Contraté mi transporte de vuelta Irkutsk en el hostal de Khuzhir por 800 rublos el billete.
La furgoneta llegó a las 10’00, pero no salimos del pueblo hasta las 11’00,
porque estuvimos recogiendo a más gente albergue por albergue. A cada uno le
cobraba una cosa distinta, dependiendo de dónde se alojara. Los que más pagaron
fueron los que estaban alojados en el Hostal de Nikita.
El conductor, muy amable
por las narices, nos dijo que las mochilas grandes tenían que ir en la baca,
pero que él no las iba a subir. Empezábamos bien el viaje. Entre los extranjeros, una
pareja alemana y otra americana, hicimos lo que pudimos por subir todas las
mochilas. Las rusas que también iban en la furgoneta, no movieron un dedo y
simplemente esperaron a que se las subiéramos. Nuestro querido conductor sólo se subió para poner la red.
Íbamos súper apretados en
la furgoneta, con gente y mochilas por todos lados. Y una música estridente de
discoteca que nos acompañó durante todo el viaje. Cuando llegamos a la terminal
del ferry, nos tuvimos que bajar y hacer la cola de los autobuses y furgonetas,
que es distinta de la de coches. Como ves en esta foto, la cola de coches
parecía interminable. Nosotros sólo tuvimos que esperar una media hora.
Hicimos nuestro viaje en
el ferry y nos montamos rápido porque el conductor pasaba de avisar y teníamos
miedo de que se fuera dejándose a gente allí (y no me hubiera extrañado dadas
las circunstancias).
De repente, empezó una
tormenta inmensa. Llovía muchísimo y todos los mochileros temíamos
por nuestro equipaje y por las velocidades que seguía llevando nuestro amigo
por esas carreteras siberianas. A medio camino paramos en un restaurante. Aprovechamos
para decirle que nuestras mochilas se estaban mojando y que queríamos que le
pusiera una funda, como había en todas las demás furgonetas que estaban paradas
también allí. Nos dijo que luego, que ahora tenía hambre.
Se puso a comer y beber
con unos amigotes que se encontró allí y pasó de nosotros. Empezó a granizar. Nos
acercamos todos los viajeros a su mesa y le dijimos que si no quería poner la
funda él porque no quería mojarse, que nos la diera y que ya la poníamos
nosotros; o que, simplemente, nos dejara bajar las mochilas y ponerles nuestras
propias fundas impermeables. Se rio y nos mostró en el traductor de Google que
la funda estaba rota y que tenía que comprar una nueva. Otra excusa que se
había marcado el colega improvisando. Hablaba con sus amigos y no paraban de
mirarnos y de reírse. Las rusas que iban con nosotros estaban mucho más
mosqueadas, supongo que porque ellas sí que entendían lo que estaban diciendo.
Cuando “el señor” acabó
de comer tranquilamente, volvimos todos al minibús y vuelta a poner el
chunda-chunda a tope y a conducir como un loco.
Sanos y salvos llegamos a
la estación de autobuses de Irkutsk. Con la cabeza como un bombo y con mi mochila chorreando, inicié mi camino al hotel. Y me tiré el resto de
la tarde secando a ratos la ropa con el secador del hotel, para no quemarlo.
Otra entrada que te puede interesar:
➤ Rusia: Día 14 – Mi último día en Irkutsk descubriendo la línea verde