Rusia: Día 21 – Opinión del VIP Nevsky Hostel


Llegué bastante tarde al aeropuerto de San Petersburgo. Allí cogí un autobús que me dejó en la estación de metro hasta llegar a la Avenida Nevsky. Parecía mentira que hubieran pasado ya 20 días desde mi anterior visita a la ciudad. 

Mi hostel estaba en la avenida Nevsky. Lo contraté a través de Booking y avisé de que iba a llegar muy tarde. Pero, una vez en Nevsky, fue un caos. No hay nada en la puerta que indique que el hostel está allí. Ni siguiendo las direcciones que daba Google, ni llamando a la dueña por teléfono... Nada. En un callejón había unos chicos haciendo botellón y viéndome dar tantas vueltas, se ofrecieron a ayudarme. Me dijeron que sí que sabían dónde estaba y que los siguiera. Entramos en un piso antiguo, subimos unas escaleras y aparecimos en un hotel del que salió el dueño en calzoncillos. Buscó mi nombre en unos papeles, pero no estaba allí apuntada. ¡Menos mal! Tenía aquello una pinta....

Después del mal trago, la dueña me volvió a llamar y me fue guiando paso a paso por mitad del callejón. Llegué a otro piso viejo y subí las escaleras. Por fin conseguí ver  mi alojamiento y no sabría deciros cuál hubiera sido mejor, si el del señor en calzoncillos o éste.

En la planta baja estaba la recepción y el salón con unas luces extrañas. Un poco raro todo. La puerta que había a un lado de la recepción era el baño compartido por todo el hostal. Intimidad no había para nada. La puerta que había al otro lado, era la ducha. Vamos, que todos los que se sentaran en el salón sabían perfectamente cuándo entrabas, cuándo salías, cuánto tardabas... ¡Menuda impresión!

Subiendo unas escaleras de caracol, llegamos al piso de arriba. Allí había dos puertas: una de ellas era mi habitación. Cuando la abrí me quedé pasmada. La habitación podría ser perfectamente el cuarto de las escobas. Allí no cabía nada. Era un cuartillo abuhardillado, en el que no cabía de pie ni yo, que soy bastante bajita... Y de pared a pared, sólo había una cama. El techo de la cama estaba todo lleno de espejos. ¿Dónde me había metido? 


Obviamente, las mochilas no cabían en la habitación. La dueña me dijo que las metiera en un armario que había en el pasillo. Así que, para coger cualquier cosa, tenía que salir al pasillo a abrir el armario y volver a la habitación. Curiosamente, el aire acondicionado estaba fuera de la habitación. Tenías que abrir la puerta para que entrara aire, porque ventana tampoco había. 


Foto hecha desde la cama

En estas condiciones y viendo la hora que era ya, me acosté como pude y pasé allí la noche. Aunque estaba reventada del viaje, no me dormí hasta que no di con un hotel más decente que tuviera habitaciones libres para el día siguiente. Aunque había reservado dos noches, me dio igual. Por la mañana, cogí mis  cosas y salí de allí corriendo. ¡Menuda vuelta a San Petersburgo! 

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