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Corea: Día 4 - Visitando Anapji Pond en Gyeongju



El estanque de Anapji fue, sin duda, mi sitio favorito de Gyeongju. Este majestuoso palacio (Donggung Palace) se construyó en el año 679 para usarlo en los festivales, banquetes y como residencia del príncipe. Envuelto en un impresionante paraje lleno de naturaleza cuidada hasta el extremo, el rey Munmu también mandó construir un lago artificial que midiera 190 metros en las cuatro direcciones (norte, sur, este y oeste): el lago Wolji, que durante la dinastía Joseon pasó a llamarse Anapji. 


A los reyes de la dinastía Silla les gustaba impresionar a sus visitantes llevándolos a este excepcional lugar, por ello fue durante mucho tiempo un gran centro para la diplomacia de su reino. Su pabellón Imhaejeon era capaz de albergar a más de mil personas. Para impresionar a los enviados chinos de la dinastía Tang, mandaron construir miniaturas de las doce montañas más queridas en china, dispuestas en forma de terrazas alrededor del estanque.

jasonteale.com

Cuando el reino de Silla cayó, el estanque se abandonó y se recontruyó en 1974 como parte de un proyecto de renovación de los lugares históricos de Gyeongju. 33.000 reliquias históricas fueron excavadas mientras duró el proyecto. Más de 700 se pueden ver hoy en el Museo Nacional de la Ciudad.



Su importancia histórica y su gran belleza, hicieron que Anapji fuera declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.

Al otro lado del estanque Anapji, verás desde la calle un enorme jardín de loto al que se puede acceder de manera gratuita, a pesar de que en su entrada quedan los restos de una antigua taquilla. Te aconsejo que te pases al atardecer para disfrutar de los colores de la puesta de sol en este inmejorable entorno.


Autobuses: 11, 600, 601, 602, 603, 604, 605, 607, 609 y 700. 

Precio: 2.000 W.


Corea: Día 4 – Visitando el Centro Histórico de Gyeongju



Por la mañana temprano fui a la estación de trenes de Seúl y allí cogí el KTX hasta Gyeongju. El billete lo había comprado un mes antes a través de la página de Korail, por lo que no tuve ni que canjearlo. El tren estaba limpísimo y se parecía mucho a los españoles. Además, el wifi gratis funcionó perfectamente durante todo el trayecto y contaba con enchufes para cargar el móvil.

A las dos horas llegué a la estación de Singyeongju. Es un asco porque el KTX para aquí y no en la estación de Gyeongju, así que hay que salvar los 20 minutos que hay hasta llegar al centro, cogiendo un taxi o un autobús. En la Oficina de Turismo de la estación cogí un mapa y me informaron de dónde se cogía el bus al centro, el número 700.


Me bajé en la parada que creía que era más conveniente para ir a mi hotel y empecé a dar vueltas y más vueltas andando y cargada con la mochila. Los campos se sucedían y allí no aparecían más que casas en ruinas. A final resultó que el hotel no estaba en la dirección que aparecía en Google Maps y que si lo buscabas en un GPS Coreano o en el Naver metiendo el nombre en coreano, salía otra ubicación. Agotada, con el calor húmedo del mediodía en Corea en agosto, llegué al Serroa Guesthouse. Un hanok renovado, en el que había reservado una habitación con baño y cocina. El suelo, muy duro. Pero lo demás estuvo bien.

Después de ducharme y descansar un poco al fresquito del aire acondicionado, empecé a patearme el centro histórico de Gyeongju.

Gyeongju es conocida como el Museo sin paredes. Es el lugar con más tumbas, templos, pagodas… de toda Corea del Sur. En el año 57 a. C., al mismo tiempo que Julio César se apoderaba de la Galia, Gyeongju se convertía en la capital del reino de Silla, llegando en el siglo VII a ser la capital de toda la península coreana. Fruto de todo este esplendor hoy podemos ver muchos monumentos importantes en el centro de Gyeongju, en la vecina montaña de Namsan y en los alrededores, llegando su influencia incluso hasta el mar, en Gampo.

El hotel estaba a unos escasos 10 minutos del primero de los famosos monumentos de la ciudad: el Observatorio Astronómico. Para llegar a él, basta con cruzar la gran avenida y entrar al Parque de los túmulos (Tumuli gongwon), en el que se encuentran más de 23 tumbas de la familia real de Shilla. Por fuera parecen colinas, pero por dentro albergaban los restos fúnebres y tesoros (no se puede entrar en ellas).


A la entrada del parque hay un puesto de información turística en el que puedes coger un plano lleno de huecos donde poner los sellos de los monumentos que vayas visitando en Gyeongju, a modo de colección. También te puedes alquilar uno de los vehículos con forma de gusanos y otros bichos para recorrer el parque. Hay tanta afluencia de ellos, que resultan muy molestos.

El Observatorio Astronómico de Cheomseongdae fue construido en la época de la Reina Seondeok de Silla, en el siglo VII, siendo el observatorio astronómico más antiguo del este de Asia. Su forma de botella lo hacen muy característico.


Siguiendo el camino del parque y esquivando a todos los escarabajos con ruedas, llegué a otro gran parque lleno de flores. Estaba impresionante. Es un lugar muy especial, donde van los novios a hacerse fotos.


Un poco más adelante, subiendo una pequeña colina, aparecieron los restos de la Fortaleza de Wolseong. El lugar donde se alzaba el palacio real de la dinastía Silla es hoy un yacimiento arqueológico que sigue en excavación y estudio. Del palacio sólo quedan un nevero, partes de la muralla y un estanque (Haeja).



Mientras paseaba, me sorprendió un extraño ruido en el suelo, justo a mi lado. He aquí la culpable:


No puedes olvidar que Gyeongju está rodeada de naturaleza, lo que quiere decir: bichos. Así que iba de Goibi hasta las orejas, para evitar a los mosquitos.

Bajando de nuevo la colina, atravesé el Bosque de Gyerim.  Según la leyenda, un hombre que paseaba por este bosque fue sorprendido por el sonido de un gallo. Fue en su busca, pero, en su lugar, encontró una canasta de oro que contenía un bebé. Este hecho llegó a oídos del rey Talhae, quien le puso el nombre de Gim Al-ji, que derivó en Gyerim. 

Al final del bosque se encuentra el Gyochon Hanok Village. Ubicado donde estaba el palacio de la princesa Yoseok, hoy es un poblado ampliamente dedicado al turismo. Está lleno de casas tradicionales coreanas (hanok), restaurantes, cafeterías, talleres… y también una de las atracciones más raras que he visto en Corea, me dio grima. Eran una especie de robots con forma de ratones, que llevaban a los niños paseando. Parecía que estuvieran caminando. 


Saliendo del parque, volví a la avenida principal a comer en uno de sus puestos y a comprar el dulce más típico que tiene Gyeongju: los Hwangnam ppang, unos bollitos rellenos de pasta de judías rojas (anko: pasta dulce de judías de arroz). Se venden en cajas o en bolsas de, mínimo seis.


Después de descansar otro poco en el hotel, me dediqué a visitar la zona que, para mí, fue la más bonita de Gyeongju: el lago Anapji. 

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Corea: 14 lugares imprescindibles que ver en Gyeongju



Centro Histórico de Gyeongju

Esta área comprende desde Anapji Pond al este, hasta Gyodong al oeste, y desde Namcheon al sur, hasta Cheomseongno al norte. Al ser en su día un enclave central para la capital del reino de Silla, en él hay multitud de sitios históricos importantes. Algunos de los más famosos son:

1. Cheomseongdae Observatory: fue construido durante el reinado de la Reina Seondeok de Silla, en el siglo VII, siendo el observatorio astronómico más antiguo del este de Asia. Su forma de botella lo hacen muy característico. Se encuentra ubicado cerca de la entrada de un gran parque, que se puede recorrer en unos vehículos con forma de bichos y que alquilan allí mismo.  Autobuses 60 y 61. Gratis.


2. Tumba del Rey Naemul: las tumbas del periodo de Silla se encuentran dentro de unos grandes túmulos de tierra y hierba, que marcan su ubicación. Se pueden ver desde fuera estos montículos, pero no acceder a ellos. El Rey Naemul vivió en el siglo IV y fue el 17º rey de esta dinastía. Su fama fue legendaria por haberse enfrentado en numerosas ocasiones a los invasores japoneses. Precio: 1.000 W.


3. Gyerim Forest: según la leyenda, un hombre que paseaba por este bosque fue sorprendido por el sonido de un gallo. Fue en su busca, pero, en su lugar, encontró una canasta de oro que contenía un bebé. Este hecho llegó a oídos del rey Talhae, quien le puso el nombre de Gim Al-ji, que derivó en Gyerim. Autobuses: 60 y 61. Gratis.


4. Gyochon Hanok Village: ubicado donde se encontraba el palacio de la princesa Yoseok, hoy es un poblado ampliamente dedicado al turismo. Está lleno de casas tradicionales coreanas (hanok), restaurantes, cafeterías, talleres… Autobuses: 60 y 61. Gratis.


5. Restos de la Fortaleza de Wolseong: el lugar donde se alzaba el palacio real de la dinastía Silla es hoy un yacimiento arqueológico que sigue en excavación y estudio. Del palacio sólo quedan un nevero, partes de la muralla y un estanque (Haeja). Autobuses 11, 60, 61, 600, 601, 602, 603, 604, 605, 607, 609 y 700. Gratis.


6. Wild Flower Garden: siguiendo el camino que sale desde el Observatorio Astronómico, llegarás a un impresionante jardín lleno de flores. Se puede caminar entre ellas, disfrutar y hacerte todas las fotos que quieras. Gratis.


7. Wolkeonggyo Bridge: hecho en el año 760, esta construcción aparece aún como un monumental puente palaciego que une la montaña de Namsan con el Palacio Real, salvando el arroyo Namcheon. Autobuses: 60 y 61.


8. Anapji Pond: mi sitio favorito de Gyeongju. Este majestuoso palacio (Donggung Palace) se construyó en el año 679 para usarlo en los festivales, banquetes y como residencia del príncipe. Envuelto en un impresionante paraje lleno de naturaleza cuidada hasta el extremo, el rey Munmu también mandó construir un lago artificial que midiera 190 metros en las cuatro direcciones (norte, sur, este y oeste): el lago Wolji, que durante la dinastía Joseon pasó a llamarse Anapji.  Autobuses: 11, 600, 601, 602, 603, 604, 605, 607, 609 y 700. Precio: 2.000 W.


9. Jardín de loto: al otro lado del estanque Anapji, podrás ver desde la calle un enorme jardín al que se puede acceder de manera gratuita, a pesar de que en su entrada quedan los restos de una antigua taquilla. Te aconsejo pasarte al atardecer para disfrutar de los colores de la puesta de sol en este inmejorable entorno.


10. Tumbas Cheonmachong y Daereungwon: en este área hay 23 tumbas reales. Muchas de las reliquias incluidas en el catálogo de los Tesoros Nacionales Coreanos han salido de este territorio. Algunas de ellas y el interior de la Tumba de Chunmachong se pueden ver para conocer más los estilos y costumbres funerarias de la dinastía Silla. Autobuses: 60 y 61. Precio: 2.000 W.



Fuera del centro

11. Templo Bulguksa: uno de los templos más impresionantes del país y Patrimonio de la Humanidad. Se encuentra a unos 16 km al este de Gyeongju. En este templo se guardan siete tesoros nacionales de Corea, incluidas las pagodas de Dabotap y Seokgatap, el Cheongun-gyo (puente de la Nube Azul) y dos estatuas de buda en bronce bañado en oro. El templo es considerado como una obra maestra de la edad de oro del arte budista en el reino de Silla. Autobuses: 10, 11, 12 y 700. Precio: 5.000 W.


12. Gruta Seokguram: a unos 15 minutos de Bulguksa, a ella te llevará el autobús 12. Esta cueva artificial se excavó en el siglo VIII para albergar una monumental estatua de Buda y también está considerada Patrimonio de la Humanidad. El entorno es excepcional y muy místico. Sin embargo, muchos quedan decepcionados al no poder ver la imagen bien, pues aparece protegida por un cristal y se debe ver rápido. Tampoco dejan hacer fotos del interior de la cueva. Precio: 5.000 W.


13. Yangdong Folk Village: merece mucho la pena el viaje en autobús hasta este poblado tradicional coreano considerado Patrimonio de la Humanidad. El pueblo parece sacado de una postal, con sus casas de piedra con tejados de paja todas bien colocadas a lo largo de una especie de terrazas en la ladera y en la base de una pequeña colina. En el pueblo quedan en pie unas 180 de estas casas pertenecientes a los yangban, una clase social hereditaria fuertemente ligada al mundo académico y a las autoridades de la zona.  Autobuses: 200, 202, 203, 205, 206, 207, 208, 212, 252. A pesar de que hay una taquilla, el acceso es gratuito. Antiguamente se cobraba entrada, pero cuando yo fui, ya la habían quitado.


14. Bomun Lake: es un centro turístico en el que se encuentra los grandes hoteles de Gyeongju, a pesar de que está a 5 km al este y de que se tiene que ir en coche o en autobús. El complejo se estructura en torno a un gran lago artificial y en verano suelen hacer allí conciertos de música y danza tradicionales, además de contar con parques temáticos y museos.

En los puestos turísticos que hay cerca del Observatorio Astronómico, puedes coger un folleto en el que aparecen monumentos de Gyeongju y los huecos para coleccionar sus sellos. Que están normalmente a la entrada de éstos.


Precios de las entradas a los lugares turísticos de Gyeongju


Irlanda: 14 lugares imprescindibles que ver en Dublín



Dublín no es muy grande, su centro es muy asequible a pie y los lugares más representativos se pueden ver uno o dos días. Dejando a un lado sus monumentos y museos, lo mejor de Dublín es su gente, amable y acogedora como en pocas ciudades de Europa. 

Qué ver y qué hacer en Dublín

1. Tomarse un café irlandés en Temple Bar: su nombre se debe a Sir William Temple, quien adquirió los terrenos en 1600. Hoy es uno de los barrios más llamativos de Dublín, los pubs están abiertos desde bien temprano y el ambiente cultural y fiestero se respira en cada callejuela. Las pintas y los cafés irlandeses (sin nata montada) son las estrellas de los pubs.


2. Conocer el Libro de Kells en el Trinity College: la universidad más antigua de Irlanda fue fundada en 1592 por Isabel I y en ella se graduaron personajes de la talla de Swift, Wilde o Becket. En su biblioteca hay casi tres millones de volúmenes. La sala principal cuenta con los 200.000 más antiguos, así como el arpa más antigua del país. Su joya es el Libro de Kells, que contiene los cuatro Evangelios escritos en latín en el siglo IX. Es la zona más visitada del complejo. www.tcd.ie


3. Visitar estructura más antigua de Dublín en la Christ Church Cathedral: los orígenes de la catedral se remontan al siglo XI, cuando el rey vikingo Sigtrygg Silkiskegg construyó allí un templo de madera. Hoy, tras muchas ampliaciones y remodelaciones, Christchurch conserva un estilo gótico sublime. En su interior se encuentra la capilla del obispo San Lorenzo O’Toole, y la cripta catedralicia más grande las Islas Británicas. Aunque es un templo protestante, el Vaticano lo reclama como catedral católica.


4. Conocer la Puerta del Capítulo en St Patrick’s Cathedral: la mayor iglesia de Irlanda se construyó en el siglo V junto al pozo en el que San Patricio bautizaba a los conversos. En su interior se encuentra uno de los coros más importantes de Irlanda, pues es la única catedral de las Islas Británicas en la que se realizan dos misas cantadas al día. Su coro se hizo famoso por participar en la primera presentación del Mesías de Handel. Además del coro, merece la pena ver La Puerta del Capítulo, en la que se hizo un agujero por el que estrecharon sus manos los condes de Ormond y Kildare para acabar con sus enfrentamientos.


5. Aprender a tirar una pinta en la Guinness Storehouse: en la antigua nave de fermentación de la fábrica de Guinness, se encuentra este museo donde se exhibe contrato de arrendamiento de la cervecería por 9.000 años, firmado por Arthur Guinness en 1759. A lo largo de sus siete plantas se puede ver de manera interactiva el proceso de realización de la cerveza. Con la entrada general tienes derecho a un ticket que podrás canjear para entrar en la Academia Guinness, donde te enseñarán a tirar bien una pinta de cerveza.
Precio de la entrada a la Guinness Storehouse: variable, dependiendo del día y la hora. 



6. Recorrer O’Connel Street: la principal arteria de Dublín comienza en Parnell Street y termina en el puente O’connell. En ella se encuentra The Spire, un monumento de 120 metros, construido en el 2003 en el lugar en el que se encontraba el monumento al Almirante Nelson, destruido por el Ira. A lo largo de esta gran avenida también hay grandes monumentos históricos del siglo XIX, como el Hotel Gresham, los almacenes Clery’s o la Oficina Central de Correos.


7. Conocer a Molly Malone en Grafton Street: una calle peatonal llena de artistas callejeros y tiendas. Justo donde acaba la zona peatonal, en la intersección con la calle Nassau, está la estatua de Molly Mallone. En 1880, James Yorkston compuso la canción Cockles and Mussels (Berberechos y Mejillones), que cuenta la historia de una vendedora ambulante que murió de fiebre en plena calle. La leyenda negra dice que por la noche era prostituta, pero no hay ninguna evidencia de ello. La canción es todo un himno en los pubs y, en su memoria, queda esta estatua y una fiesta en su honor cada 13 de junio: el Molly Malone Day. La última vez que fui había sido trasladada por obras a Suffolk Street.



8. Descansar en alguno de sus parques: los tres parques más famosos son:
▪  St Stephen Green: en pleno centro de la ciudad, es uno de los más antiguos del país (s. XVII).
▪ Phoenix Park: con más de 700 hectáreas, es el parque urbano más grande de Europa. En él puedes ver ciervos paseando. La mejor manera de visitarlo es alquilando una bici en la entrada.
▪ Merrion Square Park: un remanso de naturaleza en medio de edificios tan importantes como el Senado, el Museo de Historia Natural o la Galería Nacional. Por él se solía pasear Oscar Wilde, y hoy podemos ver su estatua en uno de los extremos del parque.


9. Conocer el antiguo Castillo de Dublín: bastante austero por fuera, ha tenido un montón de funciones a lo largo de la historia: asentamiento vikingo, fortaleza militar, residencial real, sede del Tribunal de Justicia… Hoy sólo se realizan en él las recepciones estatales. 
Precio de la entrada al Castillo de Dublín: 7€ general, 10€ la visita guiada. 


10. Rodearse de gente elegante en el Powerscourt Centre: situado en una bonita casa georgiana de Grafton Street, en el siglo XVIII se convirtió en el lugar de fiestas más reputado de todo Dublín. Hoy está lleno de tiendas de lujo y restaurantes, e incluso cuenta con un pequeño teatro. http://www.powerscourtcentre.ie/


11. Comprar algo en los Mercados callejeros: los mercados están siempre llenos de vida y suelen funcionar hasta las 17:00. Hay un montón desperdigados por toda la ciudad, como el Moore Street Market, en el que se venden frutas, verduras y flores; el Temple Bar Food Market, con productos orgánicos; o el Designer Mart en la calle Cow’s Lane (también en Temple bar), dedicado a la ropa y a la decoración.



12. Asistir a un concierto de música tradicional irlandesa: la mayoría de los pubs de Temple Bar tienen música en directo. Pero si te gusta la música celta, también puedes asistir a uno en:
  • Merry Ploughboy Pub
  • The Brazen Head
  • The Irish House Party
  • Belvedere Irish Night en el Belvedere Hotel

13. Cruzar el Ha’Penny Bridge: el puente peatonal más famoso de Dublín recibe su nombre por su forma similar a una moneda de medio penique y por ser ese el peaje que se tenía que pagar por cruzarlo.


14. Hacer una visita a un lugar cercano: hay muchas empresas que se dedican a organizar visitas de un día a otros lugares de Irlanda. Las más famosas:
Los precios van entre 25 y 60€, y son más baratos en los mostradores de allí, que comprándolas en páginas españolas.


Otros lugares:

Dublín tiene mucho que explorar. Visitar la Cárcel de Kilmainham para aprender sobre la historia de los activistas irlandeses, pasarse por alguno de sus museos gratuitos (Museo Nacional de Arqueología, de Historia Natural, de Artes Decorativas…), aprender sobre el whiskey en la Antigua Destilería Jameson o sobre el hurling en Croke Park, son otros de los planes que puedes hacer si tienes tiempo.






Mi visita a Cabárceno, cuestión de mala suerte...



Llevaba años queriendo visitar Cabárceno, una enorme extensión de tierra cántabra, de 750 hectáreas, en la que conviven decenas de especies de animales. Sin duda, es uno de los imprescindibles de Cantabria.

La visita se hace en coche propio o en bici, andando es imposible debido a su extensión. No sólo es bonito el parque por sus animales, sino por el sitio en el que está: todo rodeado de impresionantes paisajes de los que disfrutar desde los miradores, así como también desde los viajes en teleférico que vienen incluidos en la entrada. 



Mi primera decepción fue a la entrada. La había comprado por internet y tuve que esperar más de 40 minutos para poder entrar en el parque. Y eso que fui recién abierto. La cola de coches era interminable, todos arrancados, allí contaminando. Debería haber otro sistema para gestionar el tema de las colas que ayude al medioambiente. No así.

La segunda decepción vino de mano del público asistente. Las normas están claras y a la vista de todos. Pero, al menos cuando yo fui, la gente se las saltaba a la torera y no parecía tener consecuencias.

En el parque no se puede ir a más de 20 km/h: vi a coches ir a muuuucho más de eso, incluso delante del personal de allí, y conduciendo como les daba la gana. De hecho, al  ir andando a uno de los miradores (yo había dejado el coche en el parking del mirador), estuvieron a punto de pillarme unos que venían en dirección contraria.

Los miradores tienen parkings habilitados en los que se supone que se tiene que dejar el coche, para acercarse andando a los animales y, así (entiendo yo) molestarles lo mínimo posible. Pues no, la gente aparcaba donde les daba la gana, para andar lo mínimo indispensable. Si podía ser, cuanto más cerca de los animales, mejor.

En los tiempos que corren, pensaba que ya habíamos superado lo de “No dar de comer a los animales”. Pues tampoco. Una de las veces, que ya estaba yo súper alterada con esto, me encaré con una madre que instaba a su hija de cinco o seis años a darle de comer gusanitos a las cebras. Se los ponía en la mano para que ella se acercase a los animales a través de la verja. Y todo para hacerle una foto. 


Lo de no molestar a los animales, tampoco parece que esté superado. Gritos a mansalva, tirar piedras para llamar su atención, intentar asustarlos… Normalmente era gente intentando hacerse fotos con ellos y niños maleducados de los que sus padres pasaban o se reían de la hazaña.

En fin, quiero pensar que sólo fue el día que fui yo y que tuve esa mala suerte. Fuera de eso, Cabárceno, sus animales y su paisaje merecen la pena. Pero, por favor, si vais respetad a los animales y a su entorno, que son lo mejor que tiene el parque. Aunque no vendría de más aumentar la vigilancia en el parque, que ya estaban hartos también los pobres de echar broncas.