Rusia : Día 13 – Regresando de Khuzir a Irkutsk


Contraté mi transporte de vuelta Irkutsk en el hostal de Khuzhir por 800 rublos el billete. La furgoneta llegó a las 10’00, pero no salimos del pueblo hasta las 11’00, porque estuvimos recogiendo a más gente albergue por albergue. A cada uno le cobraba una cosa distinta, dependiendo de dónde se alojara. Los que más pagaron fueron los que estaban alojados en el Hostal de Nikita.

El conductor, muy amable por las narices, nos dijo que las mochilas grandes tenían que ir en la baca, pero que él no las iba a subir. Empezábamos bien el viaje. Entre los extranjeros, una pareja alemana y otra americana, hicimos lo que pudimos por subir todas las mochilas. Las rusas que también iban en la furgoneta, no movieron un dedo y simplemente esperaron a que se las subiéramos. Nuestro querido conductor sólo se subió para poner la red.


Íbamos súper apretados en la furgoneta, con gente y mochilas por todos lados. Y una música estridente de discoteca que nos acompañó durante todo el viaje. Cuando llegamos a la terminal del ferry, nos tuvimos que bajar y hacer la cola de los autobuses y furgonetas, que es distinta de la de coches. Como ves en esta foto, la cola de coches parecía interminable. Nosotros sólo tuvimos que esperar una media hora.




Hicimos nuestro viaje en el ferry y nos montamos rápido porque el conductor pasaba de avisar y teníamos miedo de que se fuera dejándose a gente allí (y no me hubiera extrañado dadas las circunstancias).



De repente, empezó una tormenta inmensa. Llovía muchísimo y todos los mochileros temíamos por nuestro equipaje y por las velocidades que seguía llevando nuestro amigo por esas carreteras siberianas. A medio camino paramos en un restaurante. Aprovechamos para decirle que nuestras mochilas se estaban mojando y que queríamos que le pusiera una funda, como había en todas las demás furgonetas que estaban paradas también allí. Nos dijo que luego, que ahora tenía hambre.

Se puso a comer y beber con unos amigotes que se encontró allí y pasó de nosotros. Empezó a granizar. Nos acercamos todos los viajeros a su mesa y le dijimos que si no quería poner la funda él porque no quería mojarse, que nos la diera y que ya la poníamos nosotros; o que, simplemente, nos dejara bajar las mochilas y ponerles nuestras propias fundas impermeables. Se rio y nos mostró en el traductor de Google que la funda estaba rota y que tenía que comprar una nueva. Otra excusa que se había marcado el colega improvisando. Hablaba con sus amigos y no paraban de mirarnos y de reírse. Las rusas que iban con nosotros estaban mucho más mosqueadas, supongo que porque ellas sí que entendían lo que estaban diciendo.

Cuando “el señor” acabó de comer tranquilamente, volvimos todos al minibús y vuelta a poner el chunda-chunda a tope y a conducir como un loco.

Sanos y salvos llegamos a la estación de autobuses de Irkutsk. Con la cabeza como un bombo y con mi mochila chorreando, inicié mi camino al hotel. Y me tiré el resto de la tarde secando a ratos la ropa con el secador del hotel, para no quemarlo.

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