Con un poco de jetlag todavía en el cuerpo,
decidí disfrutar de la ciudad y St Kilda andando. Desde el hotel Kimberley Gardens, y parando antes en el 7Eleven para desayunar, comencé a andar hacia
el centro de Melbourne. Ciudad limpia, ordenada, con el aire nuevo que tienen
las grandes ciudades australianas. 👉 10 lugares imprescindibles que ver en Melbourne.
Mi primera parada fue para ver el Shrine of
Remembrance. Dejando a un lado el Grand Prix Circuit, a la derecha aparecen los
Royal Botanic Gardens, una de las maravillas de Melbourne. Desde la carretera ya
se puede ver este emblemático monumento
construido en memoria de los caídos del Estado de Victoria en la Primera Guerra
Mundial. Su diseño se inspiró en el Mausoleo de Halicarnaso, una de las siete
maravillas del mundo antiguo. Su importancia es tal en la ciudad, que está
prohibido construir cualquier otro edificio que tape su vista desde Swanson St
hasta Lonsdale St. Se puede entrar para ver el interior y escuchar las
explicaciones gratuitas. (Horario: de 10’00 a 17’00).
Después de pasear un poco por los jardines
atravesé el puente sobre el río Yarra y llegué a la mítica Federation
Square. Esta plaza es punto de quedada para los habitantes de Melbourne. En
ella hay varios monumentos importantes, como el Ian Potter Centre, el Museo de
la Imagen, la estación de Flinders Street y la Catedral de St Paul. No es tan
llamativa como otras plazas y me decepcionó un poco.
Lo primero que hice fue bajar hasta la Oficina
de Información Turística. Allí varias personas mayores se encargan de ofrecerte
un montón de folletos sobre cosas que hacer y que ver en Melbourne y
alrededores. Hay que coger número y esperar a que te atiendan. Además, está
lleno de videos documentales.
Folleto en mano me fui a la Catedral Anglicana
de San Paul, construida en 1880 siguiendo los diseños del arquitecto
Butterflield, quien no se dignó a visitar la ciudad y se limitó a enviar los
dibujos y las instrucciones de su montaje. (Horario: de 8’00 a 18’00, los sábados abre sólo
hasta las 17’00).
Cansada ya de tantos kilómetros andados aproveché
el servicio gratuito de tranvías que ofrece Melbourne. En Flinders Street, tras
ver la bonita estación, cogí el City Circle Tram e hice el recorrido
completo (que dura poquito) viendo varios de los monumentos más representativos
del centro de la ciudad. Los comentarios que sonaban por los altavoces no se
escuchaban muy bien, pese a no haber mucha gente y poder ir sentada cómodamente.
Me bajé en la misma parada donde lo cogí,
Flinders Street, y empecé a visitar algunos de los callejones famosos del
centro. El primero de todos está junto a la catedral, el Hosier Lane. La verdad
es que no es más que una calle estrecha llena de grafitis por todos lados, con
gente bebida y con pintas raras entre muchos turistas haciendo fotos. Personalmente,
no me gustó nada.
Después de callejear un poco por allí y
aprovechando para ver algunos monumentos importantes que me encontraba por
el camino (Old Treasury Building, Parliament House, Town Hall, The State
Library…) acabé en el Royal Exhibition Building. Construido para la
Exposición Universal de 1880, hoy es Patrimonio de la Humanidad. Fue el primer edificio
en el que ondeó una bandera australiana y donde se estableció el primer
Parlamento del país. La entrada cuesta 10$. Los jardines son gratuitos y desde
ellos se pueden hacer unas bonitas fotos. Yo no tenía tiempo para
visitarlo por dentro, y tampoco era mi intención. Mi viaje se iba a
centrar más en la naturaleza y no tanto en ver museos. Por eso sólo le
dediqué sólo un día a Melbourne, para poder hacer parte de la Great Ocean Road a
la mañana siguiente.
Volví tras mis pasos pasa visitar Chinatown. Es
pequeña, pero de las que vi en Australia fue la que más me gustó. Los restaurantes
no son caros y, además, está el Food Court: dentro de un edificio hay un
minicentro comercial cuya parte de abajo está llena de puestos de comida
asiática. Lo mejor es que la mayoría son buffet libre. Pagas por un plato o por
un tupper. Y ya lo llenas tú de lo que quieras hasta que rebose. Al final, la
gente con las ansias hace una mezcolanzas…
Desde allí comencé el segundo gran paseo del día
hacia Southbanks y los Docklands. Atravesé el Etihad Stadium y la polémica
noria para llegar a una de las zonas con los restaurantes más pijos al lado del
río Yarra. Cruzando el puente de la telaraña y tras descansar un poco las
piernas, empecé el camino de regreso hacia St Kilda y, sí, una vez más
decidí hacerlo a pie para ir viendo sus ricas pastelerías , sus
boutiques y sus casitas pequeñas.
Después de haber hecho unos 20 km andando (o eso
decía Google Fit), me quedaba el plato fuerte del día. La verdad es que de
Melbourne podría haber prescindido, pero los pingüinos de St Kilda, no. Es lo
que más te recomiendo de todo lo que hice en mi primer día de recorrido
en Australia.
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