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Rusia: Día 18 - Mi excursión a Kuril Lake con Vityaz Travel


Dos meses antes de irme de viaje, confirmé mi visita a Kuril Lake con la empresa Vityaz Travel a través de su página web. Hablan inglés perfectamente y la comunicación por email fue siempre buena. Contestaron a mis preguntas de manera muy rápida.

Si quieres contratar cualquier tipo de excursión en Kamchatka, una cosa tienes que tener clara: el tiempo aquí cambia de un día para otro, o incluso en horas. Aunque la previsión del tiempo sea buena, puede cambiar de imprevisto en cualquier momento. Por eso, tienes que elegir dos o tres días que tengas disponibles en caso de que el día de tu preferencia sea muy lluvioso o haya demasiada niebla. En mi caso fue así. Me escribieron en el último momento diciéndome que lo más seguro era que no pudiera despegar por la mañana debido a la previsión de niebla. Pero, ya por la noche, me dijeron que la previsión había cambiado y que parecía que, al final, iba a tener suerte.

Quedé con ellos a las 12:30 en el aparcamiento del Hotel Avacha. Allí estuve esperando al resto de viajeros y nos vinieron a buscar en autobús. Este autobús no tenía nada que ver con los que estaba acostumbrada a coger en Rusia. Mucho más moderno y limpio.



Desde el hotel nos llevaron al helipuerto. Allí pagamos en efectivo nuestra excursión, (no aceptan tarjeta, ni pago online) y estuvimos esperando turno para volar. Fue una experiencia única. Nunca me había montado en un helicóptero tan grande, tan sólo en uno de cuatro plazas unos cuantos años atrás en Nueva Zelanda, y el vuelo es muy distinto. El helicóptero tenía una gran estabilidad y parecíamos ir en un pequeño avión.

Desde las alturas las vistas eran impresionantes:



Visita 1 - Los osos del Kuril Lake

El helicóptero nos dejó en el campamento de Kuril Lake, un sitio cercado con una valla electrificada y un montón de señales advirtiendo del peligro de los osos cercanos. Allí había unos aseos y las cabañas de los trabajadores.


Nosotros hicimos dos grupos: unos cuantos se quedaron descansando en el campamento y otros nos montamos en unas lanchas para acercarnos más a los osos. Tanto nos acercamos, que daba miedo por si eran ellos los que se acercaban. Los vimos pescar, bañarse y disfrutar del sol. ​Kuril Lake es un lago ubicado en el cráter de  una gran caldera. Su superficie es de 77 km² con una profundidad media de 176 m, y una profundidad máxima de 306 m. Es una de las mayores zonas de desove conocidas del salmón rojo en Eurasia, y a por estos salmones es a por lo que vienen cientos de osos.


Volvimos al campamento y allí el otro grupo se montó y nosotros descansamos, siempre acompañados de guardias con sus rifles. Imponían. Tuvimos la suerte de que, mientras descansábamos, aparecieron unos cuantos osos allí mismo, al otro lado de la valla. Nuestro guarda nos dijo que lo siguiéramos silenciosamente y fuimos con él a la parte de fuera. Allí lo único que nos protegía de los osos era él y su rifle. Estuvimos a escasos metros de una madre con sus oseznos, fue muy encantador.






Para terminar, nos escoltaron hasta un puente en el que estaba una familia de ositos pescando salmones. 



Visita 2 - Caldera de Ksudach

Después de otro pequeño vuelo en helicóptero (15 - 20 minutos), llegamos a la Caldera del Lago Ksudach. La erupción que destruyó el cono del volcán ocurrió en 1907 y sus cenizas se pueden encontrar a más de 200 km al norte.



Estuvimos una media hora allí haciendo fotos, tirando piedras a la orilla del lago y viendo cómo flotaban. El entorno era espectacular.

Visita 3 - Khodutkinskiye hot springs

Desde la caldera, nos montamos de nuevo en el helicóptero para llegar a las aguas termales de Khodutkinskiye. Las aguas están a 60 km de la bahía de Avacha, a los pies de los volcanes Hodukta y Priyomysh. Salen de un pequeño manantial y se juntan formando un río transparente y muy caliente, de 20 metros de ancho, 1'5 metros de profundidad y 1 kilómetro de largo. Después de este kilómetro, las aguas caen en el río Right Hodutka, con una temperatura de 40 grados

Delante de la zona de baño había una cabaña para ponerse el bañador. Nos bañamos durante poco rato, porque no es aconsejable que se pase en el agua más de 15 minutos y lo cumplen a rajatabla. La sensación fue genial, bañándonos en agua caliente, rodeados de volcanes con nieve y viendo algunas cenizas que flotaban a nuestro alrededor como prueba de la gran actividad volcánica que aún tiene la zona.


Nos cambiamos la ropa nuevamente en la cabaña y nos llamaron para comer. Ya eran casi las 5 de la tarde y no habíamos comido nada, pero nadie se había dado cuenta. ¡Cómo habíamos estado tan entretenidos!

La comida la hicimos en un campamento cerca de las aguas termales. Al aire libre, en un área de picnic techada. Consistió en unas bandejas con ensalada, arroz, fruta y salmón. Para beber, té. Nos supo a gloria. 

La guía nos metió prisa porque la vuelta iba a ser algo más complicada. Se estaba levantando una espesa niebla y teníamos que volver ya al helipuerto. Tantas horas, pero se nos había hecho cortísimo. 

40 minutos más tarde bordeando volcanes, aterrizamos. La guía, que se había portado divinamente durante todo el viaje, explicando todas las cosas en ruso y en inglés y contestando a todas nuestras preguntas con gran pasión, nos reunió a todos en la puerta. Hicimos un círculo y nos entregó estos diplomas de recuerdo de nuestro viaje. He de decir que todo el personal fue increíblemente bueno: las chicas del helipuerto, los conductores, los pilotos, los guardas... Me llevo una muy buena opinión de ellos, de su simpatía y profesionalidad. 


El autobús nos dejó en el Hotel Avacha y volví de noche a mi piso, por mitad de los descampados, calles hechas polvo, baches y demás. Ya sin miedo. En muy poco tiempo me había acostumbrado a la realidad de Petropavlovsk, teniendo siempre en la memoria las imágenes de los osos que me habían acompañado esa mañana.  

Si quieres ver mis vídeos de Kuril Lake, los tienes en este enlace
  • Duración: 7 horas.
  • Precio: 36.000 rublos por persona. (Unos 600€ aproximadamente)
  • Comida incluida.
  • Viajes en helicóptero: 4
  • Grupos de pocas personas. 



С уважением,
Катерина
менеджер туристической компании "Витязь-Тревел"



Rusia : Día 13 – Regresando de Khuzir a Irkutsk


Contraté mi transporte de vuelta Irkutsk en el hostal de Khuzhir por 800 rublos el billete. La furgoneta llegó a las 10’00, pero no salimos del pueblo hasta las 11’00, porque estuvimos recogiendo a más gente albergue por albergue. A cada uno le cobraba una cosa distinta, dependiendo de dónde se alojara. Los que más pagaron fueron los que estaban alojados en el Hostal de Nikita.

El conductor, muy amable por las narices, nos dijo que las mochilas grandes tenían que ir en la baca, pero que él no las iba a subir. Empezábamos bien el viaje. Entre los extranjeros, una pareja alemana y otra americana, hicimos lo que pudimos por subir todas las mochilas. Las rusas que también iban en la furgoneta, no movieron un dedo y simplemente esperaron a que se las subiéramos. Nuestro querido conductor sólo se subió para poner la red.


Íbamos súper apretados en la furgoneta, con gente y mochilas por todos lados. Y una música estridente de discoteca que nos acompañó durante todo el viaje. Cuando llegamos a la terminal del ferry, nos tuvimos que bajar y hacer la cola de los autobuses y furgonetas, que es distinta de la de coches. Como ves en esta foto, la cola de coches parecía interminable. Nosotros sólo tuvimos que esperar una media hora.




Hicimos nuestro viaje en el ferry y nos montamos rápido porque el conductor pasaba de avisar y teníamos miedo de que se fuera dejándose a gente allí (y no me hubiera extrañado dadas las circunstancias).



De repente, empezó una tormenta inmensa. Llovía muchísimo y todos los mochileros temíamos por nuestro equipaje y por las velocidades que seguía llevando nuestro amigo por esas carreteras siberianas. A medio camino paramos en un restaurante. Aprovechamos para decirle que nuestras mochilas se estaban mojando y que queríamos que le pusiera una funda, como había en todas las demás furgonetas que estaban paradas también allí. Nos dijo que luego, que ahora tenía hambre.

Se puso a comer y beber con unos amigotes que se encontró allí y pasó de nosotros. Empezó a granizar. Nos acercamos todos los viajeros a su mesa y le dijimos que si no quería poner la funda él porque no quería mojarse, que nos la diera y que ya la poníamos nosotros; o que, simplemente, nos dejara bajar las mochilas y ponerles nuestras propias fundas impermeables. Se rio y nos mostró en el traductor de Google que la funda estaba rota y que tenía que comprar una nueva. Otra excusa que se había marcado el colega improvisando. Hablaba con sus amigos y no paraban de mirarnos y de reírse. Las rusas que iban con nosotros estaban mucho más mosqueadas, supongo que porque ellas sí que entendían lo que estaban diciendo.

Cuando “el señor” acabó de comer tranquilamente, volvimos todos al minibús y vuelta a poner el chunda-chunda a tope y a conducir como un loco.

Sanos y salvos llegamos a la estación de autobuses de Irkutsk. Con la cabeza como un bombo y con mi mochila chorreando, inicié mi camino al hotel. Y me tiré el resto de la tarde secando a ratos la ropa con el secador del hotel, para no quemarlo.

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➤ Rusia: Día 14 – Mi último día en Irkutsk descubriendo la línea verde 


Rusia: Día 12 – Mi excursión por Olkhon Island


A pesar del desengaño que me llevé con una excursión que no era la que había contratado, los paisajes que vi no fueron para nada desdeñables. De hecho, en otras condiciones, la excursión hubiera estado interesante, al menos.

Mi conductor buriata me recogió en mi hotel en su furgoneta. Allí estaban ya todas las plazas ocupadas y me tocó en la parte de atrás, encima de la rueda (ideal para marearse por los caminos de Olkhon). Primeramente, llegamos a la entrada del Parque Nacional y allí estuvimos montados en la furgoneta durante media hora mientras nuestro guía se las entendía con los guardas. Al final volvió y nos pidió 400 rublos a cada uno. En un cartel vimos que la entrada costaba 300, así que nuestro querido abuelete se estaba embolsando su propia propina de antemano. Nadie nos había dicho que teníamos que pagar nada y todos los de la furgoneta nos quedamos igual de asombrados.


A partir de allí, el camino se convirtió en esto:


El abuelo se lo pasaba divinamente haciendo rally por aquellos boquetes, mientras la gente se mareaba. De hecho, dos potaron en cuanto nos bajamos. La primera parada fue en Peschanaya Village, a una hora de Khuzhir. Es un antiguo pueblo abandonado, que se utilizó en la época soviética para que los prisioneros trabajaran en la industria pesquera. Hoy hay allí un café, en el que paran todos los tours como el nuestro, que tiene un aseo y una tienda de souvenirs. Además, hay algunos puestecillos cerca de la playa.




Después de media hora allí, volvimos a la furgoneta y nos dirigimos hacia la bahía de Uzuri. Allí, nuestro guía empezó a hacer una hoguera y nos cocinó una sopa de pescado. Sacó té, pan y caramelos. Mientras se hacía la sopa, estuvimos dando vueltas por la bahía. Quisimos subir hasta la cima de la montaña Raba para ver el paisaje desde allí, pero nos llamó el señor diciendo que la comida estaba lista.




Ya comidos, recogimos y vuelta a la furgoneta. Esta vez, hacia el Acantilado del Amor (Love Cliff). La cima de este acantilado dicen que tiene forma de piernas abiertas, como si una mujer estuviese dando a luz. El pequeño camino que lleva hacia la supuesta rodilla izquierda es para los chicos, y el que lleva a la derecha es para las chicas.



Nuestra siguiente parada fue el Cabo Khoboy (Hoboy le llaman ellos).  El punto más al norte de la isla se parece a una meseta de mármol blanco. Está situado cerca del punto más ancho del Baikal: 79’5 km.


La última visita fue en el Cabo Sagaa-Khushun, que significa “Cabo Blanco” en la lengua buriata. Está situado a 4 km de Khoboy. Se le conoce como Cabo Blanco, porque el agua refleja una masa rocosa que parece de mármol. Desde allí se pueden ver Los Tres Hermanos: según la leyenda allí vivían tres hermanos que fueron convertidos en águilas por su padre. Éste les dijo que lo único que tenían que hacer para mantener su poder era no comer carne de animales muertos. Sin embargo, cuando el hambre apretó, rompieron su promesa. El padre, furioso por ello, los convirtió en estas tres rocas que miran al Baikal.



Al atardecer llegamos a Khuzhir y aproveché el tiempo para hacer mis últimas compras en el pueblo y comer unos cuantos manjares siberianos más. 



Rusia : Día 11 – Visitando el polvoriento Khuzir en la Isla de Olkhon (Baikal)


Khuzir es un asentamiento muy pequeñito, con poco que hacer más allá de ser el punto de partida para realizar rutas por la isla. Empecé a andar por los caminos de tierra que son sus calles con mi mochila a cuestas.

El pueblo tiene un museo, una pequeña iglesia, varios supermercados, tiendas de souvenirs y muchísimos restaurantes. Hasta hay un puesto de reparto de comida a domicilio (increíble en un pueblo de cuatro calles).





Llama la atención que no tuvieran teléfono, radio, ni internet hasta hace muy poco. En el 2005 les llegó todo a la vez. Sin embargo, aún no tienen red eléctrica, ni un sistema de alcantarillado, ni de recogida de basura eficiente. Las casas se nutren de sus propios generadores, almacenamientos del agua de la lluvia y pozos ciegos para los aseos. En el Centro de Vacunación Internacional de Madrid me dijeron que, por eso mismo, no me fiara de tomar nada de verdura que fuera producido allí. Por lo dudoso del riego con agua adecuada. Al final me vería obligada a saltarme esa norma.




Debido a mi desafortunado viaje hasta Khuzhir, llevaba sin comer en condiciones todo el día. Así que me paré en el café que estaba más lleno de todo el pueblo: Dalai. Un joven chino atendía las mesas con calma (en Khuzhir todo se hace con mucha calma). Sabía hablar inglés perfectamente y, además, tenían una carta para extranjeros. Fue una muy buena elección y me hinché a comer por muy poco dinero.


Continué mi camino entre vacas y polvo y visité la iglesia por fuera y su pequeño museo. Hice un alto en varias tiendas para comprar souvenirs y en todas ellas me aceptaron la tarjeta de crédito. Hasta vi una competición infantil de boxeo.



Dejando atrás las casas, llegué al Cabo Burhan, uno de los nueve lugares sagrados de Asia. En lo alto hay unos lazos chamánicos que anuncian el lugar. Según una antigua leyenda buriata, los hijos del Dios Tengris, bajaron desde el cielo para juzgar los actos de los humanos. El mayor y el más fuerte de ellos, Han Khute-baaby, eligió la cueva que hay en este cabo para vivir. Durante mucho tiempo, no se le permitió a nadie que no fuera chamán entrar a la cueva. Ésta mide 12 metros de largo y 3-4 de ancho. Allí se siguen celebrando rituales sagrados.



Por un sendero pequeño, accedí a la cala del cabo y estuve haciendo unas cuantas fotos.

Al otro lado del cabo, por otro sendero, caminé hacia la playa de Saraisky Bay. En ella había muchos valientes bañándose, porque estaba bastante fría, y varias tiendas de campaña. A pesar de que había carteles instando a ser respetuosos con la naturaleza y hay tantas personas que van a Olkhon en busca de espiritualidad, cerdos hay en todas partes, y aquí no faltaba basura arrinconada entre las piedras.



En mitad de la playa encontré algunos remolques con chimenea que resultaron ser banyas, saunas improvisadas, en las que podías entrar previo pago. La gracia estaba en entrar un rato y salir corriendo acalorado a bañarte en las frías aguas del Baikal. Curioso.



Después de un largo y tranquilo paseo por la playa, disfrutando del agua y de la vegetación próxima a la playa, volví a Khuzhir.

Allí visité el supermercado más grande del pueblo. En él podías encontrar de todo y a un precio irrisorio. Chucherías, dulces, alcohol, té, noodles… Y aceptaban tarjeta de crédito. Hasta ahora había oído que en Khuzhir no la aceptaban en ningún sitio y que tampoco había bancos, ni cajeros. Lo último es cierto, pero lo primero no. Me la aceptaron en los restaurantes, supermercados y tiendas de souvenirs.


Me sorprendió lo bien vigilado que estaba Khuzhir por la noche. No paraba de dar vueltas un coche policía y, cada poco tiempo, paraba a los conductores para pedirles la documentación.



En mitad de la calle en la que estaba el supermercado, vi un montón de gente agolpada y escuché música. Me acerqué y resultó ser un concierto de música tradicional buriata. Los músicos estaban tocando y cantando en la terraza de un restaurante, pero para toda la calle. No hacía falta consumir nada. Luego me contaron que en verano tocan casi todas las noches, sobre todo en fin de semana. Fue una curiosa sorpresa.



Pasé por delante de un local extraño, oscuro y en el que se veía gente acostada en cojines como si tuvieran la cogorza de su vida, y en el que anunciaban sishas en la puerta, y busqué otro restaurante para comerme otro cheburek, muy típico de la zona. Así terminó mi primer día en Olkhon, después de la odisea que había vivido hasta llegar allí.