Después de
desayunar fui a la estación de autobuses de Gyeongju para coger el autobús 700
hasta Bulguksa. Está muy bien anunciado en el autobús, por lo que no tiene pérdida.
Bulguksa es uno de los templos más impresionantes del
país y Patrimonio de la Humanidad. Se encuentra a unos 16 km al este de
Gyeongju. En él se encuentran siete
tesoros nacionales de Corea, incluidas las pagodas de Dabotap y Seokgatap, el
Cheongun-gyo (puente de la Nube Azul) y dos estatuas de buda de bronce bañado
en oro. El templo es considerado como una obra maestra de la edad de oro del
arte budista en el reino de Silla.
En
el parking hay una oficina de turismo en la que dan información sobre el
templo, sobre el autobús que lleva a Seokguram y sobre el camino que atraviesa
la colina y lleva también a la gruta. Si no hubiera hecho tanto calor, hubiera
optado por este último para pasear tranquilamente entre tanta naturaleza.
Bulguksa
está construido en la ladea de Tohamsan. Para acceder a él hay que atravesar varias
escaleras y un puente. En total, se tienen que subir 33 escalones que
representan los 33 pasos que llevan a la iluminación. Estos escalones están
divididos en dos secciones: el puente de la Nube Azul y el de la Nube Blanca.
En
el interior hay dos pagodas, una de ellas aparece en la moneda coreana de 10
wones.
El
edificio más importante es el Daeungjeon, la Sala de la Gran Iluminación. Justo
detrás de ésta, se encuentra la Sala de las No Palabras, que ensalza la creencia
de que las enseñanzas de Buda no se enseñan tan sólo con palabras. Es uno de
los edificios más antiguo del complejo.
Lo que más me llamó la atención es que en las tiendas que había a lo largo del templo, lo que más se anunciaba para vender eran tejas.
Una
vez fuera del templo, justo al lado de la parada de autobús en la que para el
número 12, que lleva a Seokguram, hay un lugar lleno de restaurantes y tiendas de recuerdos. Sus
precios no son muy caros para estar donde están. Sin embargo, si quieres comprar recuerdos coreanos, déjalo para Seúl. Allí encontrarás muchos de los
que se venden aquí y a un precio de risa, en comparación.
Después de
unos 15 minutos de viaje en autobús, llegué a la Gruta de Seokguram. Junto a las escaleras que llevan al parking,
hay una gran campana budista que puedes tocar tras pagar un donativo.
Esta
cueva artificial se excavó en el siglo VIII para albergar una monumental
estatua de Buda y también está considerada Patrimonio de la Humanidad. El
entorno es excepcional y muy místico.
Su
construcción comenzó en el año 742 y su tamaño, tan pequeño, hace creer a los
estudiosos que probablemente sólo fuera utilizada por la realiza de Silla.
Seokguram
representa el viaje espiritual hacia el Nirvana. Se supone que los peregrinos
tenían que empezar su andadura aquí. Para que se pudieran refrescar, se
construyó también una fuente a la entrada del templo. Dentro de la gruta, la
antecámara y el pasillo representan la Tierra, mientras que la parte redonda
representa el Cielo.
La
visita comienza en el arco de entrada, sigue por la antecámara y por el pasillo
y se llega a una zona circular desde la que se puede ver la imagen de un Buda
sentado a través de un cristal. El techo está decorado con medias lunas y la
parte alta con una flor de loto. En la cueva hay cuarenta figuras que representan
los principios y enseñanzas budistas.
A
pesar de tanta belleza, muchos quedan decepcionados al no poder ver la imagen
bien, pues además de aparecer protegida por un cristal y se debe ver rápido.
Tampoco dejan hacer fotos del interior de la cueva.
De
vuelta a Gyeongju, la tarde la pasé visitando las Tumbas Cheonmachong y
Daereungwon. En esta área hay 23 tumbas reales. Muchas de las reliquias
incluidas en el catálogo de los Tesoros Nacionales Coreanos han salido de este
territorio. Algunas de ellas y el interior de la Tumba de Chunmachong se pueden
ver para conocer más los estilos y costumbres funerarias de la dinastía Silla.
Para
acabar el día, paseé un poco por Gyeongju pueblo, que no tiene nada que ver con
el centro histórico. Grandes edificios, barullo, mercadillos por doquier, centros
comerciales… Y volví para dormir en el nuevo hotel de estilo hanok que había
elegido para esa noche.
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