Después de un
día muy ajetreado en el Perito Moreno, el minibús me llevó de vuelta a El
Calafate. Cuando hizo la primera parada para dejar a turistas en un hotel, vi
un paisaje que me encantó. Miré en el maps que no estaba muy lejos del centro
de la ciudad y decidí bajarme también allí para hacer el camino que me llevaba paseando.
Se trataba del
Paseo de la Costanera Calafate, un camino muy bien acondicionado y que recorre
la bahía Redonda, un brazo del Lago Argentino. Este lugar es frecuentado por los lugareños en verano para pasear mientras disfrutan de las vistas. En invierno, cuando las aguas se congelan, vienen aquí a practicar patinaje sobre hielo.
Normalmente el
lago está en calma, aunque suele hacer mucho viento por allí. Sin embargo,
cuando ocurre la famosa ruptura del Glaciar Perito Moreno, éste aporta un gran
caudal de agua al cuerpo principal de Lago Argentino y se pueden producir increíbles
crecidas, afectando a la costanera.
Las vistas a
la bahía eran excepcionales. Llena de flamencos y otras aves. Era un
vergel, una extensión de lo que ya vi en la reserva de la Laguna Nimez.
Cuando llegué
al hotel ya había anochecido. Estaba muy cansada de tanta tralla y de todas las
emociones que había vivido ese día en el glaciar. Mi estancia en El Calafate
fue maravillosa y decidí acabarla con un buen plato de cocina al disco. Al día
siguiente, me esperaba la ciudad más austral del mundo: Ushuaia.
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