Tras casi un mes de viaje vuelvo a casa con cinco o seis kilos menos, que ya me estoy encargando de recuperar 😉 Por suerte, conseguí hacer todas las etapas programadas menos la de Leshan, ya que hubo un problema con los trenes y tuve que quedarme un día más de lo previsto en Pingyao y perder otro día viajando en tren.
Un país maravilloso, lleno de contrastes y de cosas que aún
chocan mucho en occidente, aunque cada vez se parecen más a nosotros, sobre
todo en las grandes ciudades. Con un nivel de vida cada vez más alto, con un
consumismo cada vez más grande y una brecha entre los más ricos y la miseria
extrema que se percibe en cada esquina.
El que esté pensando en visitar China, que lo haga ya antes de que cambie del todo, porque el país lo está haciendo a pasos agigantados y se nota como están
perdiendo su esencia y sus costumbres americanizándose rápidamente (aunque para
ellos sea un insulto). Grandes marcas recorren las ciudades, tiendas de lujo
(cada vez más) enfrente de chabolas. Cochazos, que ni yo sueño con tener,
aparcados al lado de unas niñas sucias meando en la calle porque viven en la
miseria…
Y construcción, construcción y más construcción por todos
lados. Te cansas de tanto anuncio de inmobiliarias, de ver paisajes idílicos
como los de Guilin, destrozados por tanta grúa en el horizonte. Pisos vacíos
por doquier. Hay muchos chinos, pero no
creo yo que sean suficientes para llenar tanta casa.
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