Después de mi
viaje en el Tren del Fin del Mundo, mi autobús me dejó en el aparcamiento de
Puerto Arias. Desde allí, inicié mi camino por el Parque Nacional Tierra del Fuego.
Creado en 1960, constituye el área protegida más austral de Argentina. Tiene una
superficie de 68.909 hectáreas, aunque solamente 2.000 de su extremo meridional
están abiertas al público. El resto del parque tiene la categoría de Reserva
Natural Estricta. De todos modos, parece ser que (al igual que pasa en
Bariloche) dentro del parque existen dos propiedades privadas.
Este aparcamiento
es el final de la Ruta Nacional 3, cuyo punto de partida es la ciudad de Buenos Aires y que puedes seguir uniéndola con otros países hasta llegar a Alaska para
recorrer todo el continente.
Desde allí,
llegué a la Bahía Lapataia a través de un sendero lleno de pasarelas y
miradores. Esta bahía es un fiordo en la margen del Canal de Beagle y se
encuentra rodeada de bosques magallánicos. Su nombre proviene de los yámanas y
significa Bahía del bosque o Bahía de la madera.
De vuelta al
aparcamiento, inicié el sendero para llegar a la Castorera. Un pequeño camino al
que se accede remontando el curso del Arroyo Los Castores por su margen
derecha. Al final del sendero se puede ver el impacto que la introducción de
esta especie no autóctona ha tenido en el parque.
Volviendo por
el mismo camino, tomé el desvío hasta el Mirador Lapataia, desde donde se
obtiene una vista panorámica preciosa de la bahía.
La vegetación
más llamativa durante todo el camino que llevaba ya hecho era el Pan de Indio,
un hongo que crece en los troncos de los árboles y las Barbas de Viejo, un
liquen.
Desde el
mirador, busqué el camino para llegar a la Laguna Negra. Sin embargo, una vez encontrado,
cada vez se iba haciendo más peligroso por todo el hielo y la nieve que empezaba
a haber en el camino.
Pronto llegué
a la carretera y la cosa se suavizó un poco. Vi la señal que indicaba dónde
estaba la laguna (incluso hay un aparcamiento delante del sendero) y lo seguí.
A unos pocos
metros del aparcamiento apareció la Laguna Negra, que en realidad es un gran
turbal formado en una depresión creada por los glaciares hace miles de años. El
agua es de color negro debido a la cantidad de materia orgánica que hay en su
interior.
De vuelta a la
carretera, continué por ella siguiendo el curso del río Ovando hasta llegar a la Laguna
Verde. Aquí las aguas del río forman una especie de meandro tomando una
coloración verdosa y rodeando varias islitas llamadas el Archipiélago Cormoranes.
La carretera
me llevó a un gran puente, que atravesé para llegar a donde me recogería mi
autobús: el Centro de Visitantes Alakush. Sin embargo, llegué un poco tarde y
tuve que esperar al siguiente minibús para volver a Ushuaia.
Mientras
tanto, aproveché el tiempo para disfrutar de las vistas tomándome un chocolate
en su cafetería y viendo el museo que tienen allí, que curiosamente ha contado
con la ayuda del Ministerio de Medio Ambiente de España 😉
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