La mayor
población de la Ribera del Duero burgalesa es ampliamente conocida por ser la
capital del vino y de la gastronomía. Bañada por las aguas del Duero cuando
recibe a su afluente Bánvelo, Aranda de Duero es una ciudad próspera, llena de
negocios, asadores y gente disfrutando de sus bares y de sus paseos bajo
frondosos árboles.
Reconocida
mundialmente por su gastronomía, en ella podrás probar sus especialidades: el
lechazo asado y la morcilla de Aranda. Además, en el centro tendrás oportunidad
de comprar otros productos típicos de la tierra, como los afamados quesos de la
región.
Gastronomía,
naturaleza y monumentos. Aranda ofrece una hermosa visita en la que tampoco puedes perder
la oportunidad de visitar una bodega en uno de los mayores complejos de bodegas medievales subterráneas que existen.
Qué ver en Aranda de Duero
1. Plaza
Mayor: en esta preciosa plaza castellana llena de bares encontrarás la Oficina
de Turismo y el CIAVIN, el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino,
situado en un edificio del siglo XVIII.
2. Iglesia de
Santa María la Real: está considerada la obra más importante de Aranda de Duero.
Muy cerca de la Plaza Mayor, las dimensiones del templo han hecho que la
conozca como la pequeña catedral. Se construyó en el siglo XV sobre una iglesia
románica anterior de la que sólo se conserva la torre y lo que más llama la
atención es su espectacular portada gótica. En su interior podrás ver un impresionante
retablo renacentista del siglo XVI y una escalera mudéjar.
3. Iglesia de
San Juan de la Vera Cruz: perteneciente a los siglos XV y XVI, en ella edificio
se celebró el Concilio de Aranda en 1473, bajo el reinado de Enrique IV, siendo
convocado por el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo de Acuña para combatir la
ignorancia y la vida disipada de algunos clérigos. Su torre fortificada hace
pensar que originalmente fue usada como defensa. Hoy no tiene culto y su
interior está dedicado al Museo de Arte Sacro de la Ribera.
4. Calle Isilla:
aquí tienes la calle más animada de toda la ciudad. Pasea por su suelo
empedrado lleno de tiendas, restaurantes, pastelerías y bodegas hasta llegar a
la Plaza del Trigo para deleitarte con la típica arquitectura popular castellana.
5. Palacio de
los Berdugo: en esta casa señorial del siglo XV se llegó a alojar el emperador
Carlos V. También Napoleón pasó por aquí en noviembre de 1808 antes de cruzar
Somosierra (aún contiene la cama barroca en la que dicen que durmió). Desgraciadamente
tan sólo podrás ver su fachada, pues su interior no está abierto al público. Delante
del palacio tienes el rollo jurisdiccional gótico, que fue usado también como
picota para los delincuentes.
6. Puente de las
Tenerías: en pleno centro de Aranda tienes un excepcional paseo junto al río Bañuelos
en el Parque El Barriles con frondosos árboles, un embarcadero y una zona llena
de aves acuáticas.
7. Museo Casa
de las Bolas: en este palacio del siglo XV se cuenta que vivió la Isabel la
Católica antes de ser reina y Juana la Beltraneja. Actualmente alberga el Museo pictórico de Félix Cañada.
8. Bodegas
subterráneas: la ciudad cuenta con más de siete kilómetros de galerías excavadas
en la roca que guardan más de 300 bodegas construidas entre los siglos XII y
XVIII conformando uno de los mejor conservados conjuntos de bodegas medievales
que existen. Se organizan visitas de una hora de duración para ver varias de
ellas y normalmente incluyen la degustación de una copa de vino.
9. Santuario
de la Virgen de las Viñas: te recomiendo que reserves algo de tu viaje para
pasear por el bonito parque que lleva hasta el santuario de la patrona de
Aranda de Duero. Lo encontrarás a las afueras del pueblo en el paraje conocido
como monte Costaján, donde cuenta la leyenda que se encontraron una imagen de
la Virgen en el siglo XII. Dentro verás al popular Mediquín, una figura pequeña
de un niño justo debajo de la Virgen y que cuentan que curaba a los enfermos arandinos
de la peste.
🤓 Curiosidad: se
tiene constancia de que el primer plano urbanístico que se hizo en España fue
el de Aranda de Duero en 1503, fruto de una rencilla vecinal. Aún se conserva
en el Archivo General de Simancas y sobre él se basó el desarrollo urbanístico
de las nuevas ciudades del Nuevo mundo.
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