Mi segundo día en Pekín lo quise aprovechar para visitar la Muralla China. Hay varias maneras de llegar, pero en China pronto te darás cuenta de todo el tiempo que se pierde en intentar llegar a un lugar por la falta de entendimiento.
Decidí que la manera más rápida de llegar a Badaling 八達嶺 era coger los autobuses turísticos
que salen desde el ángulo suroeste de Tiananmen entre las 6’30 y las 10. Todos estos autobuses combinan la visita con
las Tumbas Ming. Me salió por 160 yuanes e incluía entradas y
comida.
Me metieron en un autobús donde la guía no paraba de dar
gritos mientras explicaba las cosas. La gente me miraba más a mí que a
la guía, ya que era la única occidental de la excursión. Y, por supuesto, la guía no hablaba nada de inglés.
Tras un recorrido de una hora más o menos paramos en lo que
creí que era la muralla, pero no vi nada que se le pareciera ni por
asomo. La guía me dijo que los carteles de la entrada estaban en inglés y que fuera a mi aire, pero como no me fiaba de quedarme allí tirada, me pegué a ella como una lapa. Aunque insistió muchísimo… Cuando llegamos a
la entrada todo el grupo pasó y a mí me pararon, la guía me miró con
cara de ¿pero qué hace la pesada ésta otra vez aquí? Y le dijo con desgana a
la portera que me dejara pasar, como diciendo “no ves que la pobrecica está tonta no se entera de ná?”.
Total, yo pensaba que estaba en la entrada de la
muralla, porque a las Tumbas Ming si quieres pasar tenías que pagar la entrada
aparte. Y yo no había pagado nada… Confundida, y pegada a la guía, me paraba donde mi grupo, hacía fotos a lo que
hacían ellos, tocaba lo que tocaban ellos (como una tortuga, que insistieron
en que le tocara el culo) y… poco
más. La visita no mereció mucho la pena. Confirmé que estábamos en las
Tumbas Ming, pero que a la guía le había dado pena de la tontería que llevaba a cuestas y me había dejado entrar gratis 😅
Tocaremos la tortuga, que si no les va a dar algo a estos chinos... |
Nuestra guía, con la banderica, voceando |
De ahí nos llevaron en autobús a un taller de jade, que
había que atravesar para ir al restaurante. Allí nos sentaron en mesas redondas
enormes, donde fui la atracción turística de todos los comensales por no saber coger los palillos bien. Me ofrecieron de toda su comida, no muy
buena, y al final sólo comí un cuenco de arroz frío.
Restaurante chino chino |
Otra vez al autobús para llegar por fin a Badaling. Y allí…
se lió la gorda. Resulta que habíamos perdido tanto tiempo en el taller de jade
que ya era muy tarde para ver Badaling en condiciones, así que teníamos que
comprar la entrada del teleférico si queríamos subir. La gente se lió a
gritarle a la guía de una manera impresionante. Daban miedo. Pero
la guía pasaba.
Compramos mi entrada asombrada y… allí comprendí de
verdad cómo iban a ser las colas en China. Fue una de las peores experiencias
que tuve allí. La gente se colaba ante la impavidez de los demás, y los más
atrevidos que se quejaban eran reprendidos por los propios chinos que se
estaban colando… pufff, un infierno.
Tras más de una hora de cola conseguí entrar.
El teleférico daba bastante miedo, porque estaba muy viejo y
se movía con nada de viento. Aun así, mereció la pena. Aunque sólo vimos un
poquito de Badaling, el paisaje fue impresionante. Se lo recomiendo a todo el
mundo. Dada la hora que era, no estaba saturada de turistas y se podía ver
bien.
Tras bajar y comerme en la entrada un polo de guisantes
(por la foto), que luego resultó ser de soja y estaba bastante raro, mis compañeros de autobús empezaron a interrogarme sobre mi vida y mi viaje, por gestos y con mi mini diccionario. Y poco después, nos fuimos
hacia Pekín cuando estaba atardeciendo.
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