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Corea: 5 cosas que hacer en Suwon en un día



A 30 km de Seúl, Suwon es una visita obligada durante nuestra estancia en la capital. Con una población de un millón de habitantes, buenas conexiones de transporte público y buena cocina, esta ciudad es bien conocida por su recinto amurallado, que guarda el gran palacio del rey. Construcción gracias a la cual, fue nombrada Patrimonio de la Humanidad. Cómo llegar a Suwon desde Seúl. 

Qué hacer en Suwon

1. Entrar al complejo por Paldalmun Gate: hay cuatro puertas principales para entrar al recinto de la Fortaleza Hwaseong (Paldalmun, Janganmun, Hwaseomun, Changnyongmun). Esta es la más famosa porque es donde paran los autobuses que llevan a los turistas al complejo desde la estación de Suwon. Su nombre significa “la que abre caminos en todas las direcciones” y está reconocida como Tesoro Nacional Coreano.


2. Recorrer Hwaseong Fortress: es la atracción turística más importante de Suwon. La fortaleza se construyó en el siglo XVIII para mantener a los invasores lejos del palacio que hay en su interior. Su perímetro mide 5’52 km y se puede recorrer en unas 2 h 30. Hoy es Patrimonio de la Humanidad.

Wikipedia

3. Ver un espectáculo en Hwaseong Haenggung Palace: este inmenso palacio se construyó para servir de residencia al rey cuando éste visitaba la ciudad. Tiene la misma forma que el palacio del rey en Seúl. Durante la ocupación japonesa, todos los edificios, a excepción de Nangnamheon Hall, quedaron destruidos. Hoy podemos visitar la reconstrucción que se llevó a cabo en el 2003, así como asistir a los múltiples espectáculos gratuitos que hacen en su puerta.


4. Visitar Mr Toilet Museum: Sí, su figura es la de un wáter, porque es el museo dedicado a éste. Su creación se debe a Sim Jaedeok, quien celebró la creación de la Asociación Mundial del WC (WTA) construyendo su casa con forma de wáter. El museo se divide en dos edificios y un curioso jardín lleno de esculturas dedicadas a las distintas fases a lo largo de la historia por las que ha pasado este invento.


5. Comer galbi: Suwon es famosa por sus costillas de ternera marinadas, cocinadas en una buena barbacoa de carbón. Hay muchísimos restaurantes especializados en ellas por toda la ciudad. En la oficina de turismo me recomendaron que fuera a Chicken Street. Sin embargo, la calle me resulto sucia y fea, y los restaurantes parecían muy dejados. Al final acabé comiendo en Yeonpo Galbi, algo caro, pero con mejor pinta.


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Corea: 12 imprescindibles que hacer y que ver en la isla de Jeju



La isla de Jeju, al sur de Corea, cuenta con tres nombramientos de la UNESCO: Geoparque Global, Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad. Además de salir elegida como una de las siete maravillas naturales del mundo moderno. Su belleza es enorme, aunque suele estar olvidada en los itinerarios de viajeros que visitan Corea del Sur. No así para los locales. Jeju es un destino famoso entre los recién casados y las parejitas, que suelen hospedarse en alguno de los resorts de Jungmun.

Aunque la isla cuenta con una amplia red de autobuses, yo te recomiendo que alquiles un choche para visitar todo lo que puedas y aproveches más el tiempo. Además, conducir aquí es súper sencillo y sale rentable. Pasa de los mamotréticos hoteles de Jungmun y alójate en Seogwipo, una ciudad en el sur de Jeju, que está bastante cerca de muchas atracciones turísticas. En tu visita a Corea, ¡no puede faltar Jeju!

Qué hacer en Jeju

1. Pasear hasta la cascada de Cheonjiyeon: un camino lleno de naturaleza, frente al puerto de Seogwipo, te llevará hasta esta cascada, cuyo nombre significa La que une el cielo con la tierra.  El agua del río Sombancheon cae sobre una poza y continúa su camino hasta un estanque artificial. Precio: 2.000 W.


2. Ver cómo llegar al mar la cascada de Jeongban: su forma es mundialmente famosa por ser la única cascada cuyo caudal cae directamente al mar. También se encuentra en Seogwipo. Precio: 2.000 W.


3. Comer cerdo negro a la barbacoa: una de las carnes más famosas y exclusivas de Corea es la del cerdo negro de Jeju. Se sirve en barbacoas acompañado de otros muchos platos de verdura y salsas. 


4. Comprar mandarinas: Desde el siglo XIII se tiene conocimiento de que las naranjas y las mandarinas dominan la isla de Jeju. En estos escritos hay registros de las medidas que estaba tomando el gobierno de aquella época para organizar y promover las plantaciones de gyul, un tipo de mandarinas. Tal era su fama que inmensas cajas eran mandadas a la familia real dos veces al año. Hoy se pueden encontrar principalmente dos tipos de fruto, que venden también en zumo: mandarinas (kamgyul) y naranjas gigantes (hallabong).


5. Subir hasta Seongsan Ilchulbong: uno de los monumentos naturales más impresionantes de Jeju es este monte en forma de cono que está unido a la tierra formando una curiosa península. El ascenso no es fácil, pues hay que salvar sus 90 metros de altura. Su origen es fruto de una enorme erupción volcánica ocurrida hace miles de años. Precio: 2.000 W.


6. Hacerse fotos con los dolharubang, los abuelos de Jeju: las estatuas más famosas de Jeju representan a los dioses de la fertilidad y de la protección en la isla. Se solían poner a la entrada de los pueblos para proteger a la gente de los demonios. Están esculpidos en roca volcánica y su nombre significa abuelo de piedra en el dialecto de Jeju.


7. Disfrutar de las vistas de Oedolgae: al sur de la isla, cerca de Seogwipo, hay un montón de miradores gratuitos desde los que poder admirar esta impresionante roca que se eleva 20 metros en medio del mar.


8. Ascender a Hallasan, el pico más alto de Corea del Sur: este volcán, ubicado en el centro de la isla, ofrece las rutas de senderismo más espectaculares de Jeju. Aquí el paisaje se transforma y pasamos, de la calidez de la playa, a la humedad e incluso frío en su pico en pleno verano. Desde la base hasta la cumbre hay pocos kilómetros, pero mucho desnivel. Se puede ir y volver en el mismo día, pero hay que tener en cuenta que las condiciones atmosféricas pueden cambiar en cualquier momento, por lo que hay que ir preparado. Si consigues hacer el recorrido, podrás adquirir un título de tu hazaña (previa comprobación de la misma, enseñando una foto en la que aparezcas tú mismo posando junto a la piedra de la cima).


9. Aprender sobre la cultura de Jeju en Seongeup Folk Village: este poblado tradicional está rodeado por una gran muralla y su interior muestra la arquitectura tradicional de sus antiguos habitantes. Casas hechas con roca volcánica y paja, templos, una escuela confucionista, antiguas oficinas gubernamentales, un enorme árbol de más de mil años (zelcoba), talleres de tintado… Seongeup lo tiene todo para disfrutar de un agradable paseo mientras te rodeas de la antigua cultura isleña. Gratis.


10. Atravesar el Túnel de lava de Manjanggul: existen varias cuevas y túneles en Jeju, pero el más espectacular y visitado de la isla es el de Manjanggul. Y es que se puede pasear por su interior durante 1 km, pero con un 99’99% de humedad. Precio: 2.000 W.


11. Visitar la Isla de Udo y comerse un helado de cacahuete: a 3’5 km de la costa de Jeju, a Udo se puede acceder en poco tiempo usando uno de los muchos ferries que salen desde Seongsan Port. Udo es conocida por ser como Jeju, pero en miniatura. Tiene una forma similar, pero mide sólo 6 km², contando con una ruta de senderismo que la recorre a lo largo de 16 km con maravillosas vistas del mar y de Seongsan Ilchulbong.


12. Entrar a algún museo raro: Jeju es el paraíso para los amantes de los museos estrafalarios. Los hay de todos los tipos. Su especialidad son los eróticos, que suelen ser de visita obligada para los coreanos durante su luna de miel en la isla, como Love Land o The Museum of Sex & Health. Pero también puedes visitar el de ositos de peluche, el de Hello Kitty, el de Da Vinci… La oferta es enorme.


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Corea: Día 8 – Visitando Haedong Yonggungsa, el Templo del Agua de Busan



Mi última mañana en Busan la dediqué a visitar uno de los templos más impresionantes de Corea del Sur y uno de los tres dedicados a la Diosa de la Misericordia: el Templo del Agua. Para ello, cogí el autobús 181 y le pregunté al conductor si paraba allí. Como es habitual en Corea, los conductores no entienden mucho inglés, pero buscan a alguien en el autobús que vaya donde tú vas o cerca y lo nombran tu guía. En este caso, resultó ser una muchacha que sabía inglés y que me indicó dónde me tenía que bajar. El viaje fue muy largo y es que Busan no es una ciudad manejable, debido a su extensión, y se pierde mucho tiempo viajando de un lado a otro.

Me bajé donde me dijo la chica y me fue guiando hasta la entrada del templo. Me dijo que ella también iba al mismo sitio porque iba a rezar para que le fuera bien en los estudios.

El Templo del agua se construyó en 1376 por el asesor del rey de la dinastía Goryeo, Naong Hwasang. Su popularidad es enorme y siempre está lleno de turistas y de peregrinos que acuden allí por la creencia de que quien va al templo y hace peticiones de corazón, tendrá sus deseos cumplidos. 

Desde la parada Yonggungsa Temple hay que caminar recto y luego girar a la izquierda en la primera calle que aparezca, siguiendo las señales. 

Pronto llegué a la entrada del complejo: una calle llena de puestos de comida callejera, con aspecto muy raro. Fue el sitio de Corea en el que más vi gusanos y otros bichos crudos listos para comer.




Después del mercadillo hay una calle llena de estatuas que representan los doce signos del zodiaco chino. Atravesando la avenida de las estatuas y la pagoda que hay detrás, llegué a la puerta del recinto del templo. 

Desde ahí, hay que ir bajando 108 escalones divididos en dos caminos. El camino de la izquierda lleva a un mirador y a una pequeña estatua de Buda, especialmente dedicada a los que van a pedir sus deseos relacionados con los estudios.



El otro camino lleva directamente al templo. Éste se organiza en torno al Santuario Principal Daeungjeon, que fue restaurado en 1970. Delante del santuario hay una magnífica pagoda custodiada por cuatro leones que simbolizan la rabia, la tristeza, la felicidad y la alegría. Al santuario se accede bajando unas escaleras hasta llegar a una minúscula cueva. El tesoro del templo se encuentra en el santuario principal, ya que en su interior se guardan siete huesos de Buda traídos por un monje desde Ceilán. 



Otra de las imágenes que más atractivo tiene para los budistas es el Buda Yacksayeorae, una estatua que lleva un gorro tradicional coreano (gat) y que dicen que cura las enfermedades.


La estatua de la Diosa de la Misericordia es la que preside el templo. Está en la parte alta y a ella se puede acceder subiendo otro tramo de escaleras. Cuando yo fui, estaban cerradas. 

A mí, además del paisaje junto al mar, lo que más me gustó fue ver la cantidad de Budas pequeñitos que hay distribuidos por todo el recinto. Son monísimos y están donde menos te lo esperas.


Los 108 escalones que llevan al templo representan los 108 sufrimientos budistas. Te darás cuenta de ellos, cuando te toque subirlos para iniciar el camino de vuelta. 


Al salir del templo vi asombrada que… ¡mi guía improvisada me estaba esperando! Se quería cerciorar de que cogía el autobús adecuado. Me llevó a la parada de autobús y se montó conmigo. Luego me dijo que teníamos que hacer transbordo, nos bajamos y nos montamos en otro y no se quedó tranquila hasta que llegamos a Busan Station. Hasta me acompañó a recargar la tarjeta T-Money. Sin duda, los coreanos son amables hasta el extremo.

El resto del día lo pasé yéndome de compras por Busan. Escapando del calor tórrido de agosto caminando por galerías comerciales subterráneas, como la enorme Seomyuun con sus 330 puestos, y visitando centros comerciales, como el de Lotte, con sus fuentes en los que se bebe agua con vasos de papel.




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Corea: Día 7 – Senderismo por Igidae Park hasta el Oryukdo Skywalk de Busan



Desde Jalgachi Market, cogí el autobús hasta Igidae Park. Los conductores de autobuses coreanos son gente muy amable. Aunque no entiendan inglés, siempre intentan buscar a alguien en el autobús que vaya donde tú o cerca, y lo nombran tu guía personal. Esa persona estará pendiente de ti en todo momento para avisarte cuando tu parada esté cerca. En este autobús también me pasó lo mismo. Y en el que tomé al día siguiente para ir al Templo del Agua, igual.


El autobús me dejó en la parte baja de la montaña. Subí andando por la acera una gran cuesta que iba paralela a la carretera y sin una puñetera sombra. ¡Menos mal que tenía el mini-ventilador!


A la entrada del parque vi un mapa con la red de senderos y empecé a subir por el camino, que alternaba entre sendas y escaleras. Siempre cuesta arriba.


Mi idea era hacer el camino de la costa hasta llegar a Oryukdo Skywalk, pero me perdí. Os lo aseguro, los mapas que hay por allí no sirven para nada.



Al final llegué a una gran explanada llena de abuelos equipados como si se hubieran comprado toda la sección de senderismo del Decathlon: bastones, guantes, camisetas largas (con la que caía) para que no les diera el sol, botas de andar, mochilas con botellas de agua, sombreros… Más tarde me dijeron que este era un parque muy concurrido por los mayores para mantenerse en forma. Y, os lo aseguro, iban más rápido que yo.

Uno de ellos me vio tan perdida, que se acercó para ver a dónde quería ir. Le enseñé el nombre en coreano de Oryukdo Skywalk, que tenía apuntado en un folio y me dijo que lo siguiera. Y anduve y anduve… Me llevaba con la lengua fuera. Y cada dos por tres se paraba de sopetón, para indicarme que hiciera una foto en algún lugar. Tenía buen ojo este señor, porque los lugares que elegía eran muy hermosos. Sin quererlo, había contratado un guía gratis.


El señor me llevo por senderos alternativos. A veces se paraba, pensaba, se rascaba la cabeza y elegía el camino que parecía menos usado. Estaba guiándome por atajos. ¡Cuántas veces no habría venido por aquí con todo su equipamiento para conocerse la montaña al dedillo!

Pues sí, después de mucho andar, me señaló el Oryukdo Skywalk, que se veía justo debajo de donde nos encontrábamos. Se despidió de mí y, antes de que me quisiera dar cuenta, desapareció montaña arriba.

Este paraje se encuentra en el área de Seungdumal, en el punto divisorio entre el Mar del Este y el del Sur. Desde la plataforma, construida sobre un acantilado de 35 metros, se pueden disfrutar de unas vistas increíbles del mar, a través de su suelo transparente, y de la isla de Oryukdo.


Depende del día y de la marea Oryukdo Island parece estar formada por cinco o seis islas. Compuestas puramente de roca, cinco de ellas están deshabitadas.


La entrada al Skywalk es gratuita. Te ponen unos patucos para andar por los cristales y das la vuelta al camino marcado. Si tienes vértigo, abstente de caminar por él.



Delante hay una oficina de turismo en cuya planta baja hay una exposición sobre la zona. Allí me dijeron dónde tenía que coger el autobús de vuelta a Busan Station. Tardé más de una hora en llegar. 





Corea: Día 7 – Un día visitando el centro de Busan



Cogí el KTX desde la estación de Singyeongju (Gyeongju) a Busan a las 10’00 de la mañana. Debería haber llegado a las 10’37, pero el tren llegó con muchísimo retraso. Cuando bajé del tren, había una empleada allí dando a los pasajeros un papel y llevándolos a la taquilla. Conmigo hizo lo mismo. En la taquilla, me pidieron el pasaporte y la tarjeta de crédito con la que había pagado el billete a través de la página de Korail y me dijeron que me devolverían un tanto por ciento de la compra por el retraso. Y así fue. Cuando volví a España, me habían hecho el ingreso.

Desde la estación de tren de Busan, anduve todo recto hacia mi hotel. Lo había escogido tan sólo por su localización, por estar cerquísima de la estación y del metro. Resultó ser un Love Hotel anticuado.

Después de descansar un poco, me dispuse a recorrer el centro de Busan a pie. Caminando todo recto en sentido contrario, volví a la estación y seguí andando hasta el Gukje Market, un mercado que comenzó siendo un grupo de puestos organizado por los refugiados que llegaron a Busan tras la Guerra de Corea y hoy es uno de los más grandes del país.  Los pasillos interiores que estaban dedicados a carne, pescados y mariscos, eran demasiado para mí. Una mezcla de olores y un calor… que me hicieron salir fuera pronto.





Pero también hay otros pasillos llenos de puestos y tiendas de ropa y souvenirs, comida preparada, pescados, electrónica… Y los precios son baratos.


Al final acabé comprándome el éxito de ese verano en Corea: el mini ventilador que llevaba todo el mundo colgado del cuello, para sobrellevar un poquito mejor el calor. La señora mayor que me lo vendió se esforzó como pudo por enseñarme su funcionamiento y cómo se cargaba a través de un USB, que venía incluido (como me hizo ver muy orgullosa).


La zona que rodea al mercado está llena de vida a todas horas. Hay multitud de centros comerciales, restaurantes y tiendas. Incluida la de los famosos Kakao Friends, que están arrasando en Corea. Son como la versión coreana del Line japonés. No pude evitarlo y me pasé por allí a ver este mundo tan Kawaii. Había mucho fan haciéndose fotos, saludando a los muñecos… Una locura.





Para llegar a la Torre de Busán, tuve que subir por unas escaleras mecánicas hasta a Yeongdusan ParkComo hacía tantísimo calor, paseé por debajo de los árboles recorriendo un gran techo del parque y sentándome de vez en cuando a descansar en sus bancos.

Finalmente, volví al inicio y subí las escaleras que me llevaron a la entrada de la Torre de Busan. Con sus 120 metros de altura, su cima se construyó inspirándose en una de las pagodas del famoso templo Bulguksa, de Gyeongju. Delante de ella descansa la estatua del Almirante Yi Sun-SI, la Campana de los Ciudadanos, un reloj floral y el busto de uno de los activistas pro-independencia, Baeksan An Hee-je. 


De vuelta al centro, di vueltas viendo locales muy originales, como este tienda para gatos, que también tenía una zona de cafetería.


Paseando, llegué a un restaurante atraída por el olor que salía por su puerta. Se llamaba Kimpira y tenía platos tan deliciosos, como esta pizza con patatas fritas, o este extraño toppoki: 


Mi primera parte del día ya estaba echada. El resto de la tarde, lo pasaría en el Igidae Park, que atravesaría para llegar al impresionante Oryukdo Skaywalk