De camino al Lago
de Sanabria, si vienes desde Zamora, puedes hacer una parada en Tábara, pueblo
con buenos bares y pinchos, una hermosa iglesia a su entrada y cuna de León
Felipe.
Con poco más
de 700 habitantes, Tábara descansa sobre un valle en las estribaciones de la
sierra de la Culebra, que hacen que sea paso obligado para mucha gente que
sigue hacia el noroeste. Por eso se pueden ver tantos coches aparcados a la
hora de comer al lado de la carretera que la atraviesa.
A pesar de que
hoy no tiene tanta fama, durante la Alta Edad Media fue muy conocido por su
monasterio, el de San Salvador de Tábara. El centro fue fundado por San Froilán
en el siglo IX por encargo de Alfonso III. Tal fue la importancia del recinto,
que se sabe que en él habitaron seiscientos monjes de ambos sexos y que contaba
con un scriptorium en el que se copiaban y se ilustraban obras como el Beato de
Tábara.
Debido a las
invasiones musulmanas, el monasterio quedó dañado y tuvo que ser restaurado,
levantándose un poco después la Iglesia de Santa María en el siglo XII. Hoy declarada
Bien de Interés Cultural. Durante esta época Tábara y su tierra pertenecieron a
la Orden del Temple.
En el XVI,
Carlos V creó el Marquesado de Tábara, un importante título que recogía extensos
pagos por toda la comarca.
Adentrándote
un poco por el pueblo, pronto llegarás a la Plaza Mayor. Allí, donde se pone el
mercadillo, puedes ver la Iglesia de la Asunción, antiguo convento de los Jerónimos
y Dominicos. Durante el Marquesado, los señores lo usaron como panteón
familiar, hasta que en el siglo XX se convirtió en esta iglesia.