A 45 km de Huesca está la localidad de Riglos, que se ha hecho
mundialmente famosa por sus mallos. Los mallos son formaciones rocosas que
alcanzan los 27 metros de altura máxima y tienen unas enormes paredes
verticales.
Todos los mallos de Riglos tienen nombre. Éstos proceden de algunas casas
del municipio, de su forma característica, o en homenaje a personajes famosos.
El pueblo se ha convertido en un paraíso para montañeros y amantes de la
escalada. Prueba de ello son todos los carteles informativos para escaladores y
empresas que se dedican a esta actividad en Riglos. Incluso hay un hotel en el
que la habitación está colgada de una de estas formaciones rocosas. http://rabriglossuite.com/
El pueblo, más allá de los mallos, no tiene mucho que ver. Puedes dar un
corto paseo entre sus callejuelas para encontrar su iglesia y sus casas
tradicionales. Pero lo más bonito está siempre mirando hacia arriba porque,
además de los mallos, Riglos tiene una de las colonias más numerosas de buitres
leonados de Europa.
Existen muchos senderos que recorren los mallos. Uno de los más famosos
es el que los recorre desde su base. Es un itinerario circular, con un desnivel
de 370 metros, una longitud de 5’5 km y que dura unas 2’15 horas.
El coche lo puedes dejar en cualquiera de los aparcamientos que hay a la
entrada del pueblo. Desde allí, busca la oficina de turismo, que es donde se
encuentra el panel informativo con la ruta, y sigue los carteles. Está
muy bien señalizado.
Al salir de Riglos, hay un mirador precioso desde el que hacer unas
espectaculares fotos de los mallos.
A la vuelta de Riglos, tu visita se puede combinar con un rápido paseo por Ayerbe, para comerte uno de sus refollau.