Calatañazor no
tiene ni sesenta habitantes. Sin embargo, es uno de los pueblos más visitados de
la provincia en temporada alta y la oferta turística es bastante amplia.
Su nombre cuenta
con reminiscencias árabes, significando “Castillo de la Águilas”. Sus orígenes
podrían encontrarse en el asentamiento celtibérico arévaco de Voluce, situado en
un cerro a un kilómetro del actual pueblo, ahora conocido como Los Castejones. Desde
el siglo III a.C. hasta el siglo V el emplazamiento estuvo habitado, fecha en
la que sus moradores optaron por abandonarlo y trasladarse al lugar en el que
se encuentra ahora: la cima de una roca que domina la vega del río Abión.
Hasta la época
musulmana, los visigodos habitaron este enclave, como muestran las tumbas excavadas
en la base del castillo. La leyenda cuenta que aquí se libró una gran batalla
entre las tropas de Almanzor y las de Sancho García, el Conde de Castilla.
Batalla en la que Almanzor quedó derrotado reflejándose en el dicho popular “En
la Calatañazor perdió Almanzor su tambor”. No obstante, no hay documentos que hablen
de dicho acontecimiento.
Sus edificaciones
son las propias de la Edad Media, con casas de dos plantas, con adobe, vigas de
madera de sabina y chimeneas cónicas que se ubicaban en las cocinas. Todo ello
flanqueando las calles empedradas.
Hoy sus calles
medievales y su encanto lo convierten en uno de los pueblos más pintorescos de
la provincia, así como en uno de los mejores lugares en el que disfrutar de
unas buenas migas sorianas al calor de la lumbre.
Restaurante El Sabinar
Qué ver en Calatañazor
1. Ermita de la
Soledad: a la entrada del pueblo, justo antes de emprender la cuesta , esta
ermita románica saluda al visitante. Su construcción es del siglo XII y
conserva de esta época el ábside y la portada norte. Aquí es donde tienes la primera
oportunidad de dejar el coche. Dejarlo en el pueblo, con las calles estrechas y
empedradas, no lo recomiendo mucho.
2. Ermita de San
Juan Bautista: justo en frente de la Ermita de la Soledad, aparecen las ruinas
de esta otra ermita de la que sólo quedan los muros y la portada. Sus
alrededores se utilizan como aparcamiento también.
3. Iglesia de
Santa María del Castillo: de origen románico, del que queda poco, la
actual iglesia parroquial conserva más de la remodelación gótica-tardía que
sufrió en el siglo XVI. En esta época se construyó su capilla mayor, aunque la
nave y el coro son del XVIII. En su interior se pueden ver una pila bautismal
románica, una talla del Cristo de Calatañazor del XV y un museo en el que se exhibe
los privilegios que le fueron otorgados a la villa con Enrique IV, los Reyes
Católicos y Carlos V.
4. Plaza Mayor:
en ella destaca la picota, un rollo del siglo XV en el que se exponían los
criminales a la vergüenza pública y conmemoraba el hecho de ser villa. A su
lado se encuentra la Piedra del Abanico, donde se ven las huellas fosilizadas
de troncos y hojas de palmera.
5. Castillo de
Calatañazor: se edificó durante la época de Alfonso I el Batallador (siglo XII)
remodelándose en el XIV. Hoy sólo quedan sus ruinas, algunos lienzos y parte de
su torre del homenaje, a la que se puede subir para disfrutar de unas excelentes
vistas del Valle de la Sangre. Precio: Gratis.
6. Muralla: Catalañazor
se amuralló también en el siglo XII. El acceso se realizaba a través de dos
puertas y dos portillos, del que sólo queda el arco del postigo de la
fuente. Actualmente se conserva gran parte de su perímetro, que rodeaba toda la
villa adaptándose al cerro en el que se asienta. Originalmente contaba con ocho
torres.
7. Necrópolis
Altomedieval: está bajo el castillo. Allí se encontraron tres tumbas
del siglo X a las que se accede por la parte de atrás de la Ermita de la
Soledad.
Para bajar el
atracón de migas, puedes completar la visita con la del Sabinar de Calatañazor
o llegar en coche hasta Muriel de la Sierra y emprender el corto camino hacia
el Monumento Natural de La Fuentona.