Las últimas
horas que me quedaban en la parte brasileña de Iguazú las quería dedicar a
pasearme por el centro de Foz do Iguaçu, para llevarme una impresión de la ciudad,
aunque fuera corta.
Al contrario
que Puerto Iguazú, ésta es una señora ciudad. Tiene más 255.000 habitantes y
está compuesta por grandes avenidas llenas de edificios altos y grandes
almacenes. En ella conviven muchos grupos étnicos, por lo que es considerada
una de las ciudades más multiculturales de Brasil.
Como no tenía
reales, no pude bajar al centro en transporte público. Así que, tomé un taxi en
la parada que hay al lado de la entrada del Parque das Aves. Mi tarjeta de
crédito no funcionó, pero aceptaba pago en dólares o en euros. Pagué en euros
sin problema y me devolvió reales al cambio que encontró en Google. Genial, ya
tenía algo suelto.
Le dije al
taxista que me llevara al centro. No tenía muy claro dónde, porque sólo quería
pasear y sólo disponía de 4 horas antes de volver al autobús de Río Uruguay que
me llevaría de vuelta desde las cataratas a Puerto Iguazú. Escuchado mis
planes, que el hombre entendió a pesar de que yo no sé portugués y él no sabía
español, me dijo que me llevaba al centro, cerca de la estación de autobuses
urbanos, para que así me fuera más fácil la vuelta. Un genio, el hombre.
En unos 20
minutos estuvimos en el centro. Tan sólo me moví por las Avenidas República
Argentina, Paraná, Jorge Schmmelpfeng y Kubitschek y alguna callejuela aledaña.
Lo que aparecía en mi mapa como un rectángulo formado por estas grandes calles.
Empecé a
caminar desde el 34º Batallón de Infantería Mecanizado y recorrí la Avenida de
Brasil.
Todo estaba
lleno de tiendas y restaurantes, muchísimos de ellos eran kebaps. Comí en uno
de comida brasileña y pagué en reales con la tarjeta de N26. También aproveché
para comprar unos bombones de la tierra y un pan de queso.
No tuve tiempo
para mucho más. Desgraciadamente me tuve que volver a la estación de autobuses
urbanos para volver a las cataratas. Pagué mi billete en la taquilla con los
reales que me había devuelto el simpático taxista y me monté en el bus. Tuve la
suerte de que el estaba justo allí. Me monté en el número 120 y me llamó la atención
el cartel que había dentro: aquí se equiparaban los gordos a los ancianos,
enfermos y embarazadas. 😰
Después de una
media hora de camino por la gran Avenida de las Cataratas, me bajé en la parada
del Parque das Aves y estuve esperando allí hasta que apareció mi autobús de
vuelta a Puerto Iguazú.
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