Mostrando entradas con la etiqueta Calles y plazas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Calles y plazas. Mostrar todas las entradas

Qué ver en Laguardia en una mañana, uno de los pueblos más bonitos de España


Entrando por la puerta de Carnicerías (s. XV), en un azulejo se lee: “Paz a los que llegan, Salud a los que habitan, Felicidad a los que se van”. Sobre una colina, Laguardia se levanta orgullosa de anunciar que pertenece a la red de los “Pueblos más bonitos de España”. Su historia nace con Sancho Abarca de Navarra, quien fundó un castillo allí en el 908 para defender Navarra. En 1164 se convertiría oficialmente en villa.


Hoy cuenta con muchos atractivos turísticos, el pueblo en sí mismo lo es. Todo su subsuelo fue excavado para construir túneles en los que los habitantes se pudieran cobijar durante las batallas. Con el paso de los años, se siguieron utilizando con otro fin: guardar el vino artesanal que ellos mismo producían. Actualmente, muchos de ellos siguen teniendo esa función y se pueden visitar.

Qué ver en Laguardia


1. Iglesia de Santa María de Los Reyes: el templo que preside Laguardia data del siglo XII, aunque lo que ves hoy proviene de la reconstrucción que se llevó a cabo en el XIV. Se cree que en sus orígenes pudo ser un Monasterio Templario. Lo más destacable es su pórtico policromado, uno de los pocos que se conservan en España.
Precio de la entrada: 3€


2. Torre Abacial: esta torre campanario se encuentra exenta de la iglesia, aunque hasta el siglo XIX estuvo unida a él por un corredor. Su función era defensiva. Al norte de la torre estaba el castillo mandado construir por Sancho Abarca y que dio origen a Laguardia. Encima del balcón oriental se encuentra la imagen de San Benito, lo que hace pensar que pudo pertenecer a un antiguo monasterio. A sus pies, hay un aljibe que abastecía al municipio.
Precio de la entrada: 2€


3. Iglesia de San Juan Bautista: esta iglesia-fortaleza presenta una torre gótica, que fue una de las puertas de la muralla y hoy actúa como campanario.
Precio de la entrada: 2€


4. Plaza Mayor: actualmente está siendo reformada en su totalidad y constituye el centro de Laguardia. En ella se encuentra el Ayuntamiento en el que se puede ver un reloj carrillón, que se pone en funcionamiento todos los días a las 12’00, 14’00, 17’00 y 20’00. El conjunto lo integran “El Cachimorro” y dos danzantes con trajes típicos bailando al son del pasacalle de San Juan.


5. Murallas: las murallas que rodean el pueblo miden dos metros de alto. Aún se conservan cinco de las puertas originales: Páganos, Mercadal, San Juan, Santa Engracia y la Puerta Nueva, o de Carnicerías, que se abrió en el s. XV.


6. Plaza del Gaitero: curiosa plaza en la que hay unas esculturas dedicadas a los viajeros, con un conjunto de bolsos, maletas y zapatos, obra del artista Koko Rico.


7. Casa Natal de Samaniego: en esta casa palaciega del s.XVII, nació el fabulista Felix María Sánchez de Samaniego. En su interior hay unas bodegas en las que se produce vino artesanalmente y que se pueden visitar.


8. Casa de la Primicia: es el edificio civil más antiguo que se mantiene en pie de la villa. En la iglesia cobraba el antiguo impuesto de diezmos y primicias. Es una de las casas horadadas por cuevas-bodegas.


9. Cuevas subterráneas: Laguardia podría recorrerse casi entera a través de pasillos subterráneos que se utilizaron como bodegas en los siglos XVI y XVII, época de bonanza en la villa por el comercio de vino. Cada casa tiene su bodega subterránea correspondiente.


10. Estanque Celtibérico: en 1998, se descubrió un estanque perteneciente a los siglos III y II a.C, construido por los celtíberos. Su función era recoger el agua de un manantial que nace a 800 metros de altura. Su capacidad de almacenaje era de 300.000 litros. Hoy se puede visitar el complejo, así como su Centro de Interpretación.
Precio de la entrada: 4€

11. Mirador: a la entrada de la villa, justo encima de los aparcamientos, hay un gran mirador desde el que podemos disfrutar de todo el paisaje a los pies de la colina sobre la que se asienta Laguardia.


12. Hotel Castillo el Collado: uno de los hoteles que más llaman la atención cuando paseamos por la villa. Tiene el diseño de un castillo convertido en hotel, cuyo torreón puede ser visitado por los clientes.


Por si te ha sabido a poco, la tarde la puedes pasar visitando alguna de sus bodegas, como Villa Lucía (que cuenta con un Museo y Centro Temático del Vino), o las Bodegas Ysios, diseñada por Santiago Calatrava; y encontrar los orígenes de Laguardia paseando por el Yacimiento arqueológico de La Hoya (de acceso libre) y por la ruta de los Dólmenes (cuyo representante más famoso es el de La Chabola de la Hechicera, en Elvillar).




Rusia: Día 23 – Mi último día en San Petersburgo


Mi último día en San Petersburgo lo dediqué a pasear por lo que me  quedaba por ver del centro de la ciudad. La Avenida Nevsky no la había dejado de transitar hacia arriba y hacia abajo durante todos los días que había pasado aquí, pero aún me quedaban por ver edificios que me sorprendían entre marcas internacionales, como Zara.

Descubrí un bar español, con poco aspecto de español por dentro:



Me di un paseo por la Galerías Passage, unas galerías comerciales de 1848, inspiradas en las galerías francesas de la época.


Y por el centro comercial Gostiny Dvor, construido en 1748 por orden de la emperatriz Isabel.


En la Avenida Nevsky también se encuentra la famosa Casa del Libro, Dom Knigui, y otra gran librería en la que hacen entrevistas en directo.


Para acabar, llegué a las galerías Eliseev, un edificio construido en los años 1902-1907 para la famosa empresa "Hermanos Eliseev", que tenían un imperio familiar de tiendas de alimentos exóticos, vinos importados y "delicatessen".. En las esquinas del edificio se ven las esculturas de Comercio, Industria, Arte y Ciencia. El interior de la tienda es una obra de arte de estilo modernista y no ha tenido grandes cambios durante 100 años.


Justo en esa esquina, giré por Malaya Saovaya para adentrarme en las calles peatonales cercanas a la Avenida Nevsky, en las que se pueden ver algunas esculturas, como la del antiguo fotógrafo.



Muy cerca estaban grabando una película:


En la plaza del Hermitage, unos novios estaban celebrando su boda en un autobús😨 La cosa se les fue de las manos y presencié una gran pelea:


Crucé la avenida, para llegar al Palacio de Yusupov. Sus jardines son de acceso libre y para ver su interior hay que pagar entrada. Su dueño original, el Príncipe Yusupov, llegó a ser el hombre más rico de Rusia. Pero, realmente, este palacio ha pasado a la historia por ser en el que asesinaron al intrigante Rasputín.


Callejeando un poco más entre los puentes, visité la Catedral de San Nicolás de los Marinos, Nikolsky Cathedral. Se puede visitar de manera gratuita.



Desde allí me dirigí hacia el Barrio de Dostoievski. El famoso escritor vivió en esta zona durante 28 años, especialmente en la Plaza del Heno (Sennaya), porque una de las condiciones que buscaba era que tuviese una iglesia cerca de su edificio. Varias de sus novelas tuvieron como escenario las casas y calles de este barrio. Éste no es un barrio oficial, sino que es llamado así popularmente y está dentro del barrio Admiralteiski.


Dostoievski vivió en en los números 1, 9 y 7 de la calle Kaznacheiskaya y en el número 5 del callejón Kuznechny, entre otras. En   Kaznacheiskaya 7 escribió "Crimen y Castigo."

En Kuznechny 5, la última casa donde vivió, funciona actualmente el Museo Dostoievski. Se trata de una reconstrucción de los seis cuartos que ocuparon él y su familia tras la muerte de su hijo Aleksei, en 1878. Se puede ver el escritorio donde Dostoievski escribió "Los hermanos Karamazov" (publicada un mes antes de su muerte) y sobre el cual apoya el reloj detenido a las 8:38, hora de su muerte, en 1881.



Aunque muchas de las escenas de sus novelas transcurren en la Plaza del Heno y las orillas del Canal Griboedov, nunca aparecen las direcciones exactas de las casas de los personajes. Sin embargo, tras su muerte y con ayuda de su mujer, fue posible descubrir las de una de sus novelas más célebres.

- Grazhdanskaya, 19: es la casa donde vivía Rodion Raskolnikov, el protagonista de "Crimen y Castigo."

- Griboedov, 104: la casa de las hermanas Aliana y Lisateva Ivanovna, usureras, asesinadas por  Raskolnikov.
- Griboedov, 73: casa de Sonia Marmeladova, amiga de Lisateva, hija de un funcionario alcohólico y una madre enferma.

También pasé por delante de un café de gatos:


Me despedí bebiéndome un chupito de vodka acompañado de una sisha y me fui al hotel a recoger las mochilas para irme al aeropuerto.



Otra entrada que te puede interesar:

➤ ¿Qué pasa si caduca mi visado en Rusia?




Rusia: Día 16 – Visitando Vladivostok en un día


La verdad es que no tenía en mente pasar por Vladivostok en mi viaje. Sin embargo, no había otra combinación de vuelos que me viniera bien desde Irkutsk a Petropavlovsk. Como no conocía la ciudad, y me hacía ilusión también ver dónde terminaba el Transiberiano, allí que acabé.

Mi hotel, el Aurora Park, estaba bastante retirado del centro (18 km). Por la mañana, muy temprano, cogí un autobús que supuestamente me llevaba a la mítica estación de tren. No fue así. El conductor entendería otra cosa, porque acabé lejísimos. Cogí otro autobús… y pasó lo mismo. A la tercera va la vencida. El último me llevó a Central Square. Un acierto.

Al poco que pises Vladivostok te darás cuenta de que es una ciudad muy militarizada. Hasta 1992 no podía entrar ningún extranjero en la ciudad y hoy la presencia de guardias y militares queda patente en muchas calles. Hasta los cochecitos para que alquilen los niños… ¡son tanques!



En la Plaza de la Revolución me encontré muchos autobuses llenos de chinos, que bajaban para hacer fotos a uno de los monumentos más famosos de Vladivostok: las estatuas en memoria de los que lucharon para que el remoto Lejano Oriente cayera en manos bolcheviques. A pesar de toda la vigilancia que había, abundaban los borrachos y malas pintas por allí.



Muy cerca de allí se encuentra la Estación de Tren y la Terminal de Ferries. Merece la pena echarle un vistazo a la estación, el edificio es muy bonito y aún se pueden ver en los andenes algunos trenes viejos.




Volviendo sobre mis pasos llegué a la calle peatonal Admirala Fokina, una calle llena de gente y en la que hay un montón de tiendas y restaurantes. Esta calle contrastaba con todo lo que había visto antes de la ciudad.


Justo cuando acaba la calle, hay una gran fuente y empieza un largo paseo marítimo en el que vi un montón de chiringuitos originales, puestos de comida y restaurantes en contenedores de barcos restaurados. Uno de los que más me gustó fue éste, en el que los asientos son columpios.




Dejé el paseo marítimo atrás y continué por la Plaza de las ciudades hermanadas, en la que descansé un poco aprovechando que había wifi gratis. En ella hay bancos, sombras y un arco por cada ciudad que esté hermanada con Vladivostok.


Un poco más adelante, me dirigí hacia el Museo de la Fortaleza. No lo vi por dentro, pero se puede ver el exterior sin tener que pagar entrada. Fuera hay una gran exposición de armamento.


Después de comer algo, volví hacia Central Square para continuar calle abajo y ver el famoso Submarino S-56, el mejor submarino ruso de la Segunda Guerra Mundial y el primero en dar la vuelta al mundo. Se suponía que se podía ver por dentro, pero estaba cerrado.


La zona del submarino estaba especialmente vigilada por militares. Justo en frente, atravesando la carretera, se encontrada desplegada la Flota Naval Rusa en el Pacífico. Me habían advertido de que tenía que tener cuidado con las fotos, porque era normal que los militares se sintieran amenazados y que te impusieran una multa.



Al lado del submarino vi otros dos monumentos: el Arco del Triunfo y la Capilla de San Andrés.



Subí unas escaleras para continuar hasta el funicular de Vladivostok. Cuanto más me alejaba del centro, más profunda se volvía la cosa. Aún no puedo entender cómo esta ciudad estaba en el ranking de las mejores ciudades portuarias del mundo: el aire estaba fuertemente contaminado y se hacía imposible respirar en algunos tramos, las calles estaban sucias y rotas, los atascos eran increíbles y cada uno conducía como le daba la gana, no se respetaban las señales, ni los carriles… Un caos.




Muchas cuestas para arriba después (Vladivostok es llamada la San Francisco de Rusia), llegué al funicular. Lo vi en un estado tan lamentable que no me quise ni montar y recorrí el trayecto que éste hace subiendo a pie más cuestas.


Al final de todo, hay que atravesar una rotonda y subir unas cuantas escaleras más para llegar a un observatorio desde el que se obtienen unas vistas inmejorables de la ciudad y de su famoso puente.





Entre tanta cuesta, el tiempo había cambiado repentinamente. De estar en manga corta, a necesitar chubasquero. El paraguas era inservible, por el fuerte viento. Mi deseo de ir a ver el faro no pudo cumplirse. Cuando el tiempo está así, no se puede atravesar el camino.

Así que cogí un autobús para llegar al hotel. El autobús me dejó en mitad de una autovía. Sin saber qué hacer, cogí otro autobús. El tráfico, con la lluvia, había empeorado aún más y tardé muchísimo tiempo en llegar a la parada del parque Aurora. Lo hice en una marshrutka. Yo no encontraba mi cinturón y resultó que estaba cerrando la puerta de atrás. Muy limpio y seguro todo...


Allí cogí mi equipaje de la consigna y esperé otro autobús que me llevara al aeropuerto. Fue inútil. No encontré ninguno. De repente, una señora apareció en la parada en la que estaba (en mitad de la nada). Me escuchó hablar español y se acercó para preguntarme “¿Astorga?” Me extrañó mucho. Le dije que era española, pero no de Astorga. Siguió insistiendo la mujer. Buscó Astorga en su móvil y me enseñó la Wikipedia. No había duda, la mujer estaba muy interesada en esa ciudad. Sería por el cocido maragato… Imposible comunicarse con ella. 😕

Después de esperar lo impensable allí mientras iban y venían personas cada vez más raras venidas de la nada (no olvides que la parada estaba en medio de una autovía, delante de un gran parque y en una zona aislada), me cansé. Volví al hotel y le pedí a la recepcionista que me consiguiera un taxi. Se rio y me mandó a su novio. Seguro. Apareció un cani ruso, con la gorra pequeña, que me llevó en su coche hasta el aeropuerto acompañada del chunda-chunda de discoteca a toda voz y conduciendo con una sola mano un coche japonés. En la otra tenía una pelota antiestrés que no paraba de apretar para que le saliera músculo. A veces dejaba de coger el volante y se tocaba su bíceps para comprobar que estaba mazao.

El resto de la tarde-noche la pasé en el aeropuerto. Cené en una pizzería y me hinché a comprar cosas de una máquina de productos japoneses que había allí. No tengo remedio. Friki…