El recorrido desde Hanoi hasta Hue es de
Hanoi
Thanh Hoa
Vinh
Dong Hoy
Dong Ha
Hue
Yo compré los billetes de tren por internet, un mes
antes. La verdad es que tenía reparo de comprarlos así porque no había
muchas garantías. Te tenías que fiar y ya está. Pagué con tarjeta de crédito
y crucé los dedos porque al llegar al hotel de Hanoi, un mes después,
mis billetes estuvieran allí. Pero
todo salió a la perfección. En el hotel me entregaron un sobre que había mandado
mi agencia. Dentro iban los billetes.
Llegué a la estación con muy poco tiempo de antelación. El
tren ya estaba en el andén. Enseñé mi billete en el control y
pasé. Mi ticket eran de litera blanda, se supone que lo mejor de lo
que había disponible (no quería sorpresas, como en China). Pero resultó peor
de lo esperado.
El pasillo ya decía mucho del tren. Parecía sacado aún de
los tiempos de la Indochina Francesa.
Mi vagón estaba dividido en varios compartimentos, cada uno con dos
literas a los lados y una mesita en medio, debajo de la ventana.
Nada más entrar, una música estridente (parecían cánticos de la época de Lenin) empezó a sonar a tope por los altavoces. Y nos acompañó durante una
media hora. Pese a estar el tren lleno de turistas, yo compartí la sala
con unos vietnamitas mayores que no pararon de hablar a voces hasta que se
montaron. Se apoderaron de la mesa, incluso se sentaron en mi cama para hablar
(teniendo la suya propia vacía), y cuando se levantaron (nada más amanecer)
despertaron a todo el mundo con sus voces, gritando y gritando. ¡Vaya suerte!
El pasillo estaba lleno de gente sentada en taburetes. De repente
vino un revisor y los echó a todos porque tenían que estar en sus literas.
¡Menos mal! El aseo era lo único medio nuevo que había en el tren. Al final del
vagón había dos espejos con sus lavabos, que era donde la gente se lavaba los
dientes antes de acostarse y, justo al lado, estaba la puerta del baño.
Las camas tenían un colchón finísimo, parecían fundas en vez
de colchones. En lo alto había un cojín muy blando y una colcha. En la litera
de arriba también había, hechas un barullo, unas mantas viejas.
Si estás pensando en hacer este viaje, te recomiendo que te compres tu propio saco de
dormir en los mercados de Vietnam. Cuestan unos 5$ o menos y ocupan el espacio de un
monedero. Yo no usé nada de lo que había allí.
Lo peor de todo no fue nada de eso. Lo peor de todo fue cuando me desperté atemorizada porque se me había subido algo a la rodilla.
¡Dios! Entré en pánico. ¡Había ratas! Echaron a correr cuando me levanté. Y también echaron a correr las cucarachas que había por la pared
del vagón, rodeando la cabeza de uno de los vietnamitas gritones que estaba
durmiendo. ¡Qué imagen!
Después de pasar casi toda la noche en vela en un tren
viejo, lleno de bichos y lentísimo, por fin llegamos a Hue. Toda una hazaña. Si
lo sé, hubiera comprado un ticket en asiento blando. Total, dormir no dormí. Y,
al menos, allí los bichos corren alegremente y no están encerrados en ningún
compartimento.
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