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Rusia: Día 22 – Visitando el Monasterio de Alexander Nevsky de San Petersburgo


Al final de la Avenida Nevsky, a unos 4 km en línea recta desde el Almirantazgo, se alza la estatua ecuestre de Alexander Nevsky, quien venció a los suecos en 1240.  En su honor, Pedro el Grande construyó este monasterio, que en 1797 adquirió el rango de Lavra, el grado más alto dentro de los monasterios rusos.
Los restos de Nevsky se trajeron desde Vladimir hasta el monasterio en 1724 y lo convirtieron en patrón de la nueva capital de Rusia. Sin embargo, durante la época soviética, su sarcófago se trasladó al Hermitage, que es donde permanece hoy.
Atravesando un gran arco, se entra al complejo en el que lo primero que ves son las iglesias de la Anunciación y la de la Trinidad. Al lado de estas iglesias, hay una gran necrópolis con tumbas muy antiguas. Muchas de ellas están muy deterioradas y parecen sacadas del juego de Medievil. Las primeras tumbas datan de 1720. En esta zona destacan los enterramientos de mármol de los parientes de Pedro I, incluyendo el de la zarina Fyodorovna, mujer de Iván V.

Junto al cementerio, hay un gran parque donde suele haber puestecillos de venta de productos artesanos, como miel.

Dejando el monasterio a nuestras espaldas, cruzas el puente y llegas a dos cementerios que están uno en frente del otro. La entrada cuesta 250 rublos.

Hoy, el monasterio y los cementerios pertenecen al Museo Estatal de Escultura Urbana. En el siglo pasado, las tumbas de las personalidades más importantes de San Petersburgo que se estaban deteriorando, fueron sacadas de sus cementerios y traídas aquí.
El Cementerio Lazarev y la necrópolis del siglo XVIII

En la segunda mitad del siglo XVIII, comenzaron a ponerse de moda las tumbas con esculturas. Al lado de la Iglesia de San Lázaro, apareció esta necrópolis en la que se fueron enterrando gente importante de la ciudad y donde hay numerosos tipos de enterramientos: sarcófagos, columnas, obeliscos… Hay más de 2.000 tumbas de entre los siglos XVIII y XX. La más importante es la del matemático, físico y astrónomo, Euler

Otras tumbas importantes son las de:

El Cementerio Tikhvin y la necrópolis de los maestros de las artes
Se fundó en 1823 y allí descansan en 174 tumbas, grandes personalidades rusas: actores, científicos, músicos, escritores…
1. La tumba más importante de este cementerio es la del escritor Dostoievsky. En ella hay grabada una frase que aparece en el Evangelio de San Juan y que el escritor también la usó en su libro “Los hermanos Karamazov”: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere produce mucho fruto”.

2. Zhukovsky: poeta y traductor.

3. Karamzin: escritor e historiador.









4. 4. Glinka: compositor.

5. Rimsky-Korsakov: compositor.

6. Musorgsky: compositor.

7. Borodin: compositor.

8. Tchaikovsky: compositor.

9. Shishkin: artista.

10. Kuindzhi: artista.

11. Cherkasov: actor.

12. Tovstonogov: director de teatro.

13. Petipa: coreógrafo.

14. Krylov: fabulista. 

● Horario: todos los días de 9’30 a 16’00.
● Precio de la entrada: 250 rublos.
● Planos de los cementerios:

Rusia: Día 22 - Opinión de Tuchkov Hotel At The Palace Square



Con lo mal que lo había pasado en el hostal la noche anterior, decidí pasar mi última noche en San Petersburgo en un hotel más confortable con el dinero que tenía de remanente. Mi elección fue muy adecuada.

Localización

La localización de este hotel es inmejorable. Se encuentra en una de las paralelas a la Avenida Nevsky, a 20 minutos andando de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo y a escasos metros del Almirantazgo y del Hermitage.

Si tienes una de las habitaciones con balcón, las vistas que te encontrarás serán estas:


La habitación

Mi habitación fue la suite junior. Medía 23 m2 y tenía aire acondicionado, televisión de pantalla plana, frigorífico, escritorio y sillas, moqueta… En el cuarto de baño había albornoces, secador de pelo y amenities.




Lo mejor de la habitación fue la terraza y sus vistas. Aunque la zona es muy visitada, dentro no se escucha nada del ajetreo de fuera.



Personal y servicios

El personal del hotel no pudo ser más amable. Me aconsejó en todo momento y me ayudó siempre con una sonrisa. Hablaban inglés perfectamente y siempre que pasabas por el pasillo, te ofrecían pasteles y té.

En el precio de todas las habitaciones viene incluido el desayuno. Puedes elegir entre varios platos que os hacen en la cocina y, también, puedes levantarte a coger pasteles, ensaladas, kéfir, té, café, embutido… Puedes repetir todas las veces que quieras.



Los dulces que han sobrado del desayuno, se quedan allí durante el resto del día y puedes ir en cualquier momento a la salita, a descansar tomándote un café y unas pastas, o un trozo de tarta casera que está exquisita.

El hotel tiene un servicio gratuito de consigna de equipaje. También tiene wifi gratis, que funciona muy bien.



   TUCHKOV HOTEL AT THE PALACE SQUARE   
Ulitsa Gorokhovaya 8/13, San Petersburgo, Rusia
tuchkov-at-the-palace.hotelsinsaintpetersburg.net

Rusia: Día 21 – Opinión del VIP Nevsky Hostel


Llegué bastante tarde al aeropuerto de San Petersburgo. Allí cogí un autobús que me dejó en la estación de metro hasta llegar a la Avenida Nevsky. Parecía mentira que hubieran pasado ya 20 días desde mi anterior visita a la ciudad. 

Mi hostel estaba en la avenida Nevsky. Lo contraté a través de Booking y avisé de que iba a llegar muy tarde. Pero, una vez en Nevsky, fue un caos. No hay nada en la puerta que indique que el hostel está allí. Ni siguiendo las direcciones que daba Google, ni llamando a la dueña por teléfono... Nada. En un callejón había unos chicos haciendo botellón y viéndome dar tantas vueltas, se ofrecieron a ayudarme. Me dijeron que sí que sabían dónde estaba y que los siguiera. Entramos en un piso antiguo, subimos unas escaleras y aparecimos en un hotel del que salió el dueño en calzoncillos. Buscó mi nombre en unos papeles, pero no estaba allí apuntada. ¡Menos mal! Tenía aquello una pinta....

Después del mal trago, la dueña me volvió a llamar y me fue guiando paso a paso por mitad del callejón. Llegué a otro piso viejo y subí las escaleras. Por fin conseguí ver  mi alojamiento y no sabría deciros cuál hubiera sido mejor, si el del señor en calzoncillos o éste.

En la planta baja estaba la recepción y el salón con unas luces extrañas. Un poco raro todo. La puerta que había a un lado de la recepción era el baño compartido por todo el hostal. Intimidad no había para nada. La puerta que había al otro lado, era la ducha. Vamos, que todos los que se sentaran en el salón sabían perfectamente cuándo entrabas, cuándo salías, cuánto tardabas... ¡Menuda impresión!

Subiendo unas escaleras de caracol, llegamos al piso de arriba. Allí había dos puertas: una de ellas era mi habitación. Cuando la abrí me quedé pasmada. La habitación podría ser perfectamente el cuarto de las escobas. Allí no cabía nada. Era un cuartillo abuhardillado, en el que no cabía de pie ni yo, que soy bastante bajita... Y de pared a pared, sólo había una cama. El techo de la cama estaba todo lleno de espejos. ¿Dónde me había metido? 


Obviamente, las mochilas no cabían en la habitación. La dueña me dijo que las metiera en un armario que había en el pasillo. Así que, para coger cualquier cosa, tenía que salir al pasillo a abrir el armario y volver a la habitación. Curiosamente, el aire acondicionado estaba fuera de la habitación. Tenías que abrir la puerta para que entrara aire, porque ventana tampoco había. 


Foto hecha desde la cama

En estas condiciones y viendo la hora que era ya, me acosté como pude y pasé allí la noche. Aunque estaba reventada del viaje, no me dormí hasta que no di con un hotel más decente que tuviera habitaciones libres para el día siguiente. Aunque había reservado dos noches, me dio igual. Por la mañana, cogí mis  cosas y salí de allí corriendo. ¡Menuda vuelta a San Petersburgo! 

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Rusia: Días 20 y 21 - Volando de Kamchatka a San Petersburgo - Una pesadilla


Me costó mucho encontrar un vuelo de vuelta que se adaptara a mi plan de viaje. Al final, lo contraté a través de la página web Viajar.com. Conseguí un vuelo que salía de Petropavlovsk a las 11'55 con S7, operado por Globus y llegaba a Novosibirsk a las 13'55. Allí hacía una escala de 7 horas, en las que pensaba visitar el centro de la ciudad, y cogía otro vuelo a las 20'55 para llegar a San Petersburgo a las 21'35. Teniendo en cuenta todos los husos horarios que iba a atravesar, mi cuerpo se resentiría con las horas. 

El precio de los billetes fue de 325€, pero sin equipaje. El equipaje lo tuve que gestionar aparte y me cobraron otros 50€ más. 

La cosa ya pintaba mal. Llegué  puntual al aeropuerto, me marearon con el equipaje, pagué la tasa de las maletas y pasé el check in. Allí nadie hablaba inglés y los anuncios de radio estaban todos en ruso. Se acercaba la hora de mi vuelo y allí no había movimiento. 

Un señor vio mi pasaporte y empezó a chapurrear algo de inglés y español porque le gustaba mucho veranear en la Costa Brava, aunque ya les habían puesto tantas trabas para viajar a Europa que llevaba varios años sin poder ir. Me informó de que mi vuelo se había retrasado. Me dijo que no me preocupara, que eso era lo más normal en Kamchatka y que, seguramente, no nos enteraríamos nunca del motivo porque no lo solían decir.

Allí me quedé esperando. Mientras tanto, los rusos no perdían el tiempo: iban y venían cargados de bebida, llenando el único bar que había en la sala. Estuvimos esperando tres horas. Imaginaos cómo estaban ya los rusos de tanto beber. Había gente en la cola para entrar en el avión que no se podía sostener. 

Hace años que las aerolíneas rusas prohibieron beber alcohol en sus vuelos, por el mal comportamiento de los viajeros borrachos. ¡Cuánta razón tenían! Estaba prohibido beber durante, pero no antes.

Ha sido el peor vuelo que he cogido en mi vida, con diferencia. El señor que me tocó a mi lado, un gordo que no cabía en su asiento, no paraba de echarse encima mía. Cada dos por tres, se agachaba y hacía cosas raras tapándose la cara con una bolsa. Por el ruido que hizo una de las veces, me di cuenta que en los bolsillos interiores de la chaqueta llevaba varios botellines de cerveza y que se los estaba bebiendo poco a poco. Lo del bar le debía haber sabido a poco. Tuve que cambiarme de asiento porque el toqueteo era ya impresentable y, por más que le decía que me dejara, él ni se inmutaba. Me quejé a la azafata, pero la pobre estaba peor que yo. Hasta le tocaban el culo mientras andaba por el pasillo. Y, para colmo, no cabía en el asiento. Así de encorsetados íbamos:


Con tanto beber, la cola del baño no paró en todo el viaje. La gente bebida y levantada en un avión es un peligro, lo juro. No paraban de vomitar y el olor era insoportable. Uno de ellos se mareó y se cayó en redondo en el pasillo. La azafata lo tuvo que levantar y llevar a su asiento para que se durmiera. Otro se echó la comida por lo alto, en plan cascada, y puso al de al lado lleno de espaguetis. Casi se lían a hostias, pero ninguno de los dos atinaba a pronunciar algo inteligible... Un desastre. Las horas de vuelo se me hicieron interminables. Cuando aterrizamos, tuvieron que ir despertando uno a uno a la mitad del avión, porque estaban durmiendo la mona.


Por culpa de los retrasos, llegamos muy tarde a Novosibirsk y no me atreví a bajar al centro por miedo a perder el avión. Estuve unas cuantas horas en el aeropuerto y cogí el vuelo a San Petersburgo. Esta vez mucho más calmada y cómoda. 


Rusia: Día 19 – Subiendo a Camel Mountain con vistas al Volcán Avacha


Mi excursión estuvo en el aire debido al mal tiempo. Al final, tuve suerte y la dueña del apartamento en el que me alojaba me llamó por teléfono la noche anterior para decirme que si íbamos por la mañana temprano, al menos podríamos subir a la Camel Mountain y bajar antes de que empezara el temporal. El día anterior unos amigos suyos acabaron así:


Ella y su marido me recogieron en un 4x4. Salimos de Petropavlovsk y dejamos a un lado Yelizovo. Pronto, se acabo la carretera y empezó un camino bastante complicado, ya que nuestra senda era el cauce del Dry River, que el día anterior había acabado lleno de lodo.



Después de un rato conduciendo entre piedras, llegamos a un sitio cubierto de nieve. Así que tuvimos que bajarnos del coche y desinflar los neumáticos para poder continuar nuestro viaje. El coche patinaba cada dos por tres y el chico estaba haciendo un esfuerzo terrible con los brazos para poder controlarlo.


Con el corazón en un puño, llegamos a la base de los volcanes Avacha y Koryaksky, donde el Avacha Pass sirve de frontera del Parque Natural Nalychevo. Los volcanes no paraban de echar humo. Impresionaba bastante y más si tenemos en cuenta que la última erupción pasó hace tan sólo un año, el 13 de febrero de 2016.


Aparcamos en una pradera que estaba llena de estas bonitas criaturas. Salían por todas partes y…¡les encantaban las galletas!




Comenzamos nuestro ascenso a Camel Mountain cuando empezaba ya a nublarse bastante. Esta montaña medía tan solo 200 metros de alto, pero la cuesta es empinada y va rodeándola entera por un camino de piedrecitas que escurren mucho. Desde la cima había unas vistas maravillosas de los tres volcanes: Avachinsky, Koryaksky, y Zhupanovsky. Incluso el volcán Vilyunchinsky, que está más alejado, se podía ver desde allí. El valle también estaba encantador.





Descendimos a trompicones y con más de una vez dándonos de bruces en el suelo por escurrirnos con la gravilla y saltamos el cauce del río seco por una tablilla de madera, haciendo equilibrios.


Al lado de donde habíamos aparcado había un refugio lleno de gente. Dentro había habitaciones con mesas y sillas, una cocina y aseos en el exterior. Mis anfitriones me hicieron un excelente almuerzo con un montón de platos que habían preparado ellos mismos con productos de Kamchatka (salmón, crepes, fruta, té…). Se portaron genial y me contaron muchas cosas de su tierra y de su nuevo negocio: la única Escape Room de Petropavlovsk.



Iniciamos nuestro camino de vuelta justo cuando empezó el temporal. El resto del día no pude hacer nada en Petropavlovsk porque corrían verdaderos ríos de agua por toda la ciudad y la lluvia fuerte y el viento hacían que todo fuera intransitable. No paró de llover hasta la mañana siguiente. ¡Menos mal que el tiempo me permitió ver a los osos el día anterior y disfrutar de Camel Mountain esa mañana!