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Laos: Cómo es la visita al Centro de Conservación de Elefantes de Sayaboury


Elephant Conservation Center - Sayaboury 

Este centro es una maravilla de Laos aún poco conocida. Se encuentra a unas 3 horas de viaje en autobús desde Luang Prabang, un poco menos si haces el recorrido en furgoneta. Y es el mejor modo de visitar a los míticos elefantes laosianos.

Este genial proyecto comenzó su andadura en el año 2011, por lo que es muy nuevo y aún queda mucho por hacer. Pero ganas no faltan. Su principal preocupación era la desaparición de elefantes en Laos a niveles elevadísimos. Preocupados por la falta de sensibilización del Gobierno e, incluso, de los propios habitantes de Laos, decidieron crear un centro único en el país que sirviera de referencia a los demás lugares en los que los turistas, principalmente, pueden disfrutar de su compañía.

Es precisamente este programa de información y sensibilización lo que los hace diferentes de los demás. Como ellos mismos afirman: “Al contrario que en otros lugares, no traemos a los elefantes de su hábitat natural y los llevamos a sitios turísticos, sino que llevamos al propio turista a que comparta un trocito de este hábitat”. Aquí es el viajero el invitado, y no al revés.


Los elefantes que viven en el centro disfrutan de 106 hectáreas de bosque protegido, selva virgen con paisajes que deja boquiabiertos. Allí descansan recuperándose, en su mayoría, de una vida dura de trabajos en la industria maderera. Es una jubilación bien merecida y en un lugar único.

También están siendo reconocidos por su labor en el campo de la reproducción y cría de elefantes. Tiene un programa al que llaman “Baby Bonus” por el que se encargan de los elefantes durante el periodo de gestación, a la vez que le dan un incentivo a los dueños. De este modo, los dueños (que han tenido que ahorrar muchísimo para poder comprar y mantener al elefante), no tiene miedo de que se quede encinta y de que durante esos meses, a los que se añaden los de cría, no puedan ponerlo a trabajar y pierdan dinero. Así recuperan su inversión.


Además, se encargan de dar información a los locales sobre la importancia de tratar bien a los elefantes, y dan a conocer este valor a los extranjeros. Se han convertido en un referente, poco a poco, del ecoturismo en Laos. Todas sus instalaciones son ecológicas, utilizan la energía solar y se abastece del agua del lago y de la lluvia, hacen papel ecológico con estiércol (que suena feo, pero es bonito, de verdad), todos sus documentos los imprimen usando papel reciclado y sus infraestructuras las han hecho aprovechando viejas casas laosianas tradicionales.


En el centro se aprende, se disfruta y se sensibiliza. Sus misiones son:
  • El rescate de elefantes de una vida de esclavitud en las industrias madereras.
  • Fomentar la natalidad y la cría.
  • Proporcionar un ambiente natural en el que lo principal sea el bienestar de los animales.
  • Crear lazos sociales entre los elefantes a través de un área de socialización animal.
  • Llevar a cabo un programa para formar a los mahouts de modo que dejen la industria maderera y aboguen por el ecoturismo.
  • Educar y sensibilizar en temas relacionados con la educación ambiental.

Instalaciones del centro

El centro cuenta con varios espacios:
  • Un área dedicada a “Elephant Nursery” en la que se relajan tranquilamente los animales que están encinta, las madres que acaban de dar a luz y los pequeños elefantitos. Se pueden ver desde un cercano observatorio al que se accede en una pintoresca barquita.
  • Un área de socialización donde los animales pueden juntarse para formar nuevos grupos de forma natural. En ella se pueden ver a los elefantes comportándose como son ellos mismos, sin la presencia de ningún humano.
  • Un hospital de elefantes que funciona íntegramente con energía solar.
  • Un museo lleno de paneles explicativos en varios idiomas.
  • Una escuela de mahout, para que se formen en ecoturismo y en la importancia de cuidar a los elefantes. Una idea que salió directamente de la comunidad local de mahout, conscientes del peligro que sufre su profesión con la extinción de los animales.
  • Un restaurante en el que ofrecen a los visitantes comida tradicional laosiana utilizando productos del mercado local y de sus propios huertos.
  • 15 cabañas tradicionales de bambú, con mosquitera y un porche con una hamaca para mirar tranquilamente al lago Nam Tien y a su maravilloso paisaje.
  • Los servicios y las duchas son comunitarios.
  • No hay wifi, pero si lo necesitas puedes pedirles que te dejen sus ordenadores para alguna emergencia. Es bueno desconectar de vez en cuando y así disfrutar más de la experiencia.
  • Una tienda donde venden productos relacionados con los elefantes: camisetas, pegatinas, incluso postales hechas con estiércol (suena raro, pero son preciosas y originales).

Me encantó la experiencia y la recomiendo a todos los que vayan a pasar sus vacaciones en Laos. Estar tan cerquita de los animales es una vivencia única. 





Laos: Día 8 – Segundo día en el Centro de Conservación Nacional de Elefantes de Sayaboury


Me levanté tempranito, con toda la ilusión del mundo, para aprovechar bien el día. Levantarse y encontrarse con estas vistas desde el porche, es una experiencia única.



Después de una ducha y de recoger todo mi equipaje, para dejarlo todo listo, fui a desayunar a la zona común. Pan con mermelada, huevos revueltos, café, té… todo preparado para comenzar nuestro segundo día entre elefantes.

Para abrir boca nos dirigimos hacia el embarcadero para tomar una barquita estrechísima, en la que nos montamos seis personas. Estabas tan cerca del agua, y se tambaleaba tanto… Me gustó. En ella fuimos hacia un observatorio para ver uno de los milagros del centro de Sayabouri: una de las crías que están consiguiendo que nazcan aquí.


Vino acompañada de su madre y de su mahout. El vínculo entre el mahout y su elefante llega a ser tan fuerte que, cuando el mahout se muere, el elefante se pone triste y llora… increíble.

La cría estaba poco participativa porque no le gustaba la llovizna que estaba cayendo y sólo quería estar con su madre, escondiéndose debajo de sus piernas. Cuando llegó el momento del baño, gruñía porque quería irse al bosque. Y eso que nos dijeron que le encantaba el agua, nadar, bucear y jugar en el lago. Aun así, fue maravilloso.






Después de hacer cientos de fotos y de disfrutar en silencio de esos preciosos momentos, cogimos de nuevo la barquita para volver al centro y juntarnos con el resto de visitantes. La siguiente parada fue para encontrarnos, de nuevo, con los elefantes y aprender hoy unas lecciones básicas de cómo guiar a uno de ellos. Ve hacia delante, párate, gira a la derecha, agáchate para que me pueda bajar… El elefante sabía perfectamente lo que tenía que hacer al escuchar nuestras indicaciones y las de su mahout.








Una vez saciados de los paseos (que es lo que más nos gustó a todos), pudimos estar más tiempo con ellos acariciándolos y dándoles de comer.


Al rato llegó una voluntaria neozelandesa que se encargó de enseñarnos el hospital y de explicarnos las actuaciones que llevaban a cabo allí. Vimos cómo les limpiaban las pezuñas, cómo los medían… y acabamos delante de un gigantesco esqueleto para ver cómo eran sus huesos.


Desgraciadamente, tuvimos que volver al porche a tomar nuestra última comida allí y coger la furgoneta que habíamos alquilado entre la familia catalana, una pareja de suizos y nosotros. Nos salió tan barato como si hubiéramos cogido el autobús, porque repartimos los gastos entre todos. Y sin el apuro de que te pudiera tocar viajar en el pasillo del bus (en taburete de plástico o en el suelo).

Mi visita a Laos no hubiera tenido sentido si no hubiera venido aquí. Fueron tan sólo dos días y me arrepiento de no haberme podido quedar más. Aprendí tanto y vi tantos paisajes salvajes, que lo echo de menos. Es como si me llamara para que volviera pronto, sobre todo cuando me levanto y está lloviznando. Entonces me acuerdo de mi elefante y sonrío. 





Laos: Día 7 – Primer día en el Centro de Conservación Nacional de Elefantes de Sayaboury


Nada más llegar a la estación de autobuses de Sayaboury, lloviendo a cántaros, nos vino a recoger una furgoneta que nos llevó a un embarcadero precioso. Allí había un restaurante junto al lago, todo de madera. Habían hecho un apartaillo en su zona del lago para hacer un recinto cerrado de agua y poner un negocio de barcas a pedales. Pese a la lluvia, había gente en las barcas.

En el restaurante, en el que tan sólo estábamos los que íbamos al Centro de Elefantes, nos sentaron en una mesa de madera mientras mirábamos el impactante paisaje. Allí nos dieron de comer comida típica de Laos, muy especiada y algo picante.

Después de comer y de hacer algunas fotos, vino nuestro bote. Estábamos todos muy nerviosos, esperando con ansia ver ya a los elefantes. El viaje en barco fue único. En mi vida había visto un paisaje igual. Quedará en mi retina para siempre. Aunque llovía, daba igual. Estaba todo tan verde, tan puro, tan tranquilo. No había nadie en el lago, solo nosotros y el ruido de nuestro motor.



Cuando divisamos la orilla fue increíble. Unas cuantas cabañitas dispuestas mirando al agua. Un paraíso. Se me saltaron las lágrimas cuando por fin los vi. Allí estaban los elefantes, a pocos metros de nosotros, dándose un baño. 




El personal nos recibió con los brazos abiertos. Una amabilidad, una cercanía... Hablaban perfectamente inglés y estaban muy comprometidos con su tarea. Tan sólo los mahout hablaban poco inglés, aunque se esforzaban. 

Nos llevaron a nuestras cabañas y nos enseñaron las instalaciones. Las chozas tenían dentro dos camas con mosquiteras, perchas y un espejo. El porche era ideal, con tu hamaca para poder disfrutar tranquilamente del paisaje. Lástima que lloviera.




Los servicios son comunitarios. Hay varios en el centro y hay que entrar sin zapatos. Aunque cuando te acostumbras es mucho mejor ir andando descalzo por mitad de la selva. Así no hay problema con limpiarse los zapatos. Juro que, al final, acabarás yendo descalzos por comodidad. Yo me acostumbré en seguida. 

¡Qué paisajes! Todo envuelto en la neblina, daba un aspecto de ensueño.




Después nos enseñaron el comedor, bajo un porche, y nos fuimos a ver a los elefantes de cerca. Tras haberse dado su baño, estaban ya todo lo limpitos que pueden estar unos elefantes. Grandiosos. Nos enseñaron sus características, qué los diferencia de los elefantes africanos, cuáles son los objetivos del centro... Y nos hicieron una demostración de las tres formas que existen para subir a un elefante. 


Pronto, por fin, llegó el momento más esperado por todos. Tuvimos que elegir una de estas maneras y... ¡montarnos nosotros! Increíble, sin palabras. Jamás he estado en un lugar tan paradisíaco como éste y con tanta emoción. Una vez allí arriba, todo es impresionante. Parece mentira, estar tan alto y con un animal tan noble. 



Cuando acabó nuestro paseo, nos dieron una vuelta por el Museo del Centro. Allí nos fueron explicando algunos de los paneles que tienen expuestos haciendo mucho hincapié en la labor sensibilizadora que diferencia a este lugar del resto de los sitios de Laos en los que te puedes montar en elefante, y que no salen muy bien parados en cuanto a su conservación precisamente.


Al atardecer acompañamos a los elefantes al bosque para que se fueran a dormir. Los acompañamos por una cuesta tan embarrada y escurridiza, que ahí ya decidí que no usaría más los zapatos mientras estuviera en el centro.


Lavados y decentes, nos fuimos a cenar. Bajo el porche tuvimos la oportunidad de hablar con nuestro guía y de que nos contara cosas de su país y de sus costumbres. Las conversaciones más valiosas que puede tener un viajero. También descubrimos que era la primera vez que había tanto español en el centro, porque había una familia catalana también allí, que había elegido el programa de dos días. No era muy usual la presencia de españoles en Sayabouri, como nos dijo... otra española: una de las biólogas del centro. Ella había estado como visitante, luego como voluntaria y ahora trabajaba para el Gobierno Laosiano estudiando el comportamiento de los elefantes del centro. Se había quedado enamorada del lugar. El mundo es un pañuelo, y más cuando descubrí que encima tenía familia de Jaén. 


Durante la cena también hablamos con otros voluntarios y trabajadores del centro, que respondían a todas nuestras preguntas como si fuera una entrevista y es que todos estábamos ansiosos por conocer cosas de allí. Austríacos, franceses, españoles, suizos, neozelandeses y laosianos, todos compartiendo comida y velada. 

Después de un día tan intenso, nos fuimos rendidos a nuestras cabañas pensando en los elefantes que volveríamos a ver al día siguiente. 

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Laos: 6 sitios que visitar cerca de Luang Prabang


1. Ir en barco a las Cuevas de Pak Ou: a dos horas de Luang Prabang, estas dos cuevas presentan en su interior multitud de imágenes de Buda, de todos los tamaños. Tan sólo el viaje en barco merece la pena: paisajes kársticos, selva, el Mekong salvaje…Para hacerlas más enigmáticas y encantadoras, ni siquiera tienen luz. Su interior se puede ver gracias al alquiler de linternas a la entrada o al flash de las cámaras.

2. Ver el Centro de Rescate de Osos de Tat Kuang Si: se encuentra en pleno parque natural, junto a una de las cascadas más impresionantes de Laos, con una caída máxima de 25 metros. Los osos han sido rescatados de las manos de los furtivos.
http://www.freethebears.org.au/web/Projects/Laos/Tat-Kuang-Si-Rescue-Centre/


3. Darse un baño en las piscinas naturales de Tat Sae: por la mañana Luang Prabang está lleno de minivan y tuk tuk que llevan a decenas de viajeros hasta allí. Hay na gran cascada que puedes sobrevolar en una tirolina de 100 metros de largo.


4. Visitar algún centro de artesanía:

- Ban Kok Gniew: el pueblo de las piñas. Se encuentra en el km 372 de la carretera 13, justo antes del desvío para Tat Sae. Cualquier tuk tuk te llevará hasta allí.

- Ban Phanom: aldea textil y artesanal al este de Luang Prabang.


- Whisky Village: también llamado Lao Lao Village. En realidad es la aldea de Ban Xang Hay, pero se la conoce popularmente así porque es el lugar donde paran los barcos que van a las cuevas de Pak Ou y donde te hacen una demostración de cómo se obtiene el famoso aguardiente lao lao. Allí se puede comprar, degustar y también hay algunas tiendas textiles y un maravilloso templo. La aldea muestra Laos en estado puro. Nada que ver con el señorial Luang Prabang.


- OckPopTok Living Crafts Centre: muy cerca del mercado de Talat se encuentra este taller textil cuya especialidad son los batik. Hay circuitos gratuitos para visitarlo y una coqueta cafetería. http://ockpoptok.com/learning-batik-at-the-living-crafts-centre/


5. Visitar una granja: por ejemplo, The Living Land Company, una granja orgánica y comunitaria que suministra a la mayoría de negocios de Luang Prabang. Allí te enseñan cómo es su trabajo y te invitan a ser granjero por un día. Las estancias allí suelen ser caras, para el precio medio de Laos. http://livinglandlao.com/index.php/en/


6. Dar un paseo en elefante: hay muchas empresas que se dedican a esta actividad cerca de Luang Prabang. Se puede reservar en cualquier agencia de viajes allí y te recogen en el hotel en tuk tuk. Sin embargo, la mayoría, por no decir todas, tienen problemas con el modo en que cuidan sus elefantes. Al menos, así me lo contaron en el Centro de Conservación de Sayabouli. No quise ser partícipe de una actividad así. 


Las colas para llegar a las Piscinas Naturales de Riosequillo


¡Ármate de paciencia!

El domingo pasado me di una vuelta por este área recreativa de la que me habían hablado muy bien. Salí de Madrid muy temprano, pero aun así, cuando llegué a la salida de la autovía había una cola impresionante. Como 2 kilómetros de retención. Y eso que el recinto abre a las 11’00. Me tocó esperar allí durante más de media hora para poder moverme. Con un calor de la hostia.

Los coches empezaron a moverse lentamente a menos cuarto (se ve que el parking lo abren antes), y allí ya empezó el caos. Coches saltándose las medianas, adelantando por el arcén… incluso había listos que se metían por el desvío hacia Burgos para luego volver a nuestro carril… Una vergüenza, la verdad.

Y es que, en cuanto el parking se llena, se cierra y te quedas sin entrar. Tanto para eso.

Yo tuve suerte y llegué bien, al final. Pero dentro ya fue… eso parecía Benidorm, primera línea de playa. La gente corriendo con todos los cachivaches a cuestas para coger sitio. Y luego, pa ná. Porque a la que te descuidabas ya estabas rodeado con toallas por todas partes, incluso encima, toallas sobre toallas (como en mi caso que, cuando salí de bañarme, me había colocado una en lo alto de la mía). Vamos, que cuando la sombra cambiaba, te comías todo el sol, sí o sí, porque no había posibilidad de moverte. El aforo es de 2000 personas, así que imagínate.

Como es lógico, con tanta gente, la cola de los baños (sucios), ni te cuento ya…Y a la hora de comer, la cola del bar… tres cuartas de lo mismo. Además, por una extraña razón, la mitad de la piscina estaba cerrada y no la abrieron hasta más tarde, con lo cual hasta el agua estaba abarrotada. No quiero pensar que fuera por la falta de otro socorrista que llegó después…