Desde la Catedral de Urakami bajé una pequeña cuesta atravesando el Parque Tenshu hasta llegar al
Parque de la Paz . El complejo está
dividido en cinco grandes partes, aunque dos de ellas, Zona de Juego
y Zona de la Plaza, contienen sólo instalaciones deportivas.
Qué ver en el Parque de la Paz de Nagasaki
1. El Parque de la paz o Zona de los deseos
Esta gran zona
contiene la estatua más reconocida de la ciudad de Nagasaki: La Estatua de la
Paz. Está realizada en bronce y su autor es Kitamura Seibo. La imagen está
llena de simbolismo. Así, sus ojos cerrados expresan la oración por las
víctimas, su dedo índice señalando al cielo señala la amenaza de las armas
nucleares y su brazo extendido simboliza la paz mundial.
Alrededor de
esta obra tan reconocida hay muchas otras esculturas que hacen referencia a la
paz y que puedes se pueden ver a lo largo del camino hacia la Campana
para la Paz mundial, que suena del 6 al 9 de agosto a las 11’02, hora en la que
cayó la bomba atómica. En ese mismo momento las campanas de los templos de
Nagasaki replican todas a la vez.
En sus
alrededores están también los restos de la antigua prisión de Nagasaki y la
cripta con las víctimas de la bomba atómica cuyos cuerpos nadie reclamó.
Un poco más
adelante está la Fuente de la Paz, cuyos chorros de agua representan las alas
de la paloma de la paz. Su construcción tuvo lugar en 1969 con donaciones de
todo el país.
2. El Parque del
epicentro de la bomba atómica o Zona de las plegarias
A éste se
llega bajando por unas escaleras mecánicas desde el Parque de la Paz. En él, un
cenotafio marca el lugar exacto en el que cayó la bomba atómica.
A la izquierda
se encuentras las linternas de piedra del Templo Shotokuji (a 1’5 km de epicentro).
Éste quedó devastado tras el desastre y lo único que quedó en pie fueron estas
linternas que donaron al parque en 1949.
A la derecha
se pueden ver los restos del muro original de la antigua Catedral de Urakami.
El trozo que se ve aquí expuesto es lo único que quedó en pie del templo.
Caminando un
poco más hacia delante hay un gran ventanal desde el que se ven los restos
materiales que dejó la bomba. Se trata de un trozo de tierra que se mantuvo tal
cual quedó tras la tragedia para mostrar el horror causado: ladrillos,
cristales, restos de casas…
Junto al río
me llamó la atención ver El Guernica de los niños, un montón de obras murales
infantiles del tamaño del Guernica de Picasso. Hoy hay 350 obras de niños de
más de cincuenta países.
Otros monumentos
importantes que se pueden ver en esta zona del parque son el dedicado a las
mujeres de Nagasaki para la paz mundial o el que recuerda a las víctimas
coreanas del desastre.
3. La Zona del
aprendizaje
Aquí se
encuentra el Museo de la bomba atómica y el Museo de Takashi Nagai, un médico afectado
por leucemia y que hizo muchos avances de investigación en este campo. Yo lo
paso mal con este tipo de museos. He estado en algunas ciudades donde había este
tipo de museos de los horrores (como en Camboya o Vietnam), en los que se siente
lo peor del ser humano, y siempre los evito. Eché un vistazo a su puerta y a su
mascota y subí hasta el Pabellón Nacional de la Paz de Nagasaki.
En la parte
alta, al lado de la entrada, hay un bonito mirador y la famosa escultura de las
Dos niñas con Kimono, que recuerda a la pintura Una triste despedida, cuya
autora (Hiroshi
Matsuzoe) reflejó a dos niñas que habían muerto tras el desastre y cuyos cuerpos habían vestido con bonitos kimonos los vecinos de la ciudad. Una visión de esperanza rodeada
de los horrores de los cadáveres que llenaban las calles.
El Pabellón
para la paz es una obra de 2003 de Kuryu Akira bastante minimalista. La parte
de arriba está compuesta por un gran estanque que representa a la gente que
murió mientras buscaba agua tras la caída de la bomba. Su iluminación nocturna,
con más de 70.000 luces, recuerda del número aproximado de las víctimas de la
tragedia.
Tras dar una
vuelta al estanque en sentido contrario a las agujas del reloj para calmar mi mente,
tal y como sugieren los carteles, bajé a la parte del pabellón que se encuentra
bajo tierra. Allí está el Salón del recuerdo, con un registro de 27 repisas con
9 volúmenes cada una que contienen los nombres de todas las víctimas. Hoy se tiene
noticia de 172.230.
En una de las
salas se estaba proyectando un documental sobre uno de los supervivientes de la
bomba. Su cuerpo había quedado quemado para siempre y, tras años de
recuperación, se dio cuenta que había perdido a su familia, su trabajo y que no
le quedaba nada. Sus recuerdos y sus marcas le impidieron encontrar un trabajo
nuevo y cayó en el alcoholismo, del que salió reforzado para crear una
asociación de afectados por el desastre y que ejerció labores de información,
divulgación y promoción de la paz.
Uno de los
asistentes me enseñó una foto del hombre que salía en el documental. Intentaba
decirme algo, pero se echó a llorar. Fue muy emotivo. Sigo diciendo que yo lo
paso muy mal en estos sitios por lo empática que soy. Lo consolé como pude
entre lágrimas y me despedí de él.
Con el alma en
un puño salí del pabellón y continué mi camino hacia el Barrio Chino de
Nagasaki. Entre medias me encontré con el Torii de un pilar, único vestigio del
Santuario Sanno. Un milagro que aún quede en pie.
Desde allí, continué andando hasta llegar al Monumento a los 26 mártires. Comí en el barrio chino y paseé por la zona holandesa de Dejima Machi. Entre que su entrada eran 510 yenes y que ya no me iba a dar tiempo para ver tantas cosas, me encaminé hacia la cuesta de Oranda-Zaka en busca del Jardín Glover y la Iglesia de Oura.
Mapa del Parque de la paz de Nagasaki
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