Salí de El Calafate con Aerolíneas Argentinas a las 9’25 y llegué a Ushuaia a las 10’45. Las
vistas todas nevadas ya auguraban el frío que iba a hacer durante toda mi
visita.
El aeropuerto de Ushuaia es muy pequeñito y la pista de aterrizaje estaba helada. Como no hay
transporte público que lleve a la ciudad, tuve que pedir que me arreglara el
traslado el hotel, aunque se olvidaron y allí no había nadie esperándome. El error
lo arreglaron rápido y pronto llegó mi coche. El aeropuerto está a unos escasos 5
kilómetros del centro de Ushuaia, pero mi hotel quedaba un poco más alejado.
Las calles
estaban totalmente cubiertas de hielo. Cuando me bajé del coche en qué me vi de
salir y llegar a la puerta del hotel. Y más aún con el equipaje que llevaba.
Descansé un
poco y me dispuse a recorrer Ushuaia. Mi idea era ir andando, pero me había
asustado el estado de las calles. Le eché valor e intenté llegar al
supermercado de La Anónima, que estaba a tan sólo unos cuantos minutos minutos. Pero lo pasé
bastante mal. Después, le pregunté a un hombre que dónde podía coger el bus al
centro y allí esperé al siguiente.
Usé la tarjeta SUBE que había comprado en
Buenos Aires y llegué cerca de la Avenida San Martín. En esta calle
prácticamente no había hielo y se podía andar bien. Aunque no había
prácticamente nadie. Como me pasó en El Calafate, por la mañana todo está sin
casi vida y el ambiente comienza por la tarde-noche, cuando llegan los turistas
de las excursiones. Descansé un poco viendo las tiendas que había por allí y
comí en el restaurante Quinquela una ensalada y un lomito (los bocadillos típicos argentinos).
Después me
compré otra tarjeta para el móvil en la tienda de la empresa Claro. Allí,
aunque no había casi nadie, eché bastante rato. En la misma
Avenida de San Martín vi varios edificios emblemáticos, aunque la calle en sí
misma ya es bastante pintoresca. Y mirar hacia arriba y ver las montañas al fondo
ya es reconfortante.
El edificio
que más destacaba en la calle era el de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced,
un edificio de 1898 muy sencillo y colorido, con una torre campanario con reloj
y cuya construcción fue impulsada por los salesianos.
La típica casa
fueguina originalmente era de chapa, madera y de planta rectangular o cuadrada.
Estaba revestida de zinc y tenía el techo a dos aguas también de chapa o tejas
con forma de rombo.
Continué mi
paseo viendo edificios tradicionales, como la Casa de Gobierno, el Bar Ideal,
el Edificio de la Municipalidad, la oficina de Correos… hasta llegar a una casa
que llamó mucho mi atención. En la puerta había una reseña histórica y su casa
de té estaba abierta. Hablaba de los pioneros de Ushuaia:
El pionero José Salomón puso en
marcha un almacén en 1913, cuando arribó a Ushuaia tras un largo viaje desde el
Líbano. Durante muchos años este almacén sirvió de abastecimiento y lugar de encuentro
social y cultural, cumpliendo un rol fundamental en el proceso de construcción
de la ciudad de Ushuaia. Hoy es una cafetería y
restaurante . La casa que
tenía delante era un antiguo almacén de Ramos Generales, llamado El Recreo, que permaneció abierto hasta 1983. A su
cargo estaba Manuel Olmo, de ahí su nombre
actual Casa Olmo. En la casa de al
lado viven sus descendientes. Entré y me tomé un submarino con un
alfajor para descansar un rato.
A la
vuelta, me pasé por pasé por el Museo Fueguino, cuya interior estaba lleno de
figuras que reproducían cronológicamente la vida de las distintas comunidades
que han poblado estas tierras. En la parte de arriba tenía un gran restaurante.
Acabado
mi paseo por la Avenida San Martín, bajé hasta la cercana Avenida Maipú, la
otra arteria principal de Ushuaia. Ahí ya empecé a pasarlo otra vez mal con el
hielo. Todo estaba otra vez congelado y vuelta a escurrirme por doquier. Mientras
bajaba, empecé a ver gente andando, e incluso corriendo, por donde yo sólo
sobrevivía por no escurrirme. Paré a un señor y le pregunté que cómo andaba tan bien por el hielo. Me dijo que
llevaba crampines y me indicó dónde podía comprarlos, justo en la esquina. No lo
dudé y me compré unos.
Con
ellos puestos me fui a la Costanera. Las vistas de la bahía eran preciosas.
Las
estatuas del Paseo de los Pioneros estaban congeladas y a ver quién se atrevía
a tumbarse en las hamacas de piedra a tomar el sol.
A
medio camino encontré la Plaza Cívica. Parecía una pista de patinaje, toda
helada. En su centro destacaba la bandera argentina y, a un lado, el monumento
en honor a los primeros pobladores.
Dejé
los crampines a un lado y entré en la Oficina de Turismo. Había leído en una
guía de viaje que allí te ponían gratis un sello en tu pasaporte que indicaba
que habías estado en el Fin del Mundo. Y así fue. Se lo dije a la amable señora
que me atendió y me sacó varios modelos distintos para que eligiera. También aproveché
para coger folletos del Parque Nacional.
Con
mis crampines de nuevo puestos, crucé la calle y seguí hasta la Plaza 25 de
Mayo. En ella estaba el Paseo de los Artesanos, pero todos los puestos estaban
cerrados. Esta plaza es famosa por contener una Cápsula del Tiempo, cuyo
interior guarda videos con los que pretenden contar a los habitantes de dentro de 500
años cómo éramos y cómo vivíamos ahora.
Costanera
hacia abajo, atravesé el puerto y vi encallado el famoso Remolcador Saint
Christopher, un gran barco que perteneció a la Royal Navy, participó en
batallas como la del Desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial y fue posteriormente
adquirido por la Marina de Estados Unidos. En 1953 se le encomendó la tarea de
reflotar al buque Monte Cervantes, pero encalló en la costa y ahí se quedó.
Camino
adelante encontré la Plaza Islas Malvinas y el cartel de Ushuaia, único sitio
donde vi unos pocos turistas. Hice la foto de rigor y continué hacia la Reserva
Natural Urbana Bahía Encerrada. Este es un precioso entorno ecológico en el que
habitan más de 50 especies de aves, muchas migratorias. En ese momento, estaba
totalmente congelada.
Dejé
la reserva a un lado y pronto apareció en mi paseo la característica Casa Beban,
una construcción de principios del siglo XX, que perteneció a Fortunato Beba, un europeo
dedicado al comercio marítimo. Es de origen sueco y estaba concebida para ser
vendida por catálogo y construida en puertos de ultramar (como si fuera una
casa Ikea). Actualmente se utiliza como sede de eventos culturales.
Ya
se estaba haciendo de noche. Pensé en coger un remis para llegar al hotel pero,
como me había comprado los crampines y les quería dar uso, continué caminando. La
iluminación de las calles era muy tenue, había gente haciendo ejercicio, pero
no demasiada. Conforme caía la noche, el hielo se hacía cada vez más duro y
empezó a serme difícil andar hasta con eso puesto. Finalmente llegué al hotel. El
resto de los días que estuve en Ushuaia me desplacé en remis. 😓
Otras entradas que te pueden interesar: