Mi noveno día
en Argentina me lo pasé casi entero viajando. Salí de Ushuaia a las 9’00 y volé
con LATAM Airlines hasta Buenos Aires. Por desgracia, no encontré ningún vuelo que
fuera en esas fechas de manera directa a San Carlos de Bariloche, así que tuve
que hacer una escala allí de unas dos horas, para coger otro avión de la misma
compañía que me llevaría hasta mi siguiente destino.
Nunca antes
había viajado con LATAM Airlines, pero he de reconocer que me llamaron la
atención sus medidas de seguridad. En caso de emergencia, coge tu asiento y ¡a
flotar!
Llegué a
Bariloche a las cinco de la tarde. Acababa de pasar un temporal tremendo en la
zona y estaba todo cortado. Mis planes se habían chafado, porque las
excursiones que tenía reservadas para hacer por la zona habían sido canceladas.
Las carreteras estaban cortadas y era todo un caos. Uno de los días iba a hacer
el Circuito de los 7 Lagos hasta San Martín de los Andes, pero la carretera
estaba intransitable. Y otro día tenía pensado ir a Villa Angostura, pero
estaba tan mal la cosa allí, que habían tenido que evacuar a los turistas que se
alojaban en el pueblo en barcos, porque no había luz, ni suministros. Una verdadera
pena.
Por suerte, el
tiempo parecía que iba a cambiar y durante mi estancia allí me acompañó el buen
tiempo. Tan sólo me nevaron dos días. Eso sí, un frío tremendo.
Como eran
plenas Vacaciones de Invierno, no había podido encontrar alojamiento barato en
la ciudad para cinco días seguidos. La única solución que encontré fue alojarme
dos días en Playa Bonita (a 8 km del centro) y los otros tres en un hostal de Bariloche.
En el
aeropuerto cogí un remis que me llevó a mi destino. Una bonita casita alpina en
mitad de la Avenida Bustillo, una carretera llena de tráfico. Tardé bastante en
llegar allí. Una vez en la casa, dejé mis cosas y me fui a un supermercado que
había cerca a comprar cosas para hacerme la cena. Incluida una botella de
Fernet para soportar el frío de invierno.
Como era noche
tan cerrada ya y estaba tan retirada de Bariloche, no me atreví a coger el
autobús por si luego no encontraba modo de volver. Además, la nevada estaba
apretando. Sencillamente aproveché para descansar al lado de la estufa después
de tantas horas de vuelo (todo lo que me dejaron los escandalosos vecinos que estaban
alojados en la cabaña de al lado). Bendito Fernet, que me ayudó a pillar el
sueño. 😊