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Japón: Día 5: Kyushu – Cómo es la visita al Volcán Aso


Desde Takachiho Gorge, emprendí mi camino hacia el Monte Aso, en cuya cima se halla uno de los cráteres más grandes del mundo. Tiene un diámetro de 600 metros y una profundidad de 130. Es el volcán activo más grande del país con una caldera que mide 25 km de norte a sur y 18 km de este a oeste. Sin duda, es una visita obligada si viajas a Kyushu. 

www.kyusanko.co.jp

La caldera se formó por varias erupciones que tuvieron lugar hace 270 millones de años. Fruto de erupciones posteriores son los cinco conos volcánicos que se encuentran en su interior:  Taka, Naka, Eboshi, Neko y Kashima (llamados Aso Gokaku). De todos ellos, Naka-dake es el más activo. Fuera de la caldera queda la montaña de Daikambo (900m) desde la que se ven los cinco y que a los locales les recuerda a un Buda Reclinado.

La carretera que lleva hasta allí es preciosa. Pasé de los bosques tupidos del paisaje de Takachiho, a las amplias praderas de Aso en poco tiempo. Había mirado la noche de antes el tiempo y las restricciones para subir, porque muchas veces las carretera está cortada, pero ese día hubo suerte. 



Cuando me acercaba a la zona del Cráter Nakadake pude ver la inmensa cola de coches que había frente a la barrera. No obstante, pasé poco tiempo allí esperando. Pagué el peaje de 800 yenes y dejé el coche en el aparcamiento. Allí hay unos aseos portátiles y unas vistas impresionantes.

Desde el parking sale un bonito paseo a través del cual se llega al borde del cráter. Está todo muy bien señalizado y dan mucha información sobre posibles peligros. No debes olvidar que es un volcán tremendamente activo, por lo que en cualquier momento puede entrar en erupción, o temblar la tierra. La última vez lo hizo en abril de 2016. Las carreteras quedaron destrozadas, así como el teleférico, que sigue sin funcionar.



Estar tan cerca de un cráter así impresiona mucho, echando continuamente humo y de un color azul sorprendente.






Delante del cráter había un señor vendiendo azufre y piedras. No me quise llevar tal recuerdo a casa y seguí mi camino de vuelta hacia el parking. El recorrido se puede hacer en unos veinte minutos.


En coche bajé la carretera dejando a un lado el Aso Museum, con su famoso Aso Super Ring, un programa que muestra cómo se creó esta montaña. Parecía interesante, pero su precio me echó para atrás: 500 yenes.

Seguí el camino hasta KusaSenri ga hama, una llanura que es todo un símbolo de Aso. Tiene un doble cráter: uno de 1 km de diámetro, que engloba a uno más pequeño de 400 metros. Y, en el centro, dos lagos sobreviven como vestigios de los volcanes que una vez hubo allí. La zona está llena de caballos, y es posible contratar una excursión para dar un paseo con ellos.



Por último, Komezuka se alzó en mitad de la carretera. Me bajé del coche para disfrutar de las vistas de esta grandiosa montaña con forma de cono. Es preciosa, pero muy inaccesible. Se puede ir andando hasta sus alrededores, pero no se puede subir hasta su cima. Además, tampoco hay ningún transporte público que lleve hasta ella. Así que, sólo me quedó embelesarme mirándola de lejos.  



Dejé atrás el monte y puse rumbo a la Cascada de Nabegataki.

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Japón: Día 5: Kyushu – Comiendo Nagashi Somen en Takachiho Gorge



Tras estudiar los mapas y ver lo que quería visitar de la zona en la que me encontraba, opté por alquilar un coche. Y es que los accesos en autobús son complicados, se pierde mucho tiempo en los transbordos y hay pocos horarios disponibles.

Después de recoger el coche en el pueblo de Aso, comencé la ruta para ese día:


Elegí comenzar visitando la garganta, aunque estuviera más retirada, porque me habían avisado de que los aparcamientos se llenaban desde muy temprano y cerraban el acceso. Además, en el cráter del volcán no hay mucho que hacer después de la visita y el tráfico es más fluido. Sin embargo, en Takachiho hay un montón de actividades para hacer, por lo que la gente aparca y se queda allí a comer, a pescar, a hacer senderismo…

También es un lugar de peregrinaje típico del turismo nacional, debido a su vinculación con la mitología japonesa. Cerca de la garganta se encuentra la cueva Ame no Uzume. Según la leyenda, en ella se escondió la diosa del sol, Amateraso, una de las deidades sintoístas más importantes. Y su nieto plantó en ella la semilla a través de la cual se creó la familia imperial japonesa. 

En poco más de una hora, llegué a Takachiho, ya en la prefectura de Miyazaki. Atravesé el pueblo, continué dejando atrás su famoso templo y viajé por la serpenteante carretera que lleva a la garganta. El primer aparcamiento estaba lleno y ya me temía lo peor, pero en el segundo aún quedaba hueco.

En el aparcamiento había unos aseos gratuitos, varias tiendas y una parada de autobús que, por 100 yenes, te llevaba a la garganta. Lo cogí, fui de pie y espachurrada, pero me ahorré la cuesta. Y me bajé justo delante del Acuario.

Allí fui preguntando a los vigilantes que me encontraba, que dónde podía comer lo famosos Nagashi Somen (流しそうめん)  de Takachiho. Todos me miraban sorprendidos y luego se echaban a reír. Al final los encontré. Hay varios restaurantes que los venden justo delante de la zona de los estanques de peces.

Y es que Takachiho no sólo es famosa por su garganta, sino también por ser el lugar en el que se inventó esta curiosa manera de comer fideos y que ahora se ha convertido en algo muy típico de los veranos japoneses. Los fideos, hechos con harina de trigo, van flotando por un río de agua helada a través de un canal hecho de bambú.


El restaurante en el que los probé fue el famoso 千穂の家 (Chiho no Ie). Me senté y esperé a que acabaran de comer los que ya estaban sentados. Cuando acabaron, la cocinera me avisó de que me preparara porque era mi turno. Gritó: “Ikuyo!” Y empezaron a poner los somen en el canal desde la cocina. Lo curioso era que había que atraparlos con los palillos para podértelos comer mojándolos antes en un cuenco lleno de salsa. La salsa típica está hecha con soja, sopa de pescado (caldo dashi) y mirin.



Si no lo consigues, no pasa nada. Los que no consigas coger, los recogen con un colador y te los sirven al final. Es la manera más divertida de comer fideos que he visto nunca. Nada más que por la experiencia, merece la pena probarlo. El precio del plato fue de 500 yenes.


Después de hartarme a fideos, me puse a pasear por la zona. Delante de los restaurantes había unos estanques llenos de peces a los que podías echar comida que vendían allí mismo, o alquilar cañas para pescarlos. También había puestos de kakigori, buenísimos, pero muy caros.



Siguiendo el camino marcado, llegué a los escalones de piedra que llevan hacia la garganta propiamente dicha. Un estrecho cañón por el que discurre el río Gokase. Y en el que te puedes dar un paseo en barca por 2000 yenes / 30 minutos.



Desde los miradores se puede tener una magnífica visión de los acantilados, llenos de vegetación, por los que se va filtrando la luz, contribuyendo a crear una atmósfera mágica acrecentada por las columnas basálticas creadas por la lava de las erupciones del volcán Aso. Las aguas azuladas fluyen bajo la garganta, entre rocas hexagonales.  La joya de la garganta es la Cascada Minai no taki, con 17 metros de altura.






El camino se adentra en el bosque, cruza el río y continúa hasta hacer un recorrido circular de 10 km. En la Oficina de Turismo te pueden dar mapas de senderismo gratuitos.

Como empezó a llover bastante, decidí dar media vuelta, coger el autobús hacia el aparcamiento y emprender mi camino al Cráter del volcán Aso.


   RESTAURANTE CHIHO NO LE  千穂の家    
Nishiusuki-gun, Takachiho-machi, Mitai 965-2 西臼杵郡高千穂町三田井965-2
Teléfono: 0982-72-2115


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Japón: Día 4: Kyushu – Visitando el pueblecito japonés de Aso



Después de despedirme del maravilloso pueblo tradicional Kurokawa Onsen dándome un último paseo en yukata por sus calles, el chófer del ryokan en el que me alojaba me llevó en furgoneta a la parada de autobús en la que se cogen los autobuses que llevan a Aso City.

En unos 50 minutos llegué a Aso. El autobús paró justo delante de la estación de tren, donde está la taquilla de la terminal de autobuses. Allí hay unos aseos gratuitos y muchos folletos de información turística. Al otro lado están las taquillas en las que dejar el equipaje. Y, depende del tamaño, así cuestan.


Me dirigí con la mochila a mi hostal y la dejé allí. Después de la buena experiencia que había tenido en el ryokan, el trato recibido en este lugar me impactó aún más. 😢

Tras dejar la mochila allí, volví de nuevo a la estación para visitar el mercado de productores que hay al lado: Michi no Eki. Nada más entrar, me di de bruces con el mostrador de la oficina de turismo, que está justo dentro de la tienda. Allí pedí mapas, información sobre el estado de la carretera para ir al cráter de Aso y del acceso a la Garganta de Takachiho. La chica que me atendió sabía hablar perfectamente inglés.

Después me di una vuelta por el mercado. Todos los productos que hay allí son de proximidad y es normal encontrarte la pegatina de Kumamon por todos lados. Kumamon es la mascota oficial de la prefectura de Kumamoto. Es una de las mascotas más queridas de Japón. Tanto, que en 2011 ganó el concurso de mascotas regionales Yuru-Chara. Buena parte de su éxito se debe a que la prefectura de Kumamoto no cobra derechos de autor por utilizar su imagen, pues entienden que cualquier presencia del personaje es una promoción indirecta. Las empresas deben rellenar una solicitud para obtener el permiso, y si el producto tiene una mínima relación con la región se les concede de forma automática. Hoy puedes encontrar cualquier tipo de merchandising con la forma de Kumamon.


Lo más famoso que tiene la zona de Aso son los productos lácteos, y los relacionados con la ternera roja y el caballo. Así que acabé comprando algo de leche (mucha de la que vendían estaba sin pasteurizar) y bollos rellenos de carne de caballo. Los precios eran bastante más altos que en los supermercados, pero los productos eran de economía local y pequeños productores, y merecían la pena.

Comí sentada en un banco frente a la estación. Las vistas del volcán impresionan a cualquiera. Y es que el pueblo no tiene mucho que ver, pero el paisaje es increíble.


Después de comer, seguí recto andando por la calle del hostal. Allí no había nada, ni nadie. Estaba sola en mitad de la acera. Siempre estuve así en los dos días que pasé en Aso. No vi a nadie por la calle. Las casas… no se sabía si estaban habitadas o no, si eran comerciales o no. Intrigante todo. 


A la derecha me encontré con el pequeño Templo Saigandenji. El área que se puede ver en el pueblo de Aso, forma parte del Templo Enryakuji del Monte Hiei. La leyenda cuenta que lo fundó Saiei, quien elaboró una estatua enorme de la Diosa de la Misericordia y la colocó dentro de una cueva, al oeste del cráter del volcán. Hoy el paseo alrededor de su estanque y las escaleras que llevan a unas ruinas en su cima, llenarán tu espíritu de paz y tranquilidad.



Volví para comerme un dulce en la pastelería Nakamura, una joyita que me encontré y que hace sus pasteles con productos locales. Acabé comprándome una bolsa con varios para el día siguiente. Y emprendí mi camino hacia el Templo Aso. Salí de la ciudad cruzando el puente, caminé al lado de la carretera viendo un enorme centro comercial, un karaoke con un cementerio justo al lado y mucho tráfico.

Pronto llegué a una zona más calmada, llena de casas y mansiones espectaculares y con jardines japoneses tradicionales preciosos. Seguía sin haber nadie por la calle. Llegó un momento en el que sólo veía máquinas expendedoras de bebida en mitad de la nada y ya está.





Se acabaron las casas y seguí caminando entre arrozales hasta que llegué al Templo de Aso. Su puerta de dos pisos se construyó al final del periodo Edo y tiene una altura de 18 metros. Está dedicado a los dioses de la agricultura y su origen se remonta a la época del primer emperador Jinmu. Esto lo hace ser uno de los templos más antiguos de Japón. Durante el terremoto de 2016, este templo, con más de 2.300 años de historia, fue duramente dañado. 



Hoy siguen llevándose a cabo tareas de reconstrucción, aunque se estima que tardarán en completarse unos diez años. Para contribuir a su restauración es bueno comprar algún amuleto o souvenir allí. Yo acabé comprando omamoris, omikujis y recuerdos como éste:


El camino de vuelta lo hice por calles con casas. En el camino me encontré un supermercado lleno de ofertas y llené mi mochililla con chucherías que me acabaría trayendo a España. Al llegar al centro comercial, visité una enorme librería y volví caminando al hostal.

Por la noche cené en el Coffee Plaza East, un restaurante muy barato que estaba en frente del Lawson . Sus precios eran increíblemente bajos, si los comparaba con los de la zona. Además, me fue muy difícil encontrar otro tipo de restaurantes en Aso (accesibles para ir a pie).


Japón: Opinión del hotel Aso Base Backpackers Kumamoto



Este hostal se encuentra a unos cinco minutos en línea recta desde la estación de tren de Aso. Detrás hay una pastelería y está a poca distancia andando de un conbini Lawson y de un restaurante. Por lo demás, poca cosa hay que hacer por la zona.

En la planta baja está la recepción, la cocina, un aseo y la sala de estar. Los dormitorios, habitaciones y cuarto de baño compartido se encuentran arriba. El precio es caro, para lo que ofrece. La habitación en la que estuve era tan pequeña, que casi no cabía mi equipaje, y las literas fueron incomodísimas y duras. Te hincabas todas las tablas en la espalda. Por ese precio, me he alojado en hoteles con desayuno bufé sencillito. 




La verdad es que tengo sentimientos muy encontrados con respecto a este alojamiento. Es un backpackers, pero el ambiente que allí respiré no tenía nada que ver con un alojamiento dedicado a este tipo de viajeros. Prácticamente no se podía hacer nada. El dueño estaba a la que saltaba vigilándolo todo con mala cara, como si todo le molestara. De tal modo que, cuando la gente estaba en la salita comiendo y hablando tranquilamente (sin alborotar, que quede claro, y a una hora más que normal), llegaba él y cortaba el rollo con tanta vigilancia, y la gente se acababa yendo a su habitación rápido. Con tanta obsesión... como cuadrando exactamente a la altura a la que habías colocado una cuchara que acababas de lavar, o haciendo como que no podía escuchar la música de jazz o de piano que había sonando a todas horas. No quiero generalizar y seguro que hay mucha gente que se lo ha pasado de puta madre aquí, pero yo sólo cuento mi experiencia. No tengo ningún otro objetivo. 

Cuando no estaba él, estaba una mujer que se dedicaba a ir con un trapo detrás de ti limpiando todo lo que habías tocado. Estaba esperando a que salieras del WC para limpiarlo, a que te lavaras las manos para ir corriendo con la bayeta a limpiar el lavabo, a que salieras de la ducha para meter la cabeza y observar si te habías dejado alguna gota… Es increíble. Todos los que estábamos allí alojados nos mirábamos con unas caras…

Cuando no estaban ninguno de los dos, sentías su presencia. Porque, nada más bajar las escaleras, notabas como las cámaras de seguridad que hay por todos lados se iban girando y siguiéndote. Llegaba a ser maniático. Si no se fían de los clientes, o les incomoda su presencia, que no pongan un hostal. Es como si estuvieran todo el rato esperando que los alojados fueran a hacer algo malo.


Bueno, ya lo anuncian en su web...

De hecho, se fían tan poco de los clientes, que ha sido el único alojamiento de todos los que he estado en Japón en mi vida, en los que he tenido que pagar una señal por adelantado meses antes de mi visita. Y si veis las normas, también son curiosas. Por ejemplo, que si vas con niños menores de 10 años se deben alojar en una habitación privada (hasta ahí normal), pero que sean de la edad que sean, van a contar como adultos a la hora de pagar. Las toallas las alquilan a 100 yenes (algo normal en algunos hostales).

La hora del check in es excesivamente tarde: las 16’00. ¡Si en Japón casi es ya de noche a esa hora! Yo llegué en el primer autobús de Kurokawa Onsen, fui allí a dejar la mochila y me encontré todo solo. Había un cartel que decía donde tenías que meter tu equipaje y dejarlo allí. En ese momento me sorprendió que no hubiera vigilancia ninguna para dejar las cosas allí, pero es que aún no sabía de la existencia de tanta camarica. Seguramente, el dueño ya sabía de sobra que había entrado y lo que estaba haciendo.

A las 16:00, harta ya de dar vueltas por un pueblo que se ve en media hora, llegué al hostal. Entré y coloqué mis zapatos en una salita que tienen justo antes de la puerta principal. El sitio es muy pequeño y todo apestaba a pies de un modo increíble. De hecho, las veces que la gente se tenía que volver a calzar, corrían a coger sus zapatos y salían descalzos a la puerta a ponérselos.

Con las chanclas entré a recepción y ahí la tuve con el dueño. Me pidió que pagara ya el resto que me quedaba por pagar de la habitación. Exigiéndomelo, como si yo no quisiera habérselo pagado antes. Yo tan sólo había entrado y lo había saludado.

Le dije que sí y saqué la tarjeta de crédito. Me contestó que no aceptaban ninguna tarjeta para pagar. Le dije que había elegido expresamente ese alojamiento y no otro semejante en la ciudad, porque en las condiciones de booking.com ponía que sí. Me dijo que eso no era cierto, que me lo estaba inventando. Le enseñé mi reserva en japonés y en inglés, y ahí estaba:


Me dijo con muchísima antipatía que era cierto, pero que se habría confundido al escribirlo. Enfadada ya con tanta soberbia le contesté que no tenía dinero en efectivo para pagar y me respondió que fuera a un cajero a sacarlo. Y que, si no pagaba por adelantado, que no me daba la habitación y que perdía la señal. Le dije que no quería sacar dinero del cajero porque mi banco me cobraba mucha comisión y me respondió intentando reírse que ése no era su problema.

Asqueada del mal trato recibido, me fui y busqué en internet otro lugar para alojarme. Todo completo. Decepcionada, saqué dinero y le pagué. Me dijo cuál era mi habitación y ni siquiera me ayudó con el equipaje. Iba cargada y parecía que estaba disfrutando de verme con tanto bártulo subir las estrechas escaleras.

Al llegar a la habitación, me enseñó cómo funcionaba el aire acondicionado y me insistió en que lo tenía que poner en modo eco, que si no, gastaba mucho. Es más, a la media hora o así, vino a la habitación a ver si tenía algún problema y si todo era de mi agrado (según él). Pero nadie me quita de la cabeza que viniera para vigilar que el aire estaba en modo eco, porque antes de irse, cogió el mando y miró los botones.

En medio del pasillo están los lavabos, al lado están las duchas y detrás están los WC. Intimidad no tienes ninguna, porque estás en medio del pasillo. Pero, bueno, así te podrán vigilar mejor.

Esto es el pasillo del piso de arriba, las puertas de en frente son las de las habitaciones.

Pasé dos días allí súper agobiada de tanta vigilancia y desconfianza. Lo único bueno que puedo decir del sitio, es que estaba limpio y era tranquilo. ¿Lo elegiría otra vez para alojarme? Ni de coña.

Precio por dos noches: ¥12.000 (93€ aprox.) 

   ASO BASE BACKPACKERS   
Kurokawa1498, Aso, 869-2225, Japón
⿊川1498, 阿蘇市
Teléfono: +81 967 34 0408