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Ruta de senderismo circular por El Pardo y la Quinta

He realizado muchas rutas de senderismo por El Pardo y he decir que ésta es una de las más completas de las que me he encontrado. A lo largo de ella puedes disfrutar de varios paisajes, plantas y animales, que te hacen olvidar que aún sigues dentro de la ciudad de Madrid. 

La ruta se divide en varios tramos a través de los cuales puedes pasear por los Jardines de la Quinta, atravesar el monte de El Pardo, disfrutar varias veces con diversos lugares de observación de ciervos y gamos, encontrarte con algún que otro jabalí, caminar por la colonia de Mingorrubio y hacer la senda ecológica del corredor ambiental.

La idea la saqué de esta web, en la que aparece el plano completo. Aunque inicialmente está diseñada para hacerla en bicicleta, yo la hice andado fácilmente.

Tramo 1: De La Quinta a Mingorrubio - 5,5km

El coche lo puedes dejar en la carretera que da acceso a la Quinta de El Pardo. Desde allí, justo antes de la Puerta de Madrid por la que se entra a los jardines del recinto, sale un sendero a mano izquierda que va subiendo poco a poco paralelo a una tapia y que acaba en una carretera. La subida es sencilla y no dura ni un kilómetro. 

A continuación, la tapia y la senda tuercen hacia la derecha, tramo que tienes que seguir hasta la portillera del Tambor, momento en el que hay que cruzar al otro lado de la carretera. Hay un poste indicativo al inicio de la senda. Ahí comenzarás una larga bajada siguiendo una valla de alambre, que no debes abandonar nunca. 


Al acabar la bajada, si sigues pegado a la valla, podrás disfrutar del espectáculo que ofrecen los ciervos y los gamos que se acercan a ésta y no que no tienen ningún miedo de los visitantes. El entorno es precioso. 



A partir de aquí comienza la parte más dura del itinerario. No hay ninguna sombra y el sendero se vuelve más irregular, con varias bajadas y subidas largas, que se hacen bastante pesadas. No hay que abandonar la valla en ningún momento.


Pero pronto verás a lo lejos una bajada llena de sombras y vegetación, que te proporcionarán el lugar perfecto para hacer una parada, tomarte algo y recuperar el aliento. El paisaje ha cambiado totalmente, en este frondoso pinar hace mucho más fresquito.  Además, desde la parte alta podrás tener unas bonitas vistas de El Pardo al fondo. 



Atravesando el pinar cuesta abajo, el sendero te lleva directamente a la colonia de Mingorrubio, a la que sales justo en frente de la zona del área recreativa. 


Tramo 2: De Mingorrubio a El Pardo - Km 9 

Una vez en el parque, el camino continúa paralelo al cauce del río Manzanares. Cuando te encuentres un puente, cruza por él para llegar a la otra orilla y encontrarte de frente con otra valla metálica. 

A lo largo de esta valla, que debes seguir dejándola siempre a tu lado derecho, es donde se concentra mayor cantidad de gente, pues es donde más oportunidad tendrás de ver ciervos, gamos y jabalíes. El camino va estrechándose dejando el río a tu izquierda y la valla a tu derecha hasta llegar al famoso Puente de los Capuchinos, que te dejará en el núcleo de El Pardo. Si no lo has hecho antes, puedes aprovechar para pasear por él y tomarte algo en los numerosos bares y terrazas que hay en la zona.



Tramo 3: De El Pardo al Club Deportivo Sotomontes - Km 14

Dejando El Pardo atrás y yendo siempre paralelo al río (esta vez dejándolo a tu derecha), comenzarás a recorrer el último tramo de la Senda Ecológica del Corredor Ambiental del Río Manzanares. Pasarás por el Centro Tecnológico de Seguridad y continuarás hasta llegar a los primeros pinares, donde ya aparece marcada también la Senda Fluvial, un pequeño sendero que va paralelo al río y a la vía principal. Puedes ir por cualquiera de los dos.


Unos cuantos metros después, aparecerá el puente del tren de cercanías. Justo al lado de éste acaba la Senda Fluvial. 



Un poco más adelante, el sendero se vuelve más estrecho y menos transitado, hasta llegar al Club Deportivo de Sotomontes

Tramo 4: Del Club Deportivo a La Quinta - Km 20

Acabado el Club Deportivo, sale un desvío a la izquierda que llega hasta la carretera M-605. Tienes que cruzarla y seguir paralelo a ella por cualquiera de los senderos que surgen a la izquierda, dirección Madrid. Pronto aparecerá la carretera que va al Tiro de Pichón, hay que cruzarla y seguir paralelo a la M-605 durante un buen trecho. 


El camino poco a poco va girando hacia la izquierda, abandonando la M-605 y empezando una subida bastante pesada hasta llegar a la Tapia de El Pardo, toda llena de grafitis y en muy malas condiciones. Tienes que atravesarla por cualquiera de las puertas que hay para ello. Al otro lado verás ya Madrid.




La verdad es que el sitio da bastante pena, hay basura por todos lados. Tendrás que continuar paralelo a la tapia y a la M-40 durante unos cuantos metros por una camino de tierra bastante ancho. Justo antes de que se acabe la tapia hay otra puerta-agujero que tienes que atravesar de nuevo y que desciende hacia la izquierda. Esta última bajada te llevará de nuevo a la Puerta de Madrid, en pleno recinto de La Quinta




Si te has quedado con fuerzas después de la caminata, te recomiendo que continúes andando un poquito para visitar los bonitos jardines de La Quinta y descansar en un banco bajo sus increíbles secuoyas. 

Al no estar señalizada, la ruta puede parecer algo engorrosa por la cantidad de desvíos y caminos que salen por todos lados. Si tienes GPS, puedes descargártela aquí.

                            🏃  Llévate agua, crema solar y un buen calzado. 
                            🏃  Longitud: 20'8 km 
                            🏃  Dificultad:  fácil
                            🏃  Duración: unas 7 horas.
                            🏃  Recorrido circular.
 

                            🚴  Ten cuidado con los ciclistas.

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Argentina: Día 20 - Visita San Antonio de Areco desde Buenos Aires



Mi penúltimo día en Argentina iba a ser bastante entretenido. Como no quedaba apenas tiempo en mi viaje, pero no quería irme sin visitar una ciudad gaucha, pensé en ir a San Antonio de Areco por la mañana y volver para pasar la tarde en Tigre, que tampoco me lo quería perder.

Reservé con mucha antelación un asiento de autobús con la empresa Chevallier. Hay que hacerlo pronto, porque ya había muchos asientos escogidos. Elegí el primer viaje de la mañana, el de las 6’00, para coger el de vuelta a las 12:40. Sabía que era poco tiempo, pero el centro histórico es pequeño y se ve muy pronto.

Me tuve que levantar tempranísimo para estar en la estación de autobuses de Retiro en Buenos Aires a tiempo. Al principio me equivoqué y me fui a la de trenes, que está al lado. Le pregunté a un guardia y me sacó de mi error.


El autobús era una gozada. Asientos cómodos, amplios y semicama. Se podían echar totalmente para atrás sin tener que molestar a nadie. Además, tenía café. Eché durmiendo todo el viaje.

A las 8’00 llegué a la estación de autobuses de San Antonio de Areco. Un local muy pequeñito que atiende un señor muy simpático. Éste se encarga de todo: vende billetes, atiende el mostrador de su minitienda y sirve café.


Desde la estación de la estación de autobuses ya parecía aquello que había viajado al pasado. Y el resto del pueblo me lo corroboró. Salí andando al lado de la carretera, por un camino que me llevó al pueblo.

San Antonio de Areco está considerado el Pueblo de la Tradición, es decir, uno de los lugares que mejor ha preservado el pasado gauchesco de la Pampa. Este hecho me había llevado a visitarlo. Se encuentra a 113 km de Buenos Aires y su origen se remonta a principios del siglo XVIII.

Como me imaginaba que a esa hora todo estaría sin vida, me fui directamente hacia la costanera, donde ya había algún que otro paseante. El bonito paseo por la costanera lleva al puente construido en 1857 para unir las dos partes en las que se divide el pueblo. Su nombre lo recibió tras levantarse el nuevo, que está un poco más adelante y que fue bautizado como Puente Gabino Tapia.




Al lado del río, los caballos me recordaban a su pasado gaucho. La figura del gaucho es lo que define a la Pampa, una especie de cowboy siempre a lomos de su animal, que más tarde acabaría cuidando del ganado en sus estancias.


Atravesando el puente, llegué al Museo Gauchesco (a esa hora cerrado), y a la Pulpería La Blanqueada, un restaurante con más de 150 años de vida. Poseía una reja a través de la cual se servía a los forasteros, mientras que los conocidos sí que podían acceder a su salón interior para tomarse algo.



En el parque también se rinde homenaje a un personaje muy querido en esta tierra: Ricardo Güiraldes, escritor nacido que reprodujo en sus obras escenas del pueblo que sus antepasados crearon. Su madre, Dolores Goñi, pertenecía a una de las ramas de la familia Ruiz de Arellano, fundadora de San Antonio de Areco.


Volví sobre mis pasos y recorrí las calles vacías mirando sus fachadas. Sin duda, conserva todos los atributos de un tradicional pueblo de la llanura pampeana. Había tesoros en los sitios más insospechados, como el lugar que habían elegido para montar este negocio:


Actualmente existen 6 lugares nombrados Monumentos Históricos Nacionales: el Parque Criollo y Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, el Puente Viejo, la Parroquia San Antonio de Padua, la Intendencia Municipal, la Estancia La Porteña y la Pulpería La Blanqueada.

Alrededor de la Plaza Ruiz de Arellano se pueden ver muchos edificios representativos, como la Municipalidad. Entré en un bar de la plaza que ya estaba abierto, El Tokio. Un lujo. Emanaba historia por todos lados. Precios baratísimos y asombro en los lugareños a ver extranjeros por allí tan temprano y en invierno.



Seguí mi camino por las calles del pueblo viendo cómo iban abriendo poco a poco boliches en casas antiquísimas, que por fuera parecía que se estaban cayendo.



Llegué al Prado Español. La Plaza Española fue creada en 1881 por los españoles que vivían en el pueblo para recordar su patria, fundando también la Sociedad Española de Socorros Mutuos.


No sólo españoles habitaban estas tierras. Otros muchos inmigrantes europeos también lo hicieron, como los irlandeses que construyeron su propia iglesia en honor a San Patricio, como no podía ser otro.


Después de comer algo, volví a la estación de autobuses. Charlé un poco con el señor que la atiende y me subí en el autobús de vuelta a Buenos Aires.






Argentina: Día 2 - Visitando los barrios de Retiro, Recoleta, y Palermo



Desde Puerto Madero me dirigí al Barrio de Retiro, el que una vez fuera el barrio más exclusivo de Buenos Aires. Prueba de ello son los bonitos edificios art-decó de principios del siglo XX que lo pueblan. El centro de su vida gira en torno a la Plaza San Martín, en la que se encuentran la estación de tren y la de autobuses, el Palacio Paz, y un parque en una hermosa colina. La estatua más famosa se halla en su cima: la estatua ecuestre de José de San Martín.



En la parte baja de la colina está el Monumento a lo Caídos de Malvinas, un memorial en recuerdo de los jóvenes que murieron en la guerra contra los ingleses.


En frente de este monumento, cruzando la calle, se alza la Torre Monumental, de 76 metros de altura, donada por la comunidad británica en 1916 y construida con materiales traídos en barco desde Inglaterra. Su nombre inicial fue Torre de los Ingleses, pero tras la Guerra de las Malvinas de 1982, fue rebautizada como Torre Monumental. Hoy puedes subir hasta su sexto piso en el que hay una pequeña exposición y un mirador.


A diez minutos de la Plaza San Martín, encontré un buen restaurante para comer: Santa Fé 1234. Un sitio espectacular, barato y con unos platos más que generosos.

Desde allí, para bajar la comida, inicié un paseo de menos de 20 minutos entre los bonitos edificios de embajadas que conforman el Barrio Norte, hasta llegar a Recoleta. Elegantes cafeterías y restaurantes, lujosos edificios de estilo francés y galerías de arte llenan sus calles. Pero, sin duda, lo más famoso de este barrio es su Cementerio.

El Cementerio de La Recoleta es uno de los lugares más visitados de Buenos Aires. Su origen se remonta a 1732, cuando los frailes recoletos descalzos construyeron en estos terrenos un convento y una iglesia, la actual Basílica del Pilar. En 1822 se iniciaron las obras en el huerto anexo a la iglesia para situar allí un cementerio, el primer cementerio público de la ciudad.


Sus pasillos están llenos de imponentes mausoleos que muestran los tiempos en los que Argentina era una potencia emergente a finales del XIX, cuando las familias más adineradas empezaron a mudarse a este barrio y a construirse sus preciosos mausoleos. Más de 90 de ellos han sido declarados Monumento Histórico Nacional, por lo que el cementerio tiene la categoría de Museo Histórico Nacional desde 1946.


Está organizado en manzanas, con amplias avenidas arboladas que dan a callejones laterales donde se alinean los mausoleos y bóvedas. Desde su rotonda central parten las avenidas principales, con una escultura de Cristo realizada por el escultor Pedro Zonza Briano, en 1914.

Cada mausoleo presenta el nombre de la familia labrado en la fachada; generalmente se agregan al frente placas de bronce para los miembros individuales. Algunos están cayéndose y dan verdaderos escalofríos.


En el cementerio no había mucha gente. Paseé entre los mausoleos buscando la famosa tumba de Evita. De repente, vi una multitud de personas haciendo cola en uno de los pasillos más estrechitos. Pensé que eran turistas y que estaban esperando para ver la tumba de Eva Perón. Pero cuando me estaba acercando al final de la cola, vi que me había equivocado completamente y que se trataba de un entierro. La fila aquella era para darle el pésame a la familia. Con respeto, me salí de allí y continué con mi paseo hasta que di con la tumba que buscaba.

A unos 200 metros a la izquierda del portón principal del cementerio, se encuentran las tumbas de la familia Duarte. La de Evita está cinco metros bajo tierra, en el segundo sótano. Su última morada se construyó como la cámara acorazada de un banco, bajo dos planchas de acero, a fin de disuadir a cualquiera que tratase de apoderarse del cadáver.


Sus restos llegaron a este lugar en los setenta, cuando fueron repatriados desde España, después de dar vueltas por Buenos Aires (incluyendo la central sindical CGT), la ciudad italiana de Milán y Madrid, escapando de las fuerzas antiperonistas que habían derrocado a su marido. En un primer momento, fue enterrada junto a su marido en la residencia presidencial de Olivos. Un poco después, ambos cadáveres fueron separados por la dictadura y entregados a sus familias. Desde entonces, los restos de Evita reposan aquí, bajo una bóveda art decó de la década de 1930, con puerta de bronce y siempre con flores frescas.

El 7 de mayo (día de su cumpleaños) y el 26 de julio (día de su muerte) suele haber mucha gente que viene a orar por ella delante de su tumba. 

Saliendo del cementerio, visité la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, me tomé un submarino y puse rumbo a mi última parada del día: un bonito paseo por las zonas verdes del Barrio de Palermo.


El edificio de la Facultad de Derecho UBA, bien merece una foto. Justo detrás de él aparece la rara escultura Floralis Genérica, situada en la Plaza de las Naciones Unidas. Está dotada de un sistema eléctrico que hace que abra y cierre automáticamente los pétalos.



Siguiendo la avenida, terminé mi camino en Parque 3 de Febrero, atravesando los llamados Bosques de Palermo y con el planetario al fondo.


De vuelta al hotel, me quedé asombrada de lo que marcaba el reloj. Buenos Aires es tan bonita, que ni me había dado cuenta de todo lo que había caminado ese día. 



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