que tiene debajo del puesto, ni siquiera a la vista. Y así es cómo… no compré nada en Angkor. Me lo hicieron con las pinturas, con las figuritas y con los pañuelos. Después de tres veces, ya pasé.


Y lo mejor es que te ven las pintas y ya saben que eres español o italiano y te empiezan a hablar en tu idioma. 




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