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Rusia: Día 16 – Visitando Vladivostok en un día


La verdad es que no tenía en mente pasar por Vladivostok en mi viaje. Sin embargo, no había otra combinación de vuelos que me viniera bien desde Irkutsk a Petropavlovsk. Como no conocía la ciudad, y me hacía ilusión también ver dónde terminaba el Transiberiano, allí que acabé.

Mi hotel, el Aurora Park, estaba bastante retirado del centro (18 km). Por la mañana, muy temprano, cogí un autobús que supuestamente me llevaba a la mítica estación de tren. No fue así. El conductor entendería otra cosa, porque acabé lejísimos. Cogí otro autobús… y pasó lo mismo. A la tercera va la vencida. El último me llevó a Central Square. Un acierto.

Al poco que pises Vladivostok te darás cuenta de que es una ciudad muy militarizada. Hasta 1992 no podía entrar ningún extranjero en la ciudad y hoy la presencia de guardias y militares queda patente en muchas calles. Hasta los cochecitos para que alquilen los niños… ¡son tanques!



En la Plaza de la Revolución me encontré muchos autobuses llenos de chinos, que bajaban para hacer fotos a uno de los monumentos más famosos de Vladivostok: las estatuas en memoria de los que lucharon para que el remoto Lejano Oriente cayera en manos bolcheviques. A pesar de toda la vigilancia que había, abundaban los borrachos y malas pintas por allí.



Muy cerca de allí se encuentra la Estación de Tren y la Terminal de Ferries. Merece la pena echarle un vistazo a la estación, el edificio es muy bonito y aún se pueden ver en los andenes algunos trenes viejos.




Volviendo sobre mis pasos llegué a la calle peatonal Admirala Fokina, una calle llena de gente y en la que hay un montón de tiendas y restaurantes. Esta calle contrastaba con todo lo que había visto antes de la ciudad.


Justo cuando acaba la calle, hay una gran fuente y empieza un largo paseo marítimo en el que vi un montón de chiringuitos originales, puestos de comida y restaurantes en contenedores de barcos restaurados. Uno de los que más me gustó fue éste, en el que los asientos son columpios.




Dejé el paseo marítimo atrás y continué por la Plaza de las ciudades hermanadas, en la que descansé un poco aprovechando que había wifi gratis. En ella hay bancos, sombras y un arco por cada ciudad que esté hermanada con Vladivostok.


Un poco más adelante, me dirigí hacia el Museo de la Fortaleza. No lo vi por dentro, pero se puede ver el exterior sin tener que pagar entrada. Fuera hay una gran exposición de armamento.


Después de comer algo, volví hacia Central Square para continuar calle abajo y ver el famoso Submarino S-56, el mejor submarino ruso de la Segunda Guerra Mundial y el primero en dar la vuelta al mundo. Se suponía que se podía ver por dentro, pero estaba cerrado.


La zona del submarino estaba especialmente vigilada por militares. Justo en frente, atravesando la carretera, se encontrada desplegada la Flota Naval Rusa en el Pacífico. Me habían advertido de que tenía que tener cuidado con las fotos, porque era normal que los militares se sintieran amenazados y que te impusieran una multa.



Al lado del submarino vi otros dos monumentos: el Arco del Triunfo y la Capilla de San Andrés.



Subí unas escaleras para continuar hasta el funicular de Vladivostok. Cuanto más me alejaba del centro, más profunda se volvía la cosa. Aún no puedo entender cómo esta ciudad estaba en el ranking de las mejores ciudades portuarias del mundo: el aire estaba fuertemente contaminado y se hacía imposible respirar en algunos tramos, las calles estaban sucias y rotas, los atascos eran increíbles y cada uno conducía como le daba la gana, no se respetaban las señales, ni los carriles… Un caos.




Muchas cuestas para arriba después (Vladivostok es llamada la San Francisco de Rusia), llegué al funicular. Lo vi en un estado tan lamentable que no me quise ni montar y recorrí el trayecto que éste hace subiendo a pie más cuestas.


Al final de todo, hay que atravesar una rotonda y subir unas cuantas escaleras más para llegar a un observatorio desde el que se obtienen unas vistas inmejorables de la ciudad y de su famoso puente.





Entre tanta cuesta, el tiempo había cambiado repentinamente. De estar en manga corta, a necesitar chubasquero. El paraguas era inservible, por el fuerte viento. Mi deseo de ir a ver el faro no pudo cumplirse. Cuando el tiempo está así, no se puede atravesar el camino.

Así que cogí un autobús para llegar al hotel. El autobús me dejó en mitad de una autovía. Sin saber qué hacer, cogí otro autobús. El tráfico, con la lluvia, había empeorado aún más y tardé muchísimo tiempo en llegar a la parada del parque Aurora. Lo hice en una marshrutka. Yo no encontraba mi cinturón y resultó que estaba cerrando la puerta de atrás. Muy limpio y seguro todo...


Allí cogí mi equipaje de la consigna y esperé otro autobús que me llevara al aeropuerto. Fue inútil. No encontré ninguno. De repente, una señora apareció en la parada en la que estaba (en mitad de la nada). Me escuchó hablar español y se acercó para preguntarme “¿Astorga?” Me extrañó mucho. Le dije que era española, pero no de Astorga. Siguió insistiendo la mujer. Buscó Astorga en su móvil y me enseñó la Wikipedia. No había duda, la mujer estaba muy interesada en esa ciudad. Sería por el cocido maragato… Imposible comunicarse con ella. 😕

Después de esperar lo impensable allí mientras iban y venían personas cada vez más raras venidas de la nada (no olvides que la parada estaba en medio de una autovía, delante de un gran parque y en una zona aislada), me cansé. Volví al hotel y le pedí a la recepcionista que me consiguiera un taxi. Se rio y me mandó a su novio. Seguro. Apareció un cani ruso, con la gorra pequeña, que me llevó en su coche hasta el aeropuerto acompañada del chunda-chunda de discoteca a toda voz y conduciendo con una sola mano un coche japonés. En la otra tenía una pelota antiestrés que no paraba de apretar para que le saliera músculo. A veces dejaba de coger el volante y se tocaba su bíceps para comprobar que estaba mazao.

El resto de la tarde-noche la pasé en el aeropuerto. Cené en una pizzería y me hinché a comprar cosas de una máquina de productos japoneses que había allí. No tengo remedio. Friki… 

Rusia: Día 15 – Opinión del Aurora Park Hotel en Vladivostok


Mi vuelo salió a la  01'05 desde Irkutsk y llegó puntual a Jabarovsk. Allí tenía que hacer escala de 1'45 h. Pese a ser un sitio especial por el volumen de vuelos que pasan por allí (más de un millón de pasajeros), la sala donde estuve parecía la de un hospital. Era pequeñísima y no había nada más que unos cuantos asientos. 

El siguiente vuelo salió a las 8'00 y llegó a Vladivostok a las 9'20. Yo sólo había estado volando durante unas 6 horas, pero tuve que tener en cuenta la diferencia horaria. Los dos aviones que cogí fueron contratados en Aeroflot, aunque estaban operados por Aurora Airlines. Su precio fue de 645 €. Fueron cómodos, me dieron comida en los dos, a pesar de ser de muy poca duración y los asientos fueron enormes en comparación con las aerolíneas a las que estoy acostumbrada últimamente en Europa.

Vladivostok tenía que ser un sitio importante durante aquellas fechas. El único vuelo que pude coger ese día fue ese y el único hotel que me pude permitir también. Más allá de hoteles carísimos en el centro y algunos hostales de aspecto dudoso, no había nada libre. Por eso acabé en el Aurora Park Hotel. 

Opinión del Aurora Park Hotel Vladivostok

▪ Localización: el hotel está muy alejado de la ciudad. Es una zona preciosa y tranquila porque, como su nombre indica, está en medio del parque Aurora. Todo rodeado de árboles y en plena naturaleza. Es muy común para celebrar bodas y banquetes especiales. Si sales a pasear, esto es lo que te puedes encontrar:




Detrás del hotel sale un caminito que discurre por mitad de los árboles. No te olvides, esto es Rusia, así que los accesos están como están. El camino no está cuidado y las escaleras tienen los escalones rotos. Un traspiés y vas al vacío.

Bajando las escaleras, hay un paso a nivel. Por allí pasan algunos trenes, pero no molestan en el hotel porque está bastante alejado de esta zona. Cerca está la estación "Sanatorium". Atravesando el paso a nivel, llegamos a la playa de Amur Bay. Hay chiringuitos, hamacas, buen ambiente... Pese a estar tan lejos de Vladivostok centro, mereció la pena descansar en este tranquilo lugar. 


▪ Habitación: la mía fue una doble estándar contratada a través de Expedia. Me salió por 70€ con desayuno. El wifi llegaba muy bien y la habitación era grande y estaba muy limpia. Tenía aire acondicionado, el cual me vino muy bien para el bochorno que hacía, y un balcón que daba al parque. 

Desgraciadamente, la electricidad se fue por la noche. Toda la gente salió al pasillo con linternas para ver qué pasaba. Fue toda una experiencia ir en fila detrás de un montón de chinos que no paraban de hablar a gritos y a oscuras. Parecía sacado de una película de miedo. Afortunadamente, el apagón duró unas dos horas y luego todo volvió a la normalidad. 


▪ Desayuno: el desayuno se realiza en el restaurante del hotel, un local de cocina italiana llamado Limoncelo. Sus precios no son muy caros y está de moda entre las familias de la ciudad. Suele venir mucha gente los fines de semana para comer en la terraza mientras los niños juegan en el parque con las ardillas. La decoración es excelente y el buffet libre está muy bien.


Cómo llegar al Aurora Park Hotel

Delante del parque Aurora, hay una parada de autobús. Desde el aeropuerto no es difícil encontrar un autobús que te lleve hasta allí. Yo fui en una  Marshrutka y me cobró barato. Aunque me tocó un conductor un poco "especial". Se hizo un lío con la tarifa y, una vez que me bajé, se dio media vuelta para decirme que ese no era el precio. Se bajó dejando a todos los viajeros montados y empezó a hacer cuentas con los dedos, como si fuera un niño pequeño. Al final me agobié, porque todos los de la furgoneta empezaron a gritarnos desesperados. Como no llevaba mucho en efectivo, abrí el monedero y le dije que cogiera lo que necesitara. Pues aun así, siguió haciendo cuentas con los dedos y sacando y devolviendo billetes a mi cartera. Creo que finalmente se timó a sí mismo, porque tengo la sensación de que cogió dinero de menos. 

La distancia entre el hotel y el aeropuerto es de 35 km y el centro de Vladivostok está a 18 km.


El problema principal lo tienes para volver al hotel desde Vladivostok. Deberás coger la combinación necesaria de autobuses para llegar allí. A mí me costó equivocarme tres veces, pero llegué.


Volver al aeropuerto también es un problema porque el servicio de autobuses que llega hasta allí se acaba muy temprano. Estuve esperando durante una hora a ver si tenía suerte, pero ninguno me llevó. Encontré a una señora que me escuchó hablando español y me preguntó por Astorga, vete tú a saber por qué, no sabía nada más de mi idioma... 😕

Derrotada, volví  al hotel y pedí un taxi. La de recepción se rio de mí y me mandó a un conocido suyo. Un cani de gorra pequeña, que me llevó todo el camino cantando música de discoteca a toda voz y apretando con la mano izquierda una pelota antiestrés mientras conducía con la derecha un coche japonés. El viaje costó 850 rublos. Le di 1000. Se hizo el loco y no me devolvió nada. 


   AURORA PARK HOTEL - VLADIVOSTOK  
Dvenadtsataya street, 8,  
Vladivostok, 690024 Rusia 
www.auroravl.ru/en/

Rusia: Día 14 – Mi último día en Irkutsk descubriendo la línea verde


Después de un gran desayuno en el hotel, dejé el equipaje allí gratuitamente hasta que fuera a recogerlo por la tarde y empecé mi caminata por Irkutsk. Quería darle otra oportunidad, después de la mala impresión que me había dado al principio.

Lo primero que hice fue pasear por el Mercado Central, allí había de todo. Incluso aproveché la ocasión para comprar nueces porque me gustó la bolsa en la que las echaban.


Continué caminando por la céntrica calle Uritskovo. Esta calle comercial también estaba llena de gente. Allí aproveché para hacerme una foto con una mini Torre Eiffel, que recordaba que Irkutsk era conocida como la París de Siberia.



Desde la esquina de la calle, decidí seguir una línea verde que había encontrado en algunos lugares del centro y que llevaba a diversos puntos numerados pintados en la acera. La hice de principio a fin, visitando todos los lugares por fuera, y algunos, como el museo, también por dentro. En total, medía 5 km. Su comienzo estaba en el Monumento de Alejandro III, en el Boulevard Gagarin y su final, en Sedov Street, delante de la Iglesia de Krestovozdvijenskaya. Si la recorres entera, te llevará a 30 lugares importantes en la historia de Irkutsk (calles, plazas, monumentos, iglesias...).


Tras descansar un poco en el Distrito 130, comí en el sitio que había descubierto dos días antes, frente al paso de peatones que había delante de la estatua de este distrito, y pasé la hora de la siesta al fresquito del aire acondicionado del centro comercial.



Tras el descanso, dejé atrás la línea verde para coger mi plano y explorar algunos lugares que no estaban numerados en ella. Una cosa quedaba clara: si no te salías en ningún momento de esta línea, no tendrías la oportunidad de ver el otro Irkutsk. En cuanto te salieras un poco, ya era un continuo de casas destartaladas, ratas, perros, polvo… Lo mismo que me había echado para atrás el día que llegué a esta ciudad y por lo que no entendí cómo era Patrimonio de la Humanidad si todo se encontraba en este estado. Por suerte, no todo era así. Y para eso estaba la línea verde.



Por la tarde volví al hotel para recoger mi equipaje y cogí el autobús hacia el aeropuerto, que me costó 20 rublos. Allí hice hora hasta que salió mi vuelo a Vladivostok, que hacía escala en Jabarovsk.

Un apunte: en el aeropuerto de Irkutsk no hay nada en inglés, ni lo hablan las azafatas, ni el personal. Ni siquiera la información relativa a los vuelos está en inglés. Hay que estar muy pendiente de los números y echarle un poco de imaginación con el cirílico.





Rusia : Día 13 – Regresando de Khuzir a Irkutsk


Contraté mi transporte de vuelta Irkutsk en el hostal de Khuzhir por 800 rublos el billete. La furgoneta llegó a las 10’00, pero no salimos del pueblo hasta las 11’00, porque estuvimos recogiendo a más gente albergue por albergue. A cada uno le cobraba una cosa distinta, dependiendo de dónde se alojara. Los que más pagaron fueron los que estaban alojados en el Hostal de Nikita.

El conductor, muy amable por las narices, nos dijo que las mochilas grandes tenían que ir en la baca, pero que él no las iba a subir. Empezábamos bien el viaje. Entre los extranjeros, una pareja alemana y otra americana, hicimos lo que pudimos por subir todas las mochilas. Las rusas que también iban en la furgoneta, no movieron un dedo y simplemente esperaron a que se las subiéramos. Nuestro querido conductor sólo se subió para poner la red.


Íbamos súper apretados en la furgoneta, con gente y mochilas por todos lados. Y una música estridente de discoteca que nos acompañó durante todo el viaje. Cuando llegamos a la terminal del ferry, nos tuvimos que bajar y hacer la cola de los autobuses y furgonetas, que es distinta de la de coches. Como ves en esta foto, la cola de coches parecía interminable. Nosotros sólo tuvimos que esperar una media hora.




Hicimos nuestro viaje en el ferry y nos montamos rápido porque el conductor pasaba de avisar y teníamos miedo de que se fuera dejándose a gente allí (y no me hubiera extrañado dadas las circunstancias).



De repente, empezó una tormenta inmensa. Llovía muchísimo y todos los mochileros temíamos por nuestro equipaje y por las velocidades que seguía llevando nuestro amigo por esas carreteras siberianas. A medio camino paramos en un restaurante. Aprovechamos para decirle que nuestras mochilas se estaban mojando y que queríamos que le pusiera una funda, como había en todas las demás furgonetas que estaban paradas también allí. Nos dijo que luego, que ahora tenía hambre.

Se puso a comer y beber con unos amigotes que se encontró allí y pasó de nosotros. Empezó a granizar. Nos acercamos todos los viajeros a su mesa y le dijimos que si no quería poner la funda él porque no quería mojarse, que nos la diera y que ya la poníamos nosotros; o que, simplemente, nos dejara bajar las mochilas y ponerles nuestras propias fundas impermeables. Se rio y nos mostró en el traductor de Google que la funda estaba rota y que tenía que comprar una nueva. Otra excusa que se había marcado el colega improvisando. Hablaba con sus amigos y no paraban de mirarnos y de reírse. Las rusas que iban con nosotros estaban mucho más mosqueadas, supongo que porque ellas sí que entendían lo que estaban diciendo.

Cuando “el señor” acabó de comer tranquilamente, volvimos todos al minibús y vuelta a poner el chunda-chunda a tope y a conducir como un loco.

Sanos y salvos llegamos a la estación de autobuses de Irkutsk. Con la cabeza como un bombo y con mi mochila chorreando, inicié mi camino al hotel. Y me tiré el resto de la tarde secando a ratos la ropa con el secador del hotel, para no quemarlo.

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