Después de
comer y de descansar un poco en el hotel, fui andando hasta el Ihwa Mural
Village. Me costó mucho llegar, porque el GPS se perdía constantemente y, al
final, estuvo mucho más lejos de lo que marcaba. Subí cuestas y más
cuestas hasta llegar a lo alto de una colina. El barrio es fruto de un proyecto
que el Ministerio de Cultura llevó a cabo en el 2006 para revitalizar una zona en
decadencia. Para su puesta en marcha se contó con más de setenta artistas que
se dedicaron a pintar murales por todo el barrio. Su fama dio la vuelta al
mundo. De hecho, yo incluí este lugar en mi itinerario atraída por esta pintura
que salía en uno de mis libros de bachillerato y que se me había quedado
retenida en la memoria desde entonces.
Busqué los
peces por todos lados, vi un montón de murales, pero no estaban los famosos
peces por ningún sitio. Al final, entré a una tienda y le pregunté al
dependiente. Se rió y me dijo que ya no existían. La fama había sido tan grande
que el turismo había venido en su faceta más destructiva. Hordas de turistas
llegaban todos los días al barrio y molestaban a sus habitantes con gritos,
haciendo fotos sin pensar si estaban molestando, no les dejaban dormir, ni
descansar, ni siquiera leer tranquilos. Y… optaron por quitarlo. Los propios
vecinos, hartos, pintaron encima de los murales más famosos. Aún quedan algunos
de los que poder disfrutar hoy. Por favor, si vas, no olvides tus modales
para que esto no vuelva a ocurrir. Ni aquí, ni en ningún sitio.
Decepcionada
con mi excursión y con la gente que no sabe comportarse, llegué a Heunginjimun Gate, la Puerta de la Benevolencia Creciente, la más grande de las puertas de
Seúl. Había entrado en el famoso barrio comercial de Dongdaemun.
En Dongdaemun está el estadio, hay grandes centros comerciales, un gran paseo que recorre
el Canal de Cheongyecheon, un mercado nocturno y otro diurno. Y su edificio más
famoso: el Design Plaza – DDP, uno de los lugares más modernos de Seúl, que tiene
un diseño neofuturista caracterizado por formas curvas extrañas. Es el distrito
más dedicado a la moda y al diseño que hay en la ciudad.
Mi última
visita del día fue Namsangol Hanok Village. Llegué cuando estaba anocheciendo y la mayoría de establecimientos
ya estaban cerrados. Pero, aun así, estaba bonito. Este famoso enclave se
encuentra a los pies de la montaña de Namsan, en cuya cima se alza la N Seoul
Tower. En este lugar se pueden ver cinco yangban, casas tradicionales hanok de
las clases altas coreanas durante de era Joseon. Las casas han sido traídas
desde distintos puntos de Seúl para ofrecer una visión conjunta de esta época y
de su arquitectura.
El lugar es un
oasis de naturaleza dentro de un lugar lleno de rascacielos. En él hay
restaurantes, tiendas de artesanía, cafeterías y una zona donde se dan
conciertos gratuitos.
Después de un
dolor de piernas importante y de seguir con un calor abrasador a pesar de ser
de noche, compré un melón coreano en un puesto de fruta (manjar que sólo se
puede encontrar aquí) y acabé mi noche en el hotel.
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