A las 8 de la mañana había quedado con mi conductor para que me llevara a Khuzhir por 5000 rublos. Puntual, como
es común en Rusia, llegó Iván, un fornido joven rubio prototipo del típico ruso
grande que viene a la cabeza cuando piensas en porteros de discoteca.
El coche estaba impoluto. Iván me llevó durante 4
horas y media por la carretera que va de Irkutsk al ferry a más de 140
km/h. Al principio íbamos despacio porque había un tráfico inmenso, pero cuando
salió el primer desvío, la carretera se volvió mucho peor y más solitaria.
Entonces empezó a correr como si no hubiera mañana, no había nada que lo
detuviera: ni baches, ni líneas continuas, ni vacas en mitad de la carretera...
Cuatro horas después de baches interminables, y con un
dolor de cuello importante, llegamos al ferry. Allí paró, vio la cola
de coches que había esperando para montarse y... de repente, dijo que no me llevaba, que él se daba media vuelta y que ya me buscase yo la vida la vida para
cruzar. Me quedé pasmada. Pero, mi querido Iván se fue dejándome allí tirada. La cola no era para tanto a esas horas de la mañana. Como mucho
hubiéramos tenido que esperar unos veinte minutos.
Desconcertada, cogí mi mochila y me puse a la entrada del ferry. No hay que hacer cola si vas andando, tan sólo
esperar a que llegue el barco, descargue y entrar. Es totalmente gratuito. El
viaje dura unos cuantos minutos y el paisaje es inmejorable.
Cuando llegamos al otro lado, ya en Olkhon Island,
toda la gente que venía conmigo en el ferry se empezó a organizar y a
montarse en sus coches y en minibuses y autobuses que los estaban esperando.
Intenté hablar con algunos y me dijeron que lo tenían todo contratado y que
no cabía en ningún sitio. Vamos, que sus "Ivanes" sí que habían
cumplido y los llevaban directamente a su hotel, no como el mío que había
salido corriendo.
Desolada, entré en una de las tiendas que había
allí. Compré algo de comer y pregunté a la dependienta cómo podía ir a
Khuzhir. Me dijo que había un autobús que venía de Irkutsk, pero que no tenía
hora fija. Que esperara allí hasta que viera alguno. Pero me advirtió
que podría estar lleno y que a lo mejor no me cogía. La cosa se iba poniendo
cada vez más interesante.
Al rato aparecieron dos minibuses y varios coches que
estaban esperando para recoger a los viajeros que llegaban en el próximo ferry.
Todos me dijeron que no cabía, menos uno. Me dijo que por 4000 rublos me llevaba. Le dije que sí y me monté. Cuando le fui a pagar me dijo que
había entendido mal, que eran 12000 rublos y se empezó a reír. Obviamente, me bajé. Que me timasen tan descaradamente y, encima, riéndose...
Buff.
A las dos horas de estar allí esperando llegó, por
fin, el minibús de Irkutsk. No había plaza, pero le di tanta pena al
conductor que me dejó que subiera apretujándome. Yo me tuve que sentar
abriéndome hueco entre el conductor y el copiloto. Haciendo maniobras para
caber en el sitio, al lado de la palanca de cambios y compartiendo ese asiento
con otro chico. Me cobró 2000 rublos.
El viaje desde donde llega el ferry hasta Khuzhir duró
una hora. La carretera se acabó y empezamos a conducir por caminos de grava muy
deteriorados. El conductor tenía que hacer mucha fuerza para sujetar el volante
y, a veces, se le iba y patinábamos. Una gracia.
Después de un susto tras otro desde que salí de
Irkutsk, había conseguido llegar a Khuzir. El autobús me dejó en la parada
de en frente del supermercado. Y desde allí inicié mi camino por las
polvorientas calles buscando mi hotel. El viaje por Olkhon había empezado
mal, pero todavía me quedaban más sorpresas que pasar.
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