Visitando Almazán y su románico soriano


Almazán es un pueblo soriano de algo más de 5600 habitantes que merece una visita. Famosa por ser la villa en la que se supone que están enterrados los restos de Tirso de Molina, su patrimonio es envidiable.

El coche lo puedes dejar en cualquier calle fuera del centro para no tener que ir conduciendo por calles estrechas. Atravesando la Puerta de la Villa (una de las tres puertas que quedan del siglo XII) pronto llegarás a la Plaza Mayor, donde se encuentran la mayoría de los monumentos destacados.


La plaza la preside el Palacio de los Hurtado Mendoza, de estilo gótico-renacentista. Allí está la Oficina de Turismo, por si quieres información sobre la comarca.


Al otro lado de la plaza verás el Ayuntamiento y la iglesia de San Miguel (s. XII) con una torre y un curioso bajorrelieve románico que narra el martirio de Thomas Becket.

Y en el centro, la estatua del teólogo Diego Laínez, que influyó en su amigo San Ignacio de Loyola para crear la orden de los Jesuitas y que rechazó ser Papa. También es curiosa la imagen del Zarrón, gran símbolo del pueblo. Cada 17 de mayo, durante las fiestas de San Pascual Bailón, ocho parejas con trajes típicos bailan danzas del siglo XVIII, mientras dos figuras con rabos de zorro las persiguen. El Zarrón, a quién se le identifica con el diablo, va dando mamporros por toda la plaza y los asistentes beben la soparra (una mezla de vino, azúcar, canela y pan mojado). Esta fiesta de origen pastoril es bastante curiosa.



Los restos de la antigua muralla que rodeaba Almazán se pueden ver alrededor de la Puerta del Mercado, con sus dos torreones, y el Rollo de las Monjas, un torreón cilíndrico desde el que se ve el Duero y que está junto al convento del siglo XVI.

Saliendo de la plaza también hay otros monumentos importantes, como la Iglesia románica de Nuestra Señora del Campanario, la Iglesia de San Pedro o la de San Vicente, hoy convertida en Centro Cultural.

También hay varios miradores sobre Duero, un Museo de Escultura al Aire Libre en el Parque de la Arboleda, una ermita y el famoso Convento de la Merced, en el que escribió y murió Tirso de Molina.


Para acabar la visita, recomiendo ir a la Confitería Almarza. Fue toda una sorpresa. Fundada en 1820, en sus paredes hay fotos de visitantes ilustres que han ido allí para comer sus famosas paciencias o las yemas de Almazán. Entre ellos, Jordi Hurtado.





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