La gente que me he encontrado a lo largo de este corto viaje por Laos ha sido la más amable con la que me he topa en toda Asia. Una sociedad educada, paciente, que hace todo lo posible por agradarte. Dicen que sí a todo lo que les preguntes, aunque no te hayan entendido. Lo cual, a veces, esto da lugar a unas situaciones muy incómodas en las que te sientes observado por una persona sonriente esperando a que reaccione (por ejemplo, si le has preguntado que si tiene agua caliente y que si te la puede traer), porque se ha quedado parado diciéndote que sí, pero no se mueve, ni hace nada. Curioso.
El estrés es malo
La paciencia y el estoicismo es algo que he visto
en todos los laosianos. El estrés está mal visto por su religión. Mostrar emociones
intensas no está bien visto tampoco y tienen una fuerte creencia en el karma,
que es lo que determina su destino. Tampoco le dan mucha importancia al trabajo
duro o a los rezos. Creen que demasiado trabajo es malo para el cerebro, que
no hay que pensar demasiado las cosas. Al estar ya todo determinado por el
karma, no se preocupan por el mañana. Para nosotros puede que se vea como si no tuvieran
ninguna ambición.
Esta actitud de estar libre de preocupaciones y
aceptarlo todo sin más, me quedó muy patente en el Centro de Conservación de Elefantes, donde tuve la oportunidad de pasar una velada muy agradable con uno
de los guías. Éste me empezó a hablar de su matrimonio de un modo tan estoico,
que asombraba. Me contó que le encantaba trabajar en el centro, pero que echaba
de menos un montón a su hijo pequeño. Le pregunté que si se pasaba mucho tiempo
sin verlo y me dijo que sí porque, aunque viviera en Luang Prabang (que está a
3 horas de autobús), él y su mujer se habían separado. Su mujer se había ido a
vivir con sus padres y él lo había aceptado así. Lo asombroso fueron las
razones que me dio de por qué aceptaba esto: su matrimonio no había funcionado
por la falta de experiencia de ambos. Porque no estaba aún preparados para
formar una familia (¡tenía 36 años!). Así que si algún día estaban mejor
preparados, lo intentarían otra vez. Pero que había que ser feliz y si el
destino lo había querido así, él lo aceptaba con felicidad.
Esta falta de preocupaciones y diligencia a veces
puede perturbar al viajero, que no entiende… ¡cómo hacen las cosas con esa
pachorra! Y ya si se ponen a mirar el Facebook… apaga y vámonos. Han tardado
siglos en atenderme en muchos sitios porque estaban enganchados al ordenador.
El estilo de vida comunitario
El sueldo medio de un laosiano es de menos de 100$
al mes. Esto ya es, en muchos casos, un privilegio. Hoy sigue siendo uno de los
países más pobres de Asia, aunque están viendo cómo el turismo bien llevado,
sobre todo el ecológico, puede traerles buenos beneficios. Con un sueldo tan
bajo, lo normal es que tres o más generaciones de una misma familia compartan
techo y se reúnan durante las comidas para hablar sentados en el suelo, sobre
unas esterillas.
La vida comienza antes de las 6’00 de la mañana. A estas
horas los monjes suelen hacer sus procesiones para recoger las ofrendas. Después
se desayuna unos fideos o algo ligero y se van a trabajar. El trabajo consiste
en la plantación o cosecha de los cultivos, generalmente de arroz. Sólo hay una
cosecha al año, por lo que el resto de los meses son muuuuy tranquilos.
La bebida por excelencia es la beer lao, una de las
cervezas más baratas de Asia, y el lao lao, un licor casero de arroz fermentado
que tiene varias graduaciones. Se lo beben como el agua…
La petanca les encanta (no esperaba menos de un
pueblo tan poco estresado). Es más, fueron ganadores de la medalla de oro en la
categoría masculina y otro de plata en dobles, durante los Juegos del Sureste
Asiático de 2005. Y siempre suelen quedarse en buenas posiciones.
Pero el fútbol también se está extendiendo y mucha
gente conoce a Messi, a Ronaldo, al Barça, al Real Madrid… Es una buena manera
de iniciar una conversación cuando dices que vienes de España.
La vida en familia
Los roles están muy bien definidos: los hombres
pescan, cazan, hacen tareas típicamente masculinas; las mujeres recolectan
frutos, cosen, cogen leña, cuidan la casa…
En las zonas más turísticas, esto está cambiando y muchos se están
dedicando a la hostelería, con unos roles no tan marcados, aunque siguen
estándolo.
Los niños afortunados que pueden ir a la escuela
acuden a un recinto comunitario, con uno o dos maestros. En ciudades como Luang Prabang o Vientian hay
escuelas muy parecidas a las europeas. Los alumnos de secundaria tienden a
dormir fuera de casa porque hay muy pocos institutos repartidos por todo el país
y no sale rentable recorrer esas largas distancias por unas carreteras tan
hostiles. Esto supone un gran gasto para las familias, por lo que muy pocos
pueden estudiar más allá de una precaria educación primaria.
Los padres prefieren invertir sus ahorros en que
estudien idiomas, sobre todo inglés. Esto se ve un acierto seguro de cara al
futuro, porque así podrán dedicarse al turismo. De hecho, hasta en pueblos
remotos hay gente que sabe hablar un inglés básico. En Luang Prabang casi todo
el mundo dedicado al turismo habla un poco de inglés, aunque no es capaz de
escribirlo, ni de leerlo.
Los niños budistas de Laos
Alrededor del 60% de los laosianos son busdistas
theravadas. Hay muchos vegetarianos y otros que son vegetarianos sólo ciertos
días a la semana. El objetivo de su vida es alcanzar el Nirvana, librarse de
esta vida de sufrimiento condicionada por el karma.
En Laos, los monjes no lo son de por vida (aunque
también los hay). A lo que se aspira es a que todos los hombres sean monjes, al
menos, una vez en su vida. Por eso, la sociedad y el Gobierno (pese a ser
Comunista) promueve que los niños que acaban de terminar la educación primaria
se conviertan en monjes durante tres meses o más, antes de empezar la
secundaria o de seguir trabajando. Normalmente, este tiempo coincide con la
Cuaresma Budista, durante la temporada de lluvias.
Las familias adquieren méritos para alcanzar este
nirvana o reencarnarse en una vida mejor cuando sus hijos, menores de 20 años,
son admitidos como novicios, cuando realizan plegarias, ofrendas, dándoles
comida a los monjes, realizan donaciones a los templos, meditando… No hay un
día fijo para ir a los templos, pero se suele ir asiduamente, al menos, una vez
a la semana.
Los niños en el wat aprenden los tres aspectos
principales de la existencia:
- Dukkha: sufrimiento, insatisfacción, enfermedad.
- Anicca: impermanencia, transitoriedad.
- Anatta: insustancialidad, inexistencia de un alma inmutable.
Se practica la lectura y la escritura, se aprende a
ser paciente, a meditar, se reza, se realizan labores como plantar en el huerto
o cocinar… Todo ello va formando la personalidad laosiana estoica y paciente de
la que hablaba antes.
Esta visión relajada de la vida ya la vieron los
franceses cuando llegaron a Laos, y quedó reflejada en una de las frases más
llamativas que leí sobre Indochina:
En Vietnam plantan el arroz, en Camboya se ocupan
de trabajarlo y en Laos miran cómo crece.