Las minas de Almadén guardan bajo el suelo una historia de más de dos mil años. En esos dos milenios que estuvieron abiertas de ellas se extrajo un tercio de todo el mercurio que ha usado la humanidad a lo largo de su historia.
Y
aún queda mucho cinabrio sin sacar. La escasez de material no fue la causa de
su cierre. Dejaron de funcionar en el 2003 alertados por la intención que tenía
la Unión Europea de prohibir el uso del mercurio a partir de 2011 para evitar
envenenamientos por mercurio. Son Patrimonio de la Humanidad desde 2012 y las
puedes visitar.
Para
acceder a ellas, reserva toda una mañana o toda una tarde. Tendrás que hacer
muy bien las cuentas para que te cuadre todo y te dé tiempo a visitar el Hospital de Mineros de San Rafael, cuya entrada va incluida en el ticket. Las
entradas se agotan muy rápido cuando las ponen a la venta. 👉 Más información.
La visita comienza en el Centro de Visitantes, donde hay una tienda de recuerdos y una pequeña exposición con documentos, maquetas y objetos de los mineros, que hacen un recorrido por la historia de las minas. También verás un pequeño documental sobre el sitio en el que estás. Lo más impresionante es un estanque con casi cuatro toneladas de hipnótico mercurio.
Allí se presentará tu guía, la persona que te acompañará durante tu inmersión en los túneles y la que más sabe sobre este lugar. Es un atractivo enorme que algunos de los últimos trabajadores de las minas se encarguen de enseñarlas a los visitantes. Nadie mejor que ellos para contante el trabajo que se realizaba aquí. Aún así, para no acabar malos, tienen que llevar un estricto control sanitario. Les hacen exámenes médicos y análisis de sangre periódicos y no pueden bajar a los pozos todos los días. Todo ello para evitar enfermedades propias de esta ocupación, como el azogue, lo que más afectaba a los trabajadores de Almadén. ¿Nunca te han dicho “estate quieto, que parece que tienes azogue"? Pues de ahí viene.
Desde allí, irás
a los antiguos talleres y a admirar los castilletes de los pozos de San
Aquilino y San Teodoro. En el antiguo edificio de compresores recorrerás el Centro
de Interpretación de la Minería, donde se cuenta cómo se las han apañado los
distintos habitantes de la zona para extraer el mineral desde antaño y cómo lo
trasportaban. Ten en cuenta que se sabe que el siglo XVIII trabajaban en el
complejo más de 2.500 personas.
Por fin llega
lo más emocionante. Al salir del museo, te darán tu casco y te montarás en una
jaula para bajar a la primera planta por el Pozo de San Teodoro, a 50 metros de
profundidad. Impone.
La mina abarca
un círculo de 25 km de radio cuyo centro está situado en este pozo. A lo largo
de la historia se han construido galerías hasta alcanzar los 700 metros de
profundidad. ¡Imagínate trabajar allí!
Cuando el
ascensor se para, continúa la visita a pie por esta mina que se usó en los
siglos XVI y XVII. A lo largo de los túneles verás carretillas, vagonetas,
métodos de refuerzo para que no se cayesen las galerías, montacargas y bombas
para la extracción del agua cuando se inundaban. Hoy se sabe que muchas de las
galerías inferiores están completamente anegadas.
Una de las cosas
más curiosas es el baritel de San Andrés, de 1755. Un recinto en el que hay un
gran malacate que era tirado por mulas y que está considerado de suma importancia
a nivel mundial. A esta zona llegaban los presos atravesando la galería de los
forzados, que unía la mina con la cárcel y que evitaba que tuvieran contacto
con el exterior.
Antes de volver
a subir por el ascensor, verás una zona dedicada a diversas herramientas y la
imagen de Santa Bárbara, patrona de los mineros.
Afuera te
esperan unos minibuses para hacerte un recorrido por las instalaciones
exteriores del parque: los hornos de Alúdeles, la monumental Puerta de Carlos
IV, la puerta de carros, diversos talleres y oficinas.
Al final,
bajarás al Museo del Mercurio, construido en un antiguo almacén de 1941 para
protegerlo y envasarlo. Sus plantas están dedicadas a la geología y paleontología
de Almadén, el almacenaje del mineral y también hay en ellas un curioso espacio
interactivo con diversos experimentos relacionados con el mercurio.
Afuera, el microbús de llevará de vuelta al Centro de Visitantes. Desde allí, puedes coger el coche para dirigirte hacia el centro del pueblo y recorrer sus calles. Con la entrada a la mina también viene incluido el acceso al Hospital de Mineros de San Rafael.
Para mí fue
una visita excepcional. Dura bastante, pero no resulta aburrida, ni extensa.
Los espacios están tan bien llevados, la información es tan interesante y los
guías son tan amenos que me quedé encantada con haber dedicado un día a esta
joya española Patrimonio de la Humanidad.
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